Draco y tú estabais en la sala común de Slytherin una vez más, esta vez solos, pues era tarde.
Ambos os quedasteis haciendo múltiples tareas que habíais atrasado, algo que por esta experiencia no volveríais a hacer.
— ¡Joder! — Draco frunció el ceño, levantándose de la mesa estresado por no lograr seguir con lo que estaba haciendo, a falta de ideas.
El rubio caminó hasta la chimenea y volvió cerca de la mesa, dejándose caer en un sillón pasándose la mano por el pelo, con los botones superiores de la camisa desabrochados. Tras todo el día, estaba cansado, al igual que tu, pero no os quedaba otra que seguir haciendo lo que os quedaba.
— Ya queda poco, no te preocupes — trataste de calmarlo — ¿te ayudo?
Draco suspiró, volviendo a la mesa y sentándose a tu lado.
— Por favor... — sonrió levemente, apoyando la barbilla en la palma de su mano.
Le explicaste a Draco lo más detalladamente que pudiste el trabajo, aunque él, en vez de atender a tu explicación solo te miraba. Rato después, entrada la madrugada, ambos terminasteis todo lo que teníais que hacer, pese a la pésima atención de Malfoy.
Una vez recogisteis, Draco se inclinó hacia ti y te acarició la cabeza, despeinándote.
— ¿Qué haría sin ti? — sonrió, agachándose para darte un beso en la cabeza, para después moverse a tus labios, besándote mientras sonreía.
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