CAPITULO 4
Harry Potter
Uno de esos días, un hombre de repente apareció en la puerta de la casa de los Stevens. En ese momento, la sirvienta se asomó por la puerta interrumpiendo a Henry. —Joven, hay un hombre buscándolo en la sala.
—¿Un hombre?—preguntó Henry, desconcertado.
—Si, llego hace un momento—contestó la chica.
Henry bajó a la sala y pudo encontrarse con aquel desconocido que de improviso había llegado a la puerta de su casa.
—Mucho gusto, Willian Koch, para servirle —. Un señor de cuarenta años aproximadamente se presentó con cortesía. Con la mano derecha el Señor Koch conjeturo un apretón de manos con Henry. En la mano izquierda traía consigo un maletín bordo de cuero antiguo, haciendo juego con el abrigo gris deslucido que traía puesto sobre su cuerpo semidelgado.
—Por favor ¿Desea tomar algo?— considerando la tarde un poco friolenta, Henry le ofreció amablemente una taza de té.
—No, muchas gracias—le contestó este.
Henry respetó su decisión, haciendo un ademán silencioso a la sirvienta para que se retirara. La sala quedó vacía dispuesta únicamente para ellos dos. —Bueno, ¿Entonces en qué puedo ayudarle?
El hombre dejó su sombrero negro que sostenía en la mano para poder levantar su maletín y colocarlo sobre sus piernas. —He escuchado que el Señor Steven ha estado buscando una medicina poco usual por el pueblo estos días.
Consternado, Henry procesó la información, ¿Cómo es que su visita a la pequeña plaza en el puerto del pueblo se había esparcido rápidamente? Sin embargo, si aquel hombre había venido hasta la puerta de su casa, tomándose tanta molestia ¿No significaba acaso que podría tener información al respecto de lo que estaba buscando? La esperanza creció en su interior e inmediatamente preguntó: —¿Es posible que usted sepa algo al respecto?
Cuando el seguro del maletín se abrió hizo ruido, y el señor Kock expresó una sonrisa. De repente se vio sostener algo entre sus manos: — El extracto de la flor de Kadupul. ¿Será esto lo que el médico del pueblo ha estado buscando?
La imagen captó el interés de Henry. El señor Koch había sacado un frasco pequeño color púrpura de su maleta. Le mostró entre sus manos. Pero Henry al haberse quedado sorprendido por el frasco, tardó unos segundos en levantar los brazos para recibirla.
—Estoy verdaderamente asombrado, me ha cogido desprevenido. ¿Es usted algún tipo de especialista en la rama de la medicina alternativa?
El hombre le contestó:—Este hombre solamente es un simple cultivador en las montañas, que va de visita por los diferentes pueblos para ofrecer sus productos caseros. Cuando escuche que alguien estaba buscando esta valiosa pócima de Kadupul, me causó mucha curiosidad de quien se trataba, ya que esta sustancia es muy especial y no cualquier sabe de ella.
Después de escucharlo, Henry sintió algo extraño en sus palabras, preguntó. —¿Qué quiere decir con eso?
—Lo que quiero decir es que la flor de Kadupul es casi como una leyenda. Se dice que solo florece una vez cada dos años, y obtenerla es extraordinariamente difícil, si no imposible. Con el tiempo, la gente llegó a creer que esta flor simplemente no existía, y su nombre y cualquier rastro de ella fueron olvidados por la sociedad. Solo aquellos que han vivido más de cien años podrían tener algún conocimiento de ella.
—¿Y usted cómo sabe de ella?
—Mi padre me habló sobre las valerosas funciones de esta hermosa flor, y además me obsequió la infusión hecha por mi propio abuelo, a quien lamentablemente nunca conocí para preguntarle directamente cómo la consiguió. Ahora que sé que el señor Steven sabe de ella, me causa mucho interés saber cómo fue que usted se enteró.
Henry, visiblemente conmocionado, murmuró con cuidado, evitando revelar detalles comprometedores: —Bueno, supe de ella gracias a un libro antiguo que encontré en la biblioteca. Estoy investigando alternativas de curación para un propósito muy relevante, así que preguntar por este antídoto fue inevitable. Entonces, por favor dígame, ¿cuánto le debo?
—Si está de acuerdo, le obsequiaré el antídoto si me dice específicamente en qué lo utilizará. También, sería muy amable si me permitiera echar un vistazo al libro que le permitió conocer sus características curativas. Un escrito así debe ser verdaderamente transcendental —dijo el Señor Koch.
Henry dudó en cumplir esa dos peticiones, primero no podía revelar que el antídoto era para un chico que estaba enfermo sobre una cama, y segundo, no podía mostrarle el libro, ya que tal libro era uno muy extraño que había encontrado en la biblioteca que se encontraba en el sótano de su casa, el mismo lugar donde raras cosas yacían escondidas.
Dado que aquel libro no tenía un aspecto muy normal, cualquier persona que la viera, pensaría que estaría loco para sostener un libro que parecía de hechicería, es más, cualquiera asumiría que él era algún tipo de brujo supersticioso, su reputación de un médico reconocible indudablemente se vería afectada.
Cuando estuvo a punto de inventar cualquier excusa, de pronto fue un grito despampanante que destruyó sus palabras.
—¡Joven Henry, señor!— gritó la sirvienta, bajando las escaleras escandalosamente, haciendo que Henry se pusiera en alerta.
—¿Qué pasó?
—Convulsiones. Señor. Otra vez.
Henry se precipitó subiendo las escaleras con palpable preocupación, dejando al visitante solo en la sala, sin preocuparse por las formalidades de la hospitalidad. Con pasos desesperados Henry abrió la puerta con un azoté vibrante. Seryl yacía dentro, luciendo desesperada, mientras trataba de calmar al muchacho quien se retorcía sobre la cama con pequeños y ligeros lamentos.
Inmediatamente se acercó a la cama y comprobó la peligrosa temperatura del chico albino. El chico sudaba gravemente y movía la cabeza de un lado a otro como si una horrible pesadilla le acechaba en su cabeza. En la habitación solo se escuchaban fuertes consonantes reprimidas que salían de su boca, pero que poco a poco se vieron disminuyendo en el acto de su epilepsia.
—Suéltalo—le ordenó Henry a su hermana.
—Pero va a lastimarse.
—Va a cesar—le dijo, calmándola.
Los gritos habían cesado finalmente, sin embargo su expresión dolorosa aún permanecía en el rostro del chico. Henry cayó sobre el sillón que suele estar cerca de la cama, mientras que Milly, la sirvienta, rápidamente se puso en movimiento cogiendo el trapo mojado para limpiar el sudor que el muchacho traía en el cuerpo. Cuidadosamente, junto a Seryl, empezaron a acomodarlo entre las mantas, y la actividad de ellas era lo único que por ahora se escuchaba entre las paredes. —Tuvo una pesadilla.
—Probablemente, sus lamentos fueron desgarradores, debió soñar algo terrible—Seryl le concedió la razón. Su mente parecía esforzarse en comprender algo, lo que hizo que se quedará en suspenso por un momento. —Él dijo...él dijo una palabra.
Henry la miró. —¿Qué fue exactamente lo que escuchaste?
En su mente, Seryl lo meditó dos o tres veces, hasta que de repente sintió que por fin había comprendido y que finalmente había encontrado sentido en los innumerables lamentos que el chico había expresado durante su ataque. Sin embargo, justo cuando estaba a punto de formular sus propias palabras para compartir su comprensión, alguien más interrumpió su pensamiento.
—Harry.
Desde atrás, el Señor Koch habló mientras estaba parado en la puerta, como si hubiera estado allí desde hacía mucho tiempo. Había subido las escaleras y seguido a Henry, quizás incluso había presenciado la escena desde el principio hasta el final.
—Él dijo: Harry Potter.
ESTÁS LEYENDO
DIVINO// Harco-Mpreg//
FanficComo las olas, llegas. Envuelto en magia, me invades, me llenas. Y cuando quiero que te quedes, te vas. Y cuando menos lo espero, estás. Poesía de Emma Arévalo.