Tony lo mira por tanto tiempo en silencio, que Peter se patea mentalmente.
—Puedo pedir una pizza si lo prefieres —ofrece, incapaz de soportar más la incomodidad.
—No —responde de inmediato, cogiéndole el brazo para evitar que se pueda retirar a la heladera donde pensaba meter toda su estúpida compra y fingir que nunca la hizo—. De verdad esta es mi comida favorita. Amo el queso. Con desesperación —aclara por si necesitaba confirmarlo. Lo que agradece, porque en ese momento se sentía completamente estúpido y expuesto por haber pensado tan a detalle en qué maldita cosa servirle para la patética cena que compartirían—. Pensé... digo, después de tantos años, daba por descontado que eso estaba por algún lado en línea.
Peter no tiene que sobre analizar por qué, si así fuera, le había dolido. Se imagina que era algo muy parecido a lo que él pasaba cuando la gente lo llamaba héroe luego de alguna jornada especialmente nefasta de trabajo.
Esa pequeña incomodidad, esa sensación de que el que te lo dice, lo hace pensando en ti como una cosa amorfa sin rostro real, sin una vida verdadera. Era curioso, pero era deshumanizante cuando la gente te felicitaba luego. Porque ellos no frenaban a ver cómo estabas tú, tus emociones, tus sentimientos. Te colgaban el cartel de héroe y te volvías algo lejano e impersonal. Nadie se acercaba a preguntar si estabas bien, si dolía, si estabas cansado de serlo. Eras eso y era cosa tuya lidiar con tus sentimientos. Y no podías quejarte, porque tú no eres de los que se quejan. Tú eras el que tenía que apretar los dientes y seguir y seguir y seguir. Pelear, luchar, salvar, y volver a empezar. Sin sentimientos, sin fatiga o dolor. Y si llegabas a sentir eso, jamás pondrías la carga de tus emociones en otro, porque eso no era de un héroe. Tú solventas solo eso que se germina en tu interior y solo lo descomponías en combustible para, al día siguiente, volver a ponerte el traje y meterte bajo escombros para rescatar a otras personas, así te sintieras asustado o muerto de miedo de ser el siguiente en conseguir una medalla al mérito sobre la tumba.
Quizá a Tony le pasaba lo mismo. Daba por sentado que Peter lo miraba y solo veía al actor de Hollywood, no al hombre real que era. No a un sujeto que genuinamente quería ser uno más y que necesitaba serlo. Y no le costaba ver qué así sería si Peter no lo hubiera sostenido con la cabeza sobre el inodoro, no le hubiera limpiado el vómito del mentón y el cuello. No, jamás se hubiera percatado de su humanidad de lo contrario. Pero lo hizo y quedaba muy lejos el halo de estrella de Hollywood cuando tenías que sostener al tipo para que pueda sentarse a orinar.
Nadie en sus cabales, llevando una vida de ensueño, llegaría a ese punto. Había atendido demasiadas emergencias de sobredosis como para ver algo así y no entender que vivían un calvario.
Y cuando confirmó su sexualidad... bueno, Peter no podía ni imaginar lo que significaba para alguien vivir tantos años en una mentira tan atroz. Cómo cualquier chico gay sabía la cantidad de historias homofóbicas que había por ahí dando vueltas. Él jamás tuvo que enfrentarse a eso, siempre estuvo bien con su sexualidad, pero en el ejército había vivido momentos tensos. Nunca con su pelotón, pero sí con otros compañeros de las fuerzas. Aun así nunca tuvo que decir mentiras para ser quien es. Tenía la carrera que quería y no necesitó mentir sobre quién era para hacerlo. El hombre que estaba frente a él jamás pudo darse ese lujo. Y Peter no podía no empatizar con eso.
—¿Seguro? —pregunta intentando ofrecerle la mayor proximidad a un momento real y cotidiano—. No tienes que comer esto solo por darme el gusto. No me importa pedir pizzas o hamburguesas. Aunque, diría que tu hígado no estará feliz en la mañana y lo más probable es que tengas que tomar alguna cosa...
—Lo juro, Peter. Me gusta.
Una correntada eléctrica sube por la piel de su muñeca, donde el dedo meñique de Tony entra en contacto con ella. Desliza con suavidad la yema, haciendo pequeños círculos tranquilizadores.
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Un giro del Destino │Starker AU │
FanfictionCuando eres la superestrella más famosa de Hollywood y vives en el encerrado armario, no hay forma de que puedas dejar que la noche previa a San Valentín te saquen a rastras del bar más homosexual de todo Nueva York. Tony, en pos de conservar su ca...