Deambulé casi trastabillando cada tres pasos.
Llevaba ya unos cuarenta minutos andando en círculos, porque no encontraba la dichosa cabaña y mi cansancio se hacía ya notar. Pero intenté hacer a un lado ese agotamiento como pude, porque lo primordial era lo primordial. Y muchas veces terminé cayendo a muy poco de desfallecer por completo.
En una de esas caídas me topé de frente con un trozo de vidrio en el que pude ver mi reflejo. Y ojalá nunca haberlo hecho dado que por la fatiga que sentía y mi estómago revuelto por tanta golpiza acabé expulsando todo lo que contenía en mi interior.
El ojo lo tenía extremadamente morado. Me sorprendió saber que, aún y con tanta hinchazón, podía ver perfectamente el camino que tenía delante. La sangre seca alrededor no me preocupó en lo absoluto. Tampoco lo hicieron los cortes en mi labio ni las quemazones que tenía en mi brazo. La prioridad era saber que mi ojo no quedaría ciego en cualquier momento, porque el inútil del japonés no consiguió romperme la córnea.
Así que anduve un rato más. De pronto, oí unas voces medio gritando y unos tres o cuatro balazos antes de que alguien me tomase del brazo y me girase.
Era Sasha.
—No tenemos tiempo. ¿Te dijo dónde está Lisa?
Me perdí en el hecho de verla ahí, acompañada de un sujeto que no me molesté en identificar.
Y aunque captaba aquello que me decía no encontraba la forma en la que pudiera hacerle entender que sí sabía sin abrir la boca, porque el mareo era tanto que ni siquiera sabía qué podría salir de mis labios.
De manera que tan solo le asentí.
—Bien—tomó mi rostro y lo acarició. Su cabello rubio me recordó al de mi Lev cuando la conocí; cuando ni siquiera conocía a lo que me dedicaba en realidad—. Bien tan solo salgamos de aquí para que puedan curarte y...
—¡No!—casi grité pero a penas fue un rugido que saqué como pude— Lo primero es lo primero y tengo que ir por ella—me solté de su agarre y caminé de nuevo, esta vez más desorientado que antes—. Está en una cabaña.
—La de la entrada —pronunció ella. Su acompañante tuvo que detenerme para poder dirigirnos los tres hacia allí.
Los pasillos parecían laberintos. Demasiado faltos de luz y algo concurridos. Sentía cada vez más pesado mi cuerpo con cada curva que dábamos. Sasha se dio cuenta y creí ver un ápice de compasión que no dudé en hacer desaparecer cuando me recompuse y le quité el arma.
—Todo esto jamás hubiera pasado. De verdad que yo...
—Ni se te ocurra, Sasha —demandé—. Que el cretino de los Yakuza haya permitido que su hijo se propasara contigo no te hace culpable de nada. El Vor ya se deshizo de los que te raptaron. Y yo no dudé en hacer desaparecer a Watanabe en cuanto lo tuve de frente. Porque Vor sabe que yo tengo las mejores formas de hacer sufrir y lamentar a la gente que lo merece.
—Sacaremos a Lisa —sostuvo ella firme, segura de que así sería y de que todo saldría bien—. La sacaremos y mataremos a balazos a todos si hace falta. Te lo prometo, Jungkook.
Pero todo se disipó con el estruendoso disparo que nos obligó a ponernos a cubierta. Tanto el hombre que acompañaba a Sasha como yo nos interpusimos sobre su cuerpo con el fin de impedir que saliera lastimada de la balacera que se produjo de un momento a otro.
No parecían venir en nuestra dirección, sin embargo. Todo lo oímos en la lejanía pero, al mismo tiempo, como si nos avisaran expresamente a nosotros que temiéramos por nuestra vida.
—Así que de verdad pensaron los querubines de la Bratva que todo serían sonrisas y flores luego de haber matado a otros dos de mis hombres. ¿No te fue suficiente con mi hijo, Jeon?
Aquella voz me puso la nuca erizada. El halo de la luz que se colaba por la puerta que fue abierta al final del pasillo me permitió vislumbrar aquel rostro arrugado. Uno enfundado en perversidad, odio, querencia de venganza y de demoler todo lo que se cruzase en su camino.
—He de reconocer que mi plan inicial era traerte aquí y despedazarte —escuché más pasos. Dos de sus hombres le siguieron por detrás y parecían batallar por traer aquello que retenían en sus manos—. Pero ¡vaya sorpresa con la que me encontré al ver a la muñequita que tienes por mujer! Muy mal hablada, por cierto. Deberás comprender que tuve que mostrarme algo... mordaz para terminar de domarla. Fue difícil al principio, pero una vez conoces a una zorra, ya conoces a todas.
Lo primero que escuché tras aquello y que me puso la sangre al punto más alto de ebullición fue el sollozo de Sasha. Tapó sus labios, y no me hizo falta ver su rostro comprimido para saber que aquello con lo que me iba a topar de frente al girar mi cabeza iba a ser devastador.
Y maldita sea si lo fue.
—Dios...—murmuró Sasha y continuó con su silencioso llanto.
Mi Lev. Mi preciosa Lev que irradiaba viveza con su mera presencia ya no se encontraba. Se perdió al pisar este mugroso lugar. Tal vez, yo mismo hice que se le perdiera por mantenerla junto a mí sin tener presente que mi mierda la terminaría consumiendo.
Me levanté. Mi corazón galopeó y no sabía muy bien cómo si se hallaba despedazado. Mi pecho se encontraba hundido y mis pasos eran muy lentos en aquel camino trastabillante que me separaba de ella.
Hablamos demasiado temprano. Juramos muy pronto y todas las palabras se desvanecieron con el viento en cuanto su débil y tembloroso cuerpo cayó en mis brazos cuando Toru se encargó de alejarla de su lado como si se tratara de una simple y maloliente bolsa de basura que arrojaba a un contenedor.
Perdida. Realmente mi Lev se encontraba perdida y yo no sabía de qué manera traerla de nuevo a la realidad.
Ambas de sus manos cubrían con fuerza sus pechos. Estaba desnuda. De cintura para arriba nada la cubría y eso era lo que hacía temblar sus dientes.
Salvo el collar. Un sucio y maltrecho collar de perro la tenía cubierta por el cuello.
—Quítamelo —me rogó angustiada— ¡Quítamelo, quítamelo!
Mis músculos no respondieron. Las llamas eran tantas que lo único que lograba ver era rojo. Oscuridad. Sangre. Lágrimas.
Estaba sabrosa la condenada, dijo aquel japonés momentos atrás.
Y tuvo que ser Sasha la que le arrancase aquel humillante collar azul con cadenas que caían sobre su espalda. Porque mi mente estaba absorbida por la furia. Y no pude cometer otro movimiento más que tomar mi arma y apuntar hacia esos dos hombres que resguardaban la espalda de Toru.
Uno por uno; ambos terminaron cayendo al suelo.
Y Toru Watanabe quedó solo.

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Wreck © || Lizkook
Fiksi Penggemar" Vagarás por el infierno ciego, sordo y mudo. Entonces todos los demonios sabrán que moriste en las manos de Jeon Jungkook, el jodido carnicero de la mafia rusa " Ser secuestrado por la Yakuza podría ser el peor de los males. ¿Pero haberse metido c...