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— Oigan aldeanos — los llamaron grotescamente y ellos voltearon sorprendidos — ¿Han visto a una niña estúpida de cabello negro y largo, con ojos azules? — pregunto uno de los Samuráis de ahí,
— N-no, no la hemos visto — dijo uno de los aldeanos dándose cuenta de la situación. Veía a todos los samuráis que se encontraban ahí, incluso a los que estaban más atras. Veía cada espada y flechas que estaban en sus manos — Busquen en el otro pueblo — estaba temblando. Eran más de 500 Samuráis reunidos.
— ¿Hablan de la señorita bonita? — dijo su compañero que no se dio cuenta de la situación — Esta en el pueblo solo hablen con la mayor, ella la cuida — fue golpeado por el otro que se dio cuenta, pero ambos terminaron siendo golpeados y amarrados en dos árboles.
— Eres un idiota — lo miraba incrédulo, pero él otro solo lo devolvió la mirada con miedo — ¿Cómo no te diste cuenta? — su voz demostraba desprecio y mucho miedo — Eres un imbécil — Las lágrimas de su acompañante no dudaron en salir mientras gritaba a súplicas que no pasará nada malo.
Aquella mañana de ese día tu te habías bañado e incluso puesto uno de lo kimonos que más te gustaban de los que te dio Sesshomaru, Tu sonreías trenzado tu pelo que llegó hasta más abajo de tu cintura.
La tarde llegó a su punto de que el Sol ya estaba entrando por el horizonte. Oyuki la anciana te pidió que te quedaras porqué un aldeano vino corriendo agitado llamándola para que vaya a la entrada de la aldea, pues si no iba no se contendrian y destruirían todo a su alrededor ya que ese pueblo era muy grande.
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— ¿Quienes son ustedes? — Pregunto acercándose sobre su caballo a los Samuráis enmascarados — ¿Por qué vienen con armas? ¡¿Quieren guerra?! — su grito exalto a más de uno. Los aldeanos sabían que algo iba mal y se alistaron despachando a sus esposas embarazadas o con hijos lejos de ahí. Esa no era la primera Guerra que presentarían y ya conocían metodos de escape y túneles que ellos mismo crearon y que nadie más que ellos sabian.
