001

26 4 0
                                    

17 de mayo de 1986


Madison estaba en su cuarto ya recuperada de las heridas sangrientas, pero se le había quedado la marca de la mordida y tres cicatrices le surcaban la cara. Pero eso no quitaba que ahora era una mujer lobo. Todo iba de mal en peor por lo que conllevaba ser de esa especie. Escuchaba todo con más agudeza, su olfato había mejorado también, se sentía con mucha más energía, pero eso era una teoría, ya que desde ayer por la noche no había querido salir de su cuarto con miedo. Mucho más ahora que se estaba llevando a cabo el funeral de su padre en el cementerio de la familia, no se veía capaz de aguantar las miradas sobre ella por la reciente pérdida. Aunque muy pocas personas sabían que ella era ahora una licántropa. Lo que sí sabía todo el mundo era que ya no podía ver, que era ciega. La versión que se había contado al público fue que ella tuvo un episodio de magia y ocasionó un accidente que la dejó sin vista. En cuanto a su padre… había sido en su viaje de vuelta del norte. Una criatura se le había acercado por la espalda y… bueno, lo mató. 

Madison suspiró por decimocuarta vez en el día jugando con el bastón que le había dado su madre para que se fuera acostumbrando a caminar y orientarse con él. Aunque ella no estaba del todo ciega, podía ver sombras, o bueno, mejor dicho, reflejos. 

Los invitados al funeral estaban en la planta principal de la casa. Les podía oír a todos hablar en sus respectivos grupos, todos a la vez. Era un dolor de cabeza. Salió de su habitación con algo de torpeza y se asomó por las escaleras. Agudizó el oído para tratar de localizar a su madre hasta que lo consiguió. Ella estaba junto a sus amigos más cercanos y que había tenido la oportunidad de conocer antes de perder la vista. Estos eran: Albus Dumbledore, Remus Lupin, Minerva McGonagall, los Tonks y sus abuelos tanto maternos como paternos. El joven merodeador notó a la menor de los Grindelwald en las escaleras dudando en qué hacer, así que con una pequeña sonrisa subió las escaleras hasta estar a su lado.

─ Hola ─le saludó él y con delicadeza posando una mano en su hombro.

─ Hola ─le susurró con voz quebrada al reconocer su voz.

─ ¿Quieres bajar?

Pero Madison no contestó, ella estaba agarrando con fuerza su bastón aguantando las ganas de llorar. Nada iba a ir bien en su vida a partir de ahora, ella lo sabía. Era una criatura que todo ser mágico odiaba. Era un monstruo. Lupin al parecer notó la lucha en su expresión y la llevó a un banco para alejarla, más que sea, un poco del ruido.

─ Cuéntame ─dijo acariciando su cabeza para relajarla.

─ He perdido a mi padre y para colmo soy una niña lobo y ciega, el universo me quiere amargar la vida ─dice cabizbaja y con lágrimas en los ojos.

─ Escucha, Mads. Sé que esto es difícil para ti, pero nos tienes a mí, tú madre, y mucha más gente que te apoya en estos momentos y está abajo. En cuanto a la licantropía yo te puedo ayudar. También soy un licántropo y entre nosotros nos ayudamos ─Madison asintió─. Seguramente tienes dudas de lo que pasará ahora en adelante, así que échalo.

─ ¿Me transformaré cada luna llena?

─ Sí, para eso tu madre tiene que hacer una habitación para ti reforzada, tienes que saber que los hombres lobo son muy fuertes.

─ ¿Duele? ─el mayor suspiró.

─ A ver, cómo te lo explico… La primera transformación siempre duele… Del dolor no te libras, date cuenta que tu cuerpo cambia completamente.

─ ¿Y cómo es? ─Lupin dudó en contarle para no asustarla─. Cuéntamelo, no soy débil como otros niños de mi edad.

─ Eso lo tengo más que claro, Mads ─le sonríe, pero se acordó que ella no podía verlo─. Pues, verás. Se te empieza a estirar la cara para formar un hocico, se te estiran las piernas como las de un lobo, te crece pelo por todo el cuerpo, el mío por ejemplo es gris; te salen las orejas y rabo. Ya sabes, te conviertes en un lobo pero con forma de humano, no sé si me explico.

ɢʀɪɴᴅᴇʟᴡᴀʟᴅ || harry potter eraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora