CAPITULO 2
De otro mundo
La puerta se abrió de golpe, empujada por la prisa. El frío viento marino del atardecer acompañó a un joven apuesto que entró en la habitación. Alto y castaño, su figura destacaba por su imponente presencia y sus notables cualidades físicas.
—¡Henry, finalmente estás aquí!—exclamó una hermosa chica, dando unos pasos hacia adelante para recibir a su hermano con un abrazo afectuoso. Asimismo, el Sr. Bardon, quien el padre de Henry, dio a conocer su presencia a cierta distancia: —Llegas a tiempo, hijo mío.
—¿Cómo está? —preguntó Henry con el rostro lleno de preocupación, mientras se desprendía de su abrigo con la ayuda de la sirvienta.
—Inestable, tiene fiebre alta y no ha parado de temblar—. Esta vez fue su madre, la Señora Miranda, quien contestó. Lucía visiblemente nerviosa, con el rostro enrojecido por la angustia, se encontraba sentada en un sillón al borde de la cama.
Henry tomó asiento, ocupando el lugar de su madre. Entonces, con detalle, se fijó en el muchacho y se dio cuenta que, sobre aquellas sábanas blancas, su rostro lucía exageradamente empapado de sudor, perlado por el incesable calor que brotaba de su cuerpo. Desvió la vista súbitamente y, con tacto atento, cálido y significativo, posó su mano sobre su frente, percibiendo enseguida con sus dedos la temperatura alta. Tomó la delgada mano y examinó su pulso. Consecuente se dirigió hacia sus ojos que, con mucho cuidado los entreabrió y revisó las pupilas grisáceas que poseía el muchacho.
Después de tantos segundos más de revisión. Henry finalmente se incorporó en su sitio, y la habitación quedó en un silencio denso y difunto.
—Por favor, hijo, di algo, no nos dejes con esta angustia—expresó su madre de repente, con voz entrecortada por la preocupación.
Henry entreabrió los labios, pero le llevó un largo tiempo articular las palabras: —Lo siento —dijo al final, su tono casi susurrante y cargado de susceptibilidad. El peso de su declaración afectó a todos los presentes, cuyos rostros se contrajeron aún más por la aflicción.
—¿Cuánto tiempo le queda? —preguntó el Sr. Bardon, siendo franco y directo en la situación. Tarde o temprano, sabía que llegaría este momento, pues la salud de aquel muchacho nunca había mostrado signos alentadores de mejora, sino todo lo contrario.
—Estimo poco tiempo—respondió Henry. Una situación parecida nunca se había sentido tan devastadora, tal vez era porque la persona frente a él desprendía una soledad tan triste, que su intensidad penetraba su propio corazón.
—¿Morirá?—habló Seryl, ciertamente había pena en su hermosa mirada. —¿No hay nada que podamos hacer por él?
—Lamentablemente, nuestro conocimiento sobre sus males es nulo. Los diagnósticos no son suficientes para determinar qué es exactamente lo que padece —respondió Henry con pesar, reflejando la incertidumbre que rodeaba la situación.
—Pero no puede terminar así —negó la Señora Miranda, mostrando una angustia aún mayor que la de todos los presentes.
—Madre, no veo qué más podemos hacer. Me temo que los medicamentos no están surtiendo efecto en él. Sus lesiones siguen siendo graves, su pulso es débil, está deshidratado y su fiebre ha aumentado considerablemente. Sea cual sea la causa, no logro entender cómo sigue con vida —explicó Henry.
—Pero estaba recuperándose, ¿no es así? —replicó su madre. —Al menos se levantaba para observar el mar. ¿No debería ser eso una buena señal?
Un silencio pesado llenó la habitación. La señora Miranda miró a cada uno de ellos, pero nadie le dio la respuesta que esperaba escuchar. Al final, perdió las esperanzas. En el fondo, sabía que no era cierto.
El Sr. Bardon rompió el silencio. —Es muy probable que esta recaída se deba a la transformación que está experimentando su cuerpo. Si está en estado de gestación, no me sorprendería.
—En efecto, para el desarrollo de un embarazo se requiere de mucha energía, su cuerpo no está en las condiciones de poder soportarlo—confirmó Henry, soltando un suspiro pesado.
—¿Y si lo llevamos al hospital del pueblo, tal vez...? —murmuró Seryl.
—No—negó Henry irrevocablemente. —. Nunca nadie debe enterarse de esto. Sería condenarlo a la ciencia como objeto de estudio. Además, la gente se volvería loca si se llegaran a enterar que un hombre puede estar embarazado, lo condenarían a muerte, al creer que es un monstruo.
—Bueno, tal vez no sea un monstruo, pero de todas formas sugiero investigar en la sección de lo sobrenatural. Insisto en que no deberíamos ignorar ese detalle.
—Creí que ya lo habíamos hablado, querida hermana, él no es una criatura sobrenatural proveniente de creencias o historias ficticias.
—Henry, por favor, no te ciegues ante una insólita evidencia. Él está embarazado.
—Evidencia que sin duda no tiene nada que ver con criaturas extrañas, magia y esas cosas que carecen de absoluta veracidad lógica. Lo que insinúas es indudablemente absurdo.
Replicó Henry mientras se levantaba exasperado de la silla. En cambio, la chica, con la terquedad que a veces heredaba de su hermano, se mostró aún más molesta. Aunque normalmente era comprensiva y calmada, cuando su hermano se negaba a escuchar, simplemente se revelaba:
—Por supuesto, la realidad es tan normal como que el chico está en estado, que va a traer a un niño en su vientre a un mundo en donde solo las mujeres pueden hacerlo. Por supuesto, es tan normal como que las maravillosas medicinas de la ciencia no pueden curar ni una herida. ¡No me vengas con que lo que digo es absurdo!
Henry se sorprendió mucho al escuchar a su hermana alzar la voz. Ante esto, solo permaneció en silencio con impotencia, pensando y analizando. Pero lo sobrenatural era tan..irracional.—. Imposible, es imposible, él no es lo que tú piensas.
El Sr. Bardon intervino en la discusión: —Creo que la palabra "imposible" ha dejado de ser creíble desde el momento en que el muchacho ha llegado a esta casa, hijo mío.
—Pero es que es tan absurdo, padre, él es como nosotros, por dios, es un ser humano.
—No estoy diciendo que debemos aceptar la opción de tu hermana, pero tampoco podemos tacharla, debemos de estar preparados para cualquier situación. Sea lo que sea este chico, mantener la mente abierta ante diversas posibilidades es lo más sensato que podemos hacer. Tan solo el hecho de que él esté...—se cortó él mismo sintiéndose un poco aturdido, ya que aún le era difícil pronunciar la palabra "Embarazado". Era algo nuevo y al mismo tiempo impactante para él. Por lo que en vez de ello dijo: —Esperando a una pequeña criatura, ya está fuera de lo común, Henry.
Volviendo a tomar asiento, Henry lo consideró por un momento. —Y suponiendo que increíblemente fuera cierto, si fuera uno de los que mi hermana insinúa ¿Existe la posibilidad que haya registro alguno que mencione exactamente que un hombre pueda gestar?
—Si existió o no, entonces debemos averiguarlo. Tenemos que buscar en los libros—contestó Seryl.
Henry calló, y agotado de sostenerle la mirada a su hermana, inhaló aire, apretando los ojos, dijo: —Si tan solo no rechazara la medicina—. Los ojos de Henry corrieron al chico de cabellos albinos que descansaba sobre la cama, de cierta forma estos hilos hermosos habían perdido su brillo. —¿Por qué no puedo curarlo?
—Cariño, estás haciendo todo lo que está en tus manos.— De inmediato, la Sra. Miranda vio a su hijo levantarse y caminar deslizándose de un lado a otro, mientras su mano se posaba sobre el puente de su frente declarándose fastidiado y molesto.
—¡Es que me llena de impotencia, madre, me siento inútil al no poder ayudarlo! —espetó Henry en movimiento.
—Lo sé, mi vida, pero no ganas nada al recriminarte de esa manera— le dijo ella, acercándose y tomando a su hijo por los hombros cariñosamente.
—Sí, tu madre tiene razón. No ganamos nada lamentándonos por no poder ayudarlo. El misterio que trae este muchacho es de otro mundo, es algo que está más allá de nuestro alcance —murmuró el Sr. Bardon, con una expresión de resignación en su rostro, mirando al joven que yacía con los ojos cerrados sobre la cama.
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DIVINO// Harco-Mpreg//
FanfictionComo las olas, llegas. Envuelto en magia, me invades, me llenas. Y cuando quiero que te quedes, te vas. Y cuando menos lo espero, estás. Poesía de Emma Arévalo.