Desperté, con los primeros rallos de sol, y, como de costumbre, sola. ¿Dónde estaba Erick? Para mi sorpresa, la puerta se abrió, y un despeinado Erick entró con una bandeja de comida.
- Buenos días, dormilona –me sonrió y cerró la puerta.
- Buenos días –me senté en la cama –Aunque el dormilón aquí es otro...
- Ya... -dejó la bandeja encima de la cama y se rascó la cabeza –Estaba algo cansado.
- ¿El desayuno en la cama? –le sonreí.
- Claro, todo para mi reina –se sentó a mi lado y me pasó una taza de café.
- Vas a mal acostumbrarme, lo sabes, ¿no? –los dos reímos.
Terminamos de desayunar. Erick se levantó y cogió la bandeja.
- Vístete –casi me ordenó –Hoy será un día largo.
- ¿Qué pasa? –me levanté de la cama -¿Vamos a algún sitio?
- Hoy estaremos solos tú y yo –sonrió y salió por la puerta.
¿Solos? ¿Dónde iríamos?
Al final opté por ponerme unos pantalones vaqueros, una blusa rosa y una chaqueta negra. Me puse una coleta alta, y me maquillé un poco. En pocos minutos estaba lista. Recogí mi bolso y salí.
Erick estaba en la barra, hablando con varios de los muchachos. Al verme, se levantó y caminó hacia mí.
- Estás muy sexy –me susurró y besó mis labios.
- Gracias, tú también –me sonrojé.
Vestía unos pantalones negros, camiseta blanca y su chaqueta del club. Como todo un motero.
Se despidió de los chicos y fuimos fuera. Se montó en su moto y yo me monté detrás. Cómo el primer día, me abracé fuerte a su cintura y dejé caer mi cabeza en su espalda. Las puertas se abrieron y salimos.
Me sentía tan bien. Demasiado bien, para mi gusto. En muy poco tiempo, me había acostumbrado a sus brazos, a sus besos, a su olor y a todo él. Me había acostumbrado al club, y a las chicas. No parecían tan malos cómo creía. ¿Cómo podían tener a mi hermano secuestrado? No parecían malas personas...
La moto se paró. Habíamos llegado. Erick se bajó y se quitó el casco. Lo dejó encima de la moto y me ayudó a quitarme el mío. Entonces vi algo precioso.
Un lago, unos árboles y una pequeña casita vieja y algo abandonada.
- ¿Te gusta? –me miró sonriente y me ayudó a bajar de la moto.
- ¿Es tuya? –me sorprendí.
- Sí –sonrió orgulloso.
Volví a mirar a mí alrededor. Tenía unas vistas preciosas, con el lago y ese montón de árboles. Claro está, a la casa le hacía falta una buena reforma, pero podía quedar cómo nueva. Lo miré y sonreí.
- Es preciosa.
- Ven –me guió detrás de la casa.
Entró en la casa y salió con una manta. La puso en el suelo, encima de la hierba y nos sentamos con vistas al hermoso lago.
- La casa era de mis padres adoptivos –empezó a contarme –Cuando mis padres se casaron, tenía grandes esperanzas de tener hijos y formar una familia. Así que mi padre le compró ésta casita. Yo me críe aquí –sonrió –Aún recuerdo todas las travesuras y dolores de cabeza que le di a mi pobre madre.
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Amor sobre ruedas
Lãng mạnSi aún no has leido "Mi profesor" y tampoco "Hasta que la muerte nos separe" éste es el momento. Amor sobre ruedas es la continuación. ¿Quién dice que las terceras partes nunca son buenas? En esta parte conoceremos la vida de Sofía y Ángel, los hij...