II -Only Ones Who Know

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Only Ones Who know,

Estaba recorriendo las tierras de Hogwarts, corriendo sin parar. Esa había sido mi rutina desde 4º curso. Muchos pensarían que estaba loca, pero correr era una de las únicas cosas que me traían una paz mental. Hacía que tuviera menos estrés y me hacía olvidar de mis preocupaciones, porque mientras lo hacía no pensaba en nada de eso.

Antes de Hogwarts, en primaria, estaba en el equipo de atletismo de mi escuela muggle. Me encantaba, y era una de las cosas que más echaba de menos en Hogwarts. Me gustaba hacer deporte, mi deporte favorito era el surf y correr, pero no me gustaba el Quidditch y era el único que se podía hacer aquí.

Aunque a Lydia le encantaba. Ella había entrado al equipo en cuarto curso, y los entrenamientos de Gryffindor siempre eran muy temprano, antes de que los otros alumnos se despertaran. Por esa razón Lydia y yo aprovechábamos y mientras hacía el camino hasta el campo de Quidditch íbamos juntas, corriendo -a trote para que Lydia no se cansara antes de entrenar-. Después yo me iba por mi cuenta, corriendo alrededor del castillo.

Tenía muchas rutas diferentes y con variaciones. Todo dependía si quería ir cuesta arriba o cuesta abajo, pasar cerca del Lago Negro, cerca de la cabaña de Hagrid, acercarme más o menos al bosque prohibido...

Yo opinaba que Hogwarts era un lugar precioso, quería averiguar todos sus lugares secretos y todos los misterios que se escondían entre las paredes, sin que nadie supiera que estaban allí por descubrir.

Pero a decir verdad, Hogwarts estaba en sus peores momentos, y parecía un lugar oscuro y sin felicidad. Era mi casa, el lugar que me hacía feliz y donde sentía que encajaba, sí, por supuesto que sí, pero durante los últimos años, sobre todo después de la trágica muerte de Sirius Black, todo el mundo notaba que algo había cambiado. Cada vez la guerra se acercaba más, así que Hogwarts era un lugar cada vez más frío.

Pero no quería pensar en eso, así que seguí corriendo con la mente en blanco hasta llegar a la entrada de Hogwarts para volver a mi dormitorio. Entré en la sala común de Gryffindor, teniendo que primero decirle la contraseña a la Dama Gorda para entrar a la cálida sala.

Subí por las escaleras hasta llegar al dormitorio de las chicas, donde ellas se acababan de despertar, así que las saludé antes de meterme a la ducha. Me arreglé, vistiéndome con el uniforme, peinando mi largo rizado cabello y poniéndome accesorios como mi perfume de coco, pulseras y mis Converse rojas alistándome para mi primer día oficial de sexto curso.

Solo me quedaba un año para acabar con mis estudios, y aún no sabía qué demonios iba a hacer con mi vida más tarde. En la escuela no teníamos preocupaciones, a menos que los exámenes y deberes contaban, pero para mi no, eso no eran verdaderos problemas. Las verdaderas preocupaciones de la vida era independizarse, conseguir un trabajo y mantenerlo, cuidarse a uno mismo, pagar una casa... Todo eso me aterraba de verdad.

Cuando estaba lista miré mi horario para acordarme de las clases que me tocaban. Mi primera clase era Defensa Contra Las Artes Oscuras, una clase que se me dio normal tirando a bien el año pasado, con la horrorosa profesora Umbridge. Aunque no me gustaba para nada el profesor Snape, era un poco mejor que la antigua profesora, así que mucho no me podía quejar.

Además los puestos de esa asignatura no duraban mucho, porque antes de que acabara el curso todos se retiraron o se les despedía porque les había pasado algo. El mejor que habíamos tenido era sin duda Remus Lupin, me entristecí mucho cuando se marchó.

—¿Enserio tienes todas esas clases? —preguntó Lexi a Lydia, incrédula mientras caminábamos hacia nuestras aulas—. Yo tengo un montón de tiempo libre.

Brainstorm -Theodore NottDonde viven las historias. Descúbrelo ahora