Capítulo 8.

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Sus manos estaban apretando mi cuello. Mis manos intentaban soltarse de su agarre, pero él era mucho más fuerte que yo. No podía hablar. Sentía que me quedaba sin aire. No podía respirar. Escuchaba a mi hermano, y a Alex, gritarle cosas que no podía entender.

- ¡Suéltala! –gritó Alex.

- ¡Te voy a matar! –le gritó mi hermano –¡Te juro, por mi vida, que acabaré contigo!

La puerta se abrió, pero no pude ver quién estaba al otro lado.

- ¡Erick, no! –gritó Carlos desde la puerta -¡Está embarazada!

Erick me soltó y yo caí al suelo, sujetando mi cuello y recuperando el aliento.

- ¿Qué? –escuché decir a mi hermano.

Entonces vi a Carlos, sosteniendo la prueba de embarazo que me había hecho horas antes. ¡Maldición! ¿Por qué había tenido que mirar mis cosas?

Miré a Erick y me encontré con su mirada perdida. Me miraba a mí, y luego a sus manos, como si no entendiera que había pasado.

- ¿Embarazada? –me preguntó Ángel -¿Sofía?

Yo lo miré, sin decir nada.

- Llévatelos –dijo Erick –No tienen nada. Déjalos ir.

- ¿Y ella? –preguntó mirándome -¿Qué harás?

- Ella es mía desde el momento en el que entró en el bar.

- ¡No! –gritó Ángel –Si quieres hacerle algo a alguien, házmelo a mí. Ella no tiene nada que ver. ¡No! –volvió a gritar, cuando Carlos lo levantó de la silla.

- No nos iremos sin ella –dijo Alex –No puedes obligarnos.

- Investigaré si hay algún traficante en mi club. Si lo encuentro, os lo entregaré.

Carlos, con la ayuda de dos hombres más, los sacó de la habitación. Ellos seguían gritando que no se irían sin mí. Pero al menos, estaban a salvo. ¿Qué pasaría conmigo ahora?

- ¿Por qué no me has dicho nada? –preguntó, al fin.

- Me enteré esta mañana –sentí mi voz algo ronca.

- Lo siento, yo... -intentó acercarse, pero yo retrocedí.

- No me toques –negué con la cabeza.

- Sofía, no sé qué me ha pasado. Yo no soy así.

- Quiero irme con mi hermano.

- Estás embarazada -repitió él.

- Ni siquiera sé qué quiero hacer –me aclaré la garganta.

- ¿Qué quieres decir?

- Nunca ha estado en mis planes ser madre -solté -y menos en éste momento.

- No lo dirás enserio.

- Sí –lo miré seriamente.

- No voy a dejar que le hagas daño a nuestro hijo.

- Por favor, Erick. Ni tú mismo quieres tener un hijo conmigo.

- Estás nerviosa –dijo –Por lo ocurrido. Ni siquiera sé qué me ha pasado. Sabes que yo no soy así. Nunca le haría daño a nadie, y menos a ti... Vamos al club, descansemos un poco y luego hablaremos del tema.

- No –me negué –No voy a volver al club.

- No me hagas esto más difícil.

- He dicho que no –me crucé de brazos.

Amor sobre ruedasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora