Prólogo

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Hace dos mil años...

Si estás volando directamente a un huracán, es probablemente útil ser un dragón que puede ver el futuro.

Y otra vez, si eres un dragón que puede ver el futuro, lo más probable es que seas demasiado inteligente como para volar directamente hacia un huracán.

Y todavía, acordando con las visiones de Clarividente, eso es exactamente lo que tenía que hacer.

Ella sacudió sus alas negras, que ya estaban cansadas por lo tanto que había volado toda la mañana y el día anterior. Sus garras de aferraban a la roca mojada y resbaladiza debajo de ella. Sus escamas sentían comezón por la sal que le rociaba el océano. Encima de ella, el sol se asomaba cansado a través de las grietas de las nubes grises y opacas.
Ella cerró sus ojos, recorriendo los caminos futuros adelante de ella.

En una dirección —sur y un poco al este— había una pequeña isla con una cálida arena. Dos cocoteros asintiendose el uno al otro y habían tiburones tigres flojos para comer. El huracán lo pasaría por completo. Si iba allí, Clarividente descansaría, comería y dormiría segura. Después podría continuar en dos días, después que la tormenta terminara

Pero en la otra dirección —un largo viaje al oeste y un poco al norte— el continente olvidado la estaba esperando

Ella sabía que era real. Cuando dejó Pirria para encontrarlo, ella medianamente esperaba dar la vuelta al mundo y regresar en la otra costa de Pirria. Nadie estaba seguro de que otro continente existiera... Y si lo fuera, todos sabrían que estaba muy lejos como para volar hacia allá. Cualquier dragón se cansará, caerá al océano y se ahogara antes de llegar.

Pero Clarividente no era cualquier dragón. Ella tenía algo que nadie más tenía: la habilidad de cuidadosamente recorrer caminos de múltiples futuros. Parada en la punta de Pirria, ella podía ver cuál dirección tomar para llegar a una isla en la que pudiera descansar. Y para el otro día: otra isla. Cambiando su rumba cada día, guiada por sus visiones, ella encontró un camino de pequeñas islas que la llevarían a cruzar el océano sana y salva.

Una ráfaga de viento rugió sobre ella, salpicando un puñado de gotas de lluvia en su cabeza.

El huracán casi estaba sobre ella. Si no se iba ahora, los dragones del continente perdido morirían. Dragones que algún día podrían ser sus amigos, si ella los salvaba. Los dragones no tenían idea de lo que se avecinaba, porque no había nadie allí para advertirles.

Por ahora.

Clarividente respiró hondo, saltó hacia el cielo y apuntó hacia el oeste.

Su mente inmediatamente comenzó a repasar todas las formas en que podría morir en los próximos dos días. Por eso odiaba volar en tormentas. eran demasiado impredecibles; el más mínimo movimiento del viento en la dirección equivocada podría hacerla caer a las rocas de abajo, o hacer que una rama de palmera perdida atravesara su corazón.

No pienses eso. Piensa en los dragones que te necesitan.

La otra visión se estaba desvaneciendo; aquella en la que voló hacia el sureste y se escondió. En esa, ella había llegado al continente perdido después del huracán. Las imágenes de devastación y cadáveres serían difíciles de eliminar, incluso si ella las impidiera en la realidad.

¿Me creerán? ¿Me escucharán? En algunas de sus visiones, así fue; en algunos, no lo hicieron.

Todo lo que podía hacer era volar con todas sus fuerzas y tener esperanza.

El huracán luchaba contra ella a cada aleteo, como si supiera que estaba intentando arrebatar víctimas de sus garras. La lluvia la azotó ferozmente. Sentía que en cualquier momento la llevaría al mar infinito. O tal vez se ahogaría aquí, en el cielo anegado

Alas de Fuego #11: El Continente Perdido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora