3

97 19 2
                                    

Peter, como casi cualquier gay de Nueva York, conocía Demons. Es decir, los tíos más calientes del país y turistas iban ahí. Era un lugar exclusivo, pero con una fama...

Una sola vez habían recibido un llamado que los llevó al local y Peter podía decir que vio cosas bastante interesantes ahí dentro. El tío que quedó enganchado a un caño a tres metros de altura no encontró particularmente divertido que tuvieran que descolgarlo cuando su espectáculo de sadomasoquismo no fue exactamente como lo ensayó, pero al menos eso le dio la excusa de enterarse cómo era el lugar por dentro.

Era un antro olvidado por la decencia. Harley ligó un poco con algún cliente, pero Peter, que estaba en pareja, se limitó a ayudar al pobre hombre que colgaba de cabeza, con el collar de ahorque enganchado a un estribo. Sí, le propinó un golpe a su amigo cuando estaba por ponerse a hacer bromas. El pobre chico lucía aterrado. El gerente del bar les regaló unas invitaciones vip por la rapidez y la discreción de su trabajo, pero ni bien salió, le regaló su entrada a Harley.

El hombre de seguridad lo mira dos veces cuando se planta enfrente, casco en mano y arruga la frente tocando su intercomunicador antes de que pueda hablar. No le llama la atención, pues iba vestido de bombero de pies a cabeza.

—No tenemos ninguna emergencia, jefe —le informa alzando la mano para frenarlo.

—Lo sé, vengo a buscar a un amigo. Me llamó un chico de la barra. Se desmayó o algo así.

—Oh, menos mal —suspira agradecido, haciéndose a un lado para que pueda pasar—. No es nuestra forma de trabajo, entendemos la discreción que necesitan algunos clientes, pero el personal quiere ir a casa.

Peter asiente, compartiendo en silencio el deseo.

Cuando atraviesa las puertas, el místico encanto que había tenido el bar la noche que él atendió esa emergencia ha desaparecido. Con todas las luces encendidas, la pista apagada y la mayoría de las sillas sobre las mesas, no es nada especial.

—Allí. Lo tumbaron para poder limpiar —le explica señalando un bulto que reposaba en una silla, con el cuerpo derrumbado sobre una mesa que no se veía muy estable, con una de las patas ligeramente alzada por el peso muerto del hombre.

—Demonios, sí que está fuera de servicio —silva.

—Sí.

El recepcionista se materializa junto a ellos y Peter decide hablar antes de que vuelvan a decirle que nadie llamó por una emergencia.

—Vengo por mi amigo —explica al hombre, señalando la figura encorvada.

—Oh, Jesús. Menos mal. —musita componiendo una mueca de alivio bastante notoria.

Un pensamiento punza en la parte posterior de cabeza. Resiste el impulso de girar una vez más el rostro para ver al tipo en la mesa. Todos estaban quizá un pelín más aliviados de lo que era normal dado el contexto y la ciudad.

No sería ese el primer borracho que Peter recoge de la puerta de un bar en Nueva York. De hecho, de esos había levantado a un montón. Y sí, podía ser que Demons no fuera el tipo de bar que deja a la buena de Dios a sus clientes, pero... ¿No estaban particularmente aliviados de deshacerse de este?

—Íbamos a llamar a un taxi, pero no parece que sea capaz de dar su dirección. Y aparte, bueno... ya sabe, no podíamos arriesgarnos a subirlo en ese estado al auto de un desconocido.

—Lo agradezco —dice algo incómodo, dado que él era igual de desconocido que un taxista.

—Un placer, es de nuestros mejores clientes. Y sabemos que, como para muchos, la discreción lo es todo para él. Espero que sepa transmitirle nuestras disculpas. El barman encargado de la barra no me informó del estado del señor Stark hasta que fue muy tarde. En otras circunstancias no le hubiéramos permitido tomar hasta este punto, pero el chico es nuevo y la noche estuvo agitada...

Un giro del Destino │Starker AU │Donde viven las historias. Descúbrelo ahora