VIII. Unshaken

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Los peores rescates pero el mejor equipo.

Primero eran Arthur y Margaret. Después fueron: Arthur, Margaret y John. Una vez el pequeño empezó a trabajar con el dúo, se convirtieron en un trío; los dos mayores siempre trabajaban juntos en perfecta sincronía y lo siguieron haciendo pero John ayudó a hacer algunos trabajos más fáciles. También estaban acostumbrados a sacarse de los apuros unos a otros, nunca se iban si uno de ellos faltaba. Llegaban juntos y se iban juntos.

Arthur ayudó a Margaret en más de un apuro pero hubo una ocasión que el muchacho no pudo sacar de su cabeza durante mucho tiempo y permaneció en sus peores pesadillas para el resto de sus días. Decidieron robar a un extraño hombre que tenía aficiones más que cuestionables por lo que no se le podía catalogar de buena persona, así que los tres se intentaron colar en su cabaña una noche, sin supervisión alguna de Dutch o Hosea. Todo pareció ir bien en un principio, John y Arthur investigaron la zona de abajo, Margaret se aventuró a la planta de arriba y fue ahí cuando el inquilino de la casa le tapó la boca y se la llevó a un cuarto repleto de utensilios que la joven no había visto nunca antes pero que su imaginación le ayudó a suponer el uso que se les podía dar. El extraño se posicionó encima de ella, inmovilizando sus extremidades, los ojos de Margaret se transformaron en dos océanos agitados y asustados. Escuchó al hombre describir con total detalle lo que tenía pensado hacerle, empezando por violarla y terminando por torturarla hasta que le rogase por matarla; por último insinuó que se la comería y guardaría el resto para ingerirlo más tarde. Arthur y John escucharon todo, en silencio, y el mayor se posicionó de pie junto al hombre una vez éste se disponía a levantarle el vestido a la joven. Revólver en mano y apoyado en su cráneo, Arthur apretó los dientes con tanta fuerza que su mandíbula se resintió. Hijo de la gran puta y la bala atravesó la sien. John corrió hacía la joven y la ayudó a ponerse en pie, los dos chicos le preguntaron una y mil veces si estaba bien, Margaret les abrazó a ambos, les agradeció y se largaron de allí con las manos vacías. Nunca más regresaron por ahí y nunca más tuvieron la idea de robar a alguien con extrañas aficiones y menos de noche y estando solos.

Cuando Arthur se metió en una pelea de taberna por culpa del poker y un hombre se lo llevó detrás de un callejón para apalizarle, Margaret saltó encima del borracho, enredando las piernas en su cintura, le echó la cabeza hacia atrás, empujando la frente con la palma de la mano y deslizó su cuchillo por la garganta del hombre que no tardó en desangrarse. Arthur tuvo que curarse el labio abierto y un moretón le decoró su ojo izquierdo durante unas largas semanas, pero la joven le salvó a tiempo. Tuvieron suerte de que aquel hombre al que no conocían de nada fuese un delincuente peligroso.

Y cuando tuvieron que sacar a John de un apuro fue de lo más inesperado. Escapaban los tres de un atraco a una tienda, corrían juntos, como siempre, hasta que en una zona de bosque perdieron de vista al pequeño. Le escucharon gritar poco después y temieron lo peor, lo que no esperaban era encontrarse al chico tirado en el suelo siendo amenazado por un enorme lobo. Margaret no dudó un segundo en abatir a tiros al animal y Arthur la siguió. Cuando estuvieron completamente a salvo y seguros de ello, Maggie no pudo evitar echarse a reír, Arthur se burló de él durante semanas y John se enfadó tanto que no quiso hablarles en unos días.

Para Margaret, John siempre fue un hermano pequeño; para John, Margaret siempre fue una hermana mayor; y para ambos, Arthur fue algo parecido a un modelo a seguir después de Dutch.


En el final de todas las cosas.

Escucha el sonido de sus propios latidos, el bombeo de la sangre le caracolea en los oídos. No le tiembla la mano que sujeta el revólver apuntando a Micah, pero sí le tiembla algo en su interior al ver la expresión de Margaret, sujeta por Dutch, sin poder defenderse, rehén del que un día llamó padre. Distingue las gotas de sudor en la frente de la mujer, todavía con fiebre. Las ojeras le hablan, le cuentan que Maggie apenas ha podido pegar ojo en toda la noche. Se miran. Arthur aprieta los dientes y cierra el puño que tiene libre con fuerza, clavando las uñas en la palma de la mano. El sentimiento de impotencia es lo que le hace temblar a sus entrañas; el sentimiento de traición y de tantos años tirados a la basura.

But There's Also Love And Beauty (Cara A) II Arthur MorganDonde viven las historias. Descúbrelo ahora