Lo primero que sabe es que no está en su cama. Luego que no es la cama de ningún hotel. Lo siguiente es que Pepper le va a poner un cinturón de castidad y una correa.
Abriendo con cuidado los ojos, estudia el techo de madera veteada sobre él. No sé aprecia ninguna inclinación, así que está en un primer piso, o está en un apartamento. Recorre con la misma frialdad mental su entorno, intentando forzar algún recuerdo, así fuera vago, de lo que le depara al otro lado de la puerta. No hay nada allí. Cómo no lo hay en la habitación.
El espacio es lo suficientemente grande como para sentirse vacío y frío. Un ropero, dos puertas (presuponiendo una del baño y lo desconocido), una cómoda sin nada sobre ella y, a su criterio, la cosa más espeluznante del mundo: una silla vacía. Mal augurio. ¿Qué tipo de psicópata tenía una silla vacía en el cuarto? ¿Dónde tiraba la ropa sucia o la que ya estaba limpia, pero le daba pereza guardar?
Baja de golpe los ojos y alza la sábana. Efectivamente: desnudo.
Soltando una maldición, se endereza en la cama y gime cuando un fuerte regusto amargo sube desde su abdomen a su boca. Una mezcla de bilis amarga y ácida le hace apretar los labios. Estira por inercia la mano y suspira de alivio al ver una botella metálica, fría al tacto, a la espera. Atrapa en el acto las dos pastillas que aguardan junto al botellín. Reconoce bien el color y la forma de cada una. Antes de tragarlas les echa una pequeña mirada y confirma que quien lo llevó a casa, tenía bien claro qué muerto viviente despertaría en su cama.
Recién en ese momento es consciente del martilleo en sus sienes y el desastroso dolor en sus articulaciones. Maldición, qué mal le sentaba a esa edad la borrachera. Estaba convencido de que no hace mucho una resaca era cosa de nada.
Con despreocupación estira las manos por su cuerpo y procede a un examen más del tipo "control de daños". No nota que tenga marcas, no nota tener restos de fluidos propios o ajenos y suspira con cierto alivio cuando desliza la mano por su trasero y nota que esa parte está igual de intacta que la dejó la tarde anterior, la última vez que fue consciente de ella.
Justo a los pies de la cama ve un baúl de buen tamaño y doblado sobre él hay unos calzoncillos, unas medias, un pantalón y una camiseta. Tony toma con la punta de los dedos la camisa estilo leñador y arruga el entrecejo. Las pulsaciones se le disparan un poco, pero respira. No, él no se había tirado a un leñador de vaya a saber uno dónde. Y en Nueva York tampoco era tan raro encontrar gente con esas. Aunque sí era más que raro que pudieran entrar a Demons. Decide no entregarse a la locura, toma la ropa y se enfunda en ella decidiendo creer que él no sería capaz de salir del bar para ir a ligar a la buena de Dios. No. En el bar eran cuidadosos, no te dejaban salir sin más. Y a Tony siempre lo cuidaron. Claro que igual no iban a impedirle salir con alguien si se lo proponía.
Entra al baño primero y decide que enjuagarse la boca es lo que más necesita. Pues o el alcohol empezaba a actuar de forma extraña en su cuerpo, o había ingerido orina de gato sin saber. Gime de placer y agradecimiento cuando encuentra un vaso con un cepillo de dientes sin abrir dentro y unas pastillas de menta.
Tony era atractivo. No tan atractivo como esos críos de 20 que no paraban de respirar en su nuca, pero era un buen espécimen de hombre. No tenía todos los músculos marcados al extremo, pero se podían contar los abdominales en su torso y no había camiseta que no hiciera a sus bíceps lucir macizos. Y estaba su rostro, que posiblemente junto a su actitud eran su mejor cualidad. En resumen, era un buen partido, pero ni siquiera él se creía que habría conseguido follarse a un ángel (y olvidarlo). Ni siquiera Happy, cuando aún trabajaba como su asistente, lo consintió tanto en una borrachera.
El baño, que curiosea como cualquier persona de bien, es igual de austero. Apenas tenía lo justo, pero cuando abre el espejo y ve dentro del botiquín nota que era el botiquín más completo que había visto alguna vez. Mientras talla con furia sus dientes, agradecido con el sabor a menta que apaleaba el de orina, cogió una pequeña caja con aguja e hilo.
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Un giro del Destino │Starker AU │
Fiksi PenggemarCuando eres la superestrella más famosa de Hollywood y vives en el encerrado armario, no hay forma de que puedas dejar que la noche previa a San Valentín te saquen a rastras del bar más homosexual de todo Nueva York. Tony, en pos de conservar su ca...