Capítulo 1. Lorena

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La rabia ya no me supera
Y es tan grande como un bosque mi crecimiento
Cambio ahora lo que temo por lo que siento
No será mucho, pero es un buen inicio
Un buen inicio, Laura Pausini

Me desperté algo desorientada sin recordar durante los primeros segundos, que había pasado la primera noche en mi nuevo piso de Madrid y creyendo que aún estaba en mi habitación de la casa de mis padres en Vigo. Sonreí al ver todas mis pertenencias acomodadas en el que iba a ser mi nuevo hogar por al menos un año. La razón era el comienzo del curso. El año anterior había acabado la carrera de Publicidad y Relaciones Públicas en la universidad de Santiago de Compostela y ahora comenzaría mis estudios en un máster de diseño gráfico.

Había sido la primera de mis amigas en llegar al piso así que aún estaba sola, aunque no por mucho tiempo, pues debía prepararme para ir a la estación de Atocha en busca de Alicia, que venía desde Granada para comenzar a trabajar como programadora en una empresa de videojuegos. Su trabajo era online y podría hacerlo perfectamente desde su ciudad natal. Sin embargo, a veces tenía reuniones para las cuales debía desplazarse, así que prefirió mudarse a Madrid con nosotras. Las demás chicas eran Victoria y Miriam, ambas de Almagro, un pueblo de Ciudad Real, que iban a empezar a estudiar su último año de la carrera de enfermería en la capital. Nos conocimos hacía cinco años gracias a que Miriam, Alicia y yo decidimos crearnos un perfil en Instagram para hablar de los libros que leíamos, películas que veíamos y todo lo que nos gustaba en general. Fue entonces cuando comenzamos a interactuar y a llevarnos cada vez mejor, nos intercambiamos los números de teléfono y creamos un grupo de WhatsApp donde no parábamos de hablar, ya no solo de los temas de los que hablábamos en las redes sociales, sino también de nuestras vidas privadas. Un año después, decidimos desvirtualizarnos en la feria del libro de Madrid, aprovechando que Alicia y yo podíamos alojarnos en el piso de estudiantes en el que por aquel entonces vivía Miriam junto a su mejor amiga desde la infancia, Victoria. Así fue como conocimos a la segunda y más tarde fuimos introduciéndola un poco más en el maravilloso mundo de la lectura que tanto nos apasionaba a las tres. Así, instauramos la tradición de vernos cada año por la feria del libro y este año, aprovechando que tanto Alicia como yo queríamos mudarnos a esta ciudad, decidimos buscar un piso más grande, de cuatro habitaciones, para compartir entre todas.

Eché un vistazo a la hora que aparecía en la pantalla de mi teléfono móvil mientras me comí la última galleta de avena con chips de chocolate del desayuno y le daba el último sorbo a la leche con cacao, y comprobé que aún faltaban dos horas para que llegara Alicia, así que decidí ir a la academia de baile que había a tres manzanas de nuestro piso y a la cual ya le había echado el ojo antes de mudarme, ya que había sido lo primero que busqué en Internet cuando decidimos elegir este piso.

El baile era algo que me negaba a abandonar, llevaba practicando danza urbana desde que tenía seis años, primero en Vigo y durante los años que estuve estudiando la carrera, en Santiago, y siempre había sido mi vía de escape, mi razón de ser, mi terapia y el momento en el que podía sentirme completamente libre. Por eso, lo primero que hice antes de poner rumbo hacia la estación para esperar a que llegara el tren de Alicia, fue ir a la academia Pasos de aire para matricularme en las clases de danza urbana. Decidí apuntarme a las últimas clases de la tarde, de siete a ocho, pues las clases del máster serían de dos de la tarde a seis y así tendría toda la mañana para estudiar y hacer trabajos.

***

Llegué a la estación de trenes y esperé pacientemente a que llegara el AVE en el que venía Alicia. En cuanto vislumbré a mi amiga entre los pasajeros que bajaban de los trenes, corrí para fundirme en un fuerte abrazo con ella y, tras ayudarla a llevar las maletas, pusimos rumbo hacia la parada del metro que nos llevaría hacia el barrio en el que se encontraba nuestro nuevo hogar. En cuanto abrí la puerta del piso y dejamos sus maletas en la entrada, le hice un pequeño tour por toda la estancia puesto que ella aún no la había visto.

La primavera que hay en tus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora