Capítulo 18 Lorena

12 4 7
                                    

Se nos desbordó la situación
El amor se fue de la ecuación
No supimos encontrar
Cuál fue el error
Y la verdad no somos los de antes
Hay que saber poner punto y aparte
Dos extraños en la ciudad, Miriam Rodríguez

Aproveché para ir a clases de baile un día en el que no tenía mucho trabajo. Esa era la suerte de trabajar por cuenta propia, que podía organizarme el trabajo como mejor me viniese y aquel día quería empezarlo bailando en una de las clases de Carla. Sin embargo, no era ella la que estaba allí sino Raquel. El corazón me dio un vuelco al verla e intenté por todos los medios no hacer contacto visual con la morena.

Según dijeron mis compañeros, en los días en los que yo no había podido ir por todo el trabajo que tenía, Carla les había dicho que estaba embarazada y, al parecer, había tenido que ir al médico para una revisión, por lo que Raquel estaba sustituyéndola. También noté que ella no estaba demasiado cómoda con mi presencia así que bajé la mirada antes que qué su voz diera comienzo a la clase.

— Bueno, chicos, vamos a empezar con Slomo, ¿sí? — dijo, y la gente vitoreó emocionada.

Respiré hondo e intenté seguir la clase como pude mientras me percataba de que, efectivamente, al igual que yo, ella también trataba de evitarme a toda costa.

— ¿Estás bien? — me preguntó Celia en un descanso que hicimos para beber agua —. Parece que has visto un fantasma o algo, estás pálida.
— Sí, no te preocupes. Es solo que... no lo sé, no habré desayunado lo suficiente.
— Vaya, pues ten cuidado.

Pronto comencé a sentir que me faltaba el aire, sentía un nudo en la garganta y una necesidad imperiosa de salir corriendo de allí. Y eso fue lo que hice, me fui para encerrarme en el baño y llorar desconsoladamente. No sabía por qué había reaccionado así, de hecho, no sabía cómo esperaba reaccionar ante esta situación porque no me esperaba verla en ese preciso instante. Sentía una punzada de culpabilidad y añoranza, pero también miedo, y por eso necesitaba huir. Huir para siempre. Porque no había nada peor que echar de menos a una persona teniéndola justo delante

***

Después de ese momento no pude ir a la academia de baile durante una semana en la que, por lo que estuve hablando con Celia también estuvo dando las clases Raquel. Me iba poniendo un poco al día de todo lo que iban haciendo pero en ningún momento le llegué a contar la verdadera razón por la que no iba. Tan sólo le decía que estaba enferma y que me encontraba mal para ir.

A quien sí se lo contaba todo era a Luis, mi paño de lágrimas en el gimnasio. Ese chico se había ganado el cielo conmigo, no solo tenía que aguantar sentir algo por mí y que no fuera correspondido, sino que además tenía que escucharme hablar de mis dramas amorosos con otra persona, y lo hacía porque le salía del corazón, porque yo no era capaz de disimular cuando algo me preocupaba y me reconcomía por dentro y él me obligaba a contárselo todo para después ofrecerme un hombro sobre el que llorar o darme algún que otro consejo.

— ¿Qué quieres que te diga, Lorena? Me parece fatal que no estés yendo a baile por eso — me dijo cuando terminé de hablar.
— ¿Y qué quieres que haga? Soy incapaz, Luis. No puedo ni mirarla a los ojos.
— ¿Acaso es un basilisco y su mirada te va a matar? — bromeó haciéndose el sorprendido.
— Luis... — lo miré seriamente cruzando los brazos.
— ¿Qué? Lorena, es que es así. No puedes pasarte la vida huyendo como hiciste conmigo, ¡sé sincera contigo misma y con tus sentimientos, joder!
— ¿Y si ella no quiere hablar?
— Pues al menos no podrás decir que no lo has intentado — suspiré a modo de respuesta y giré la cabeza a un lado para no hacer contacto visual con él. Parecía muy fácil decirlo, pero me iba a costar mucho hacerlo —. Lorena — pronunció mi nombre y volví a mirarlo —, ¿de verdad no te gustaría hablar con ella y arreglar las cosas? Ya la has perdido, no la tienes a tu lado, no tienes nada más que perder, solo puedes ganar ahora.
— No quiero perderla dos veces. No quiero revivir aquel momento.
— Si no lo intentas no sabrás nunca si pasará eso o si, por el contrario, todo volverá a estar bien entre nosotras.

La conversación con mi amigo me hizo recapacitar y decidí volver la semana siguiente de nuevo a clases de baile. No podía permitir que el miedo a hablar con una persona me quitara las ganas de hacer lo que tanto me había gustado desde pequeña, mi terapia. Iría a intentar disfrutar y lo que pasase después sería algo secundario. O eso pretendía. Así era como me lo pensaba tomar.

 Así era como me lo pensaba tomar

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
La primavera que hay en tus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora