Capítulo 5

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Minutos después de esa descarga de ira, mamá llegó y como no contesté cuando me llamó como solía hacer siempre, ella corrió hacia mi habitación

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Minutos después de esa descarga de ira, mamá llegó y como no contesté cuando me llamó como solía hacer siempre, ella corrió hacia mi habitación.

Me encontró tirada en el piso, rodeada de cosas rotas, con fragmentos de cristal alrededor y sangre en mis manos. Pude escuchar su grito y el como se movía rápidamente de un lado a otro en la habitación. Me preguntó cómo y por qué lo había hecho, pero yo no supe qué contestar.

No pude hacerlo.

Mi voz se había perdido completamente y sé que si hablaba, no saldría absolutamente nada.

Me limpió y también a la habitación, recogió todo y me dio un baño, curó mis heridas en el proceso, intentó hacerme hablar de nuevo, pero me negaba. Intentaba que comiera algo, pero realmente no tenía ganas de hacerlo.

Cuando llegó la hora de dormir ella se quedó a mi lado porque aún temía que el ataque de ira regresara y volviera a hacerme daño, aunque ya había quedado claro que no tenía ganas ni fuerzas para hacer algo.

Y así, entre lamentos y furia, el primero de los días más tristes y solitarios de mi vida transcurrió.

•••

A la mañana siguiente, mi madre me despertó, me hizo tomar un baño (con su ayuda obviamente) e intentó que comiera. Pero su plan no salió como ella lo esperaba.

Después de unas palabras sobre confiar en ella y que no debía sentirme mal, intentó irse a trabajar, sin embargo, al final decidió que sería mejor quedarse conmigo.

"Solo por si acaso" había dicho, aunque yo sabía que no confiaba en dejarme sola.

Me la pasé el resto del día tirada en el sofá y pensando sobre todo lo que había sucedido el día anterior, con mi madre a mi lado en completo silencio.

¿Por qué, Jisoo?, ¿Por qué tú?

De todas las personas que había conocido en mi corta vida, ella había sido de quien menos me esperaba esa traición, y por ende, era aún más doloroso.

Creí que de verdad estábamos teniendo "esa" conexión especial. Que ella era sincera. Creí que de verdad quería ser mi amiga sin importarle como era, y como la tonta que soy había sido atrapada en su telaraña de mentiras, donde esperaba para devorarme en cualquier segundo.

Y vaya que lo había hecho.

Sin saber cómo, ni por qué, ella había atrapado no solo mi cuerpo, sino también mi corazón, y eso solo hacía que la cicatriz que creí cerrada volviera a abrirse.

Era horrible.

Era como si me hubiese atropellado un tren, o como si me hubiesen atravesado el corazón con flechas, y por un momento pensé que los cristales del espejo roto se habían enterrado en él... Era como si... Se me hubiese partido el corazón en miles y miles de pedazos.

Y así había sido.

Porque, sin querer, yo me había enamorado de ella.

Y ella me había rechazado de la peor manera posible.

Sequé las lágrimas traicioneras que se resbalaron por mis ojos y con una sonrisa rota, susurré.

—Soy una tonta.

Mamá pareció escucharme, porque a los segundos sentí como sus brazos me rodeaban y sus labios posarse en mi cabeza.

-Por supuesto que no lo eres, cariño - murmuró con cariño, separándose levemente.

—Lo soy, mamá. Soy la persona más tonta del mundo.

—Claro que no. Mi niña es la persona más inteligente del mundo -aquellas palabras solo me hicieron querer reír, pues las había pronunciado en un tono tan serio y dulce, no obstante, estaba tan destruida por dentro que no pude hacerlo—. ¿Quién te dijo que eres tonta?

—No lo dijo, pero... L-lo demostró y... Es cierto. Es cierto, mamá.

La abracé con más fuerza y escondí mi rostro en su pecho, soltando poco a poco más lágrimas.

-Dime quién fue. Voy a hablar con sus padres.

Con mi cabeza aún en su pecho, negué. Ni siquiera yo conocía a sus padres, y dudaba demasiado que mi madre pudiera hacerlo.

-Duele...

Mamá acarició mi cabeza con sus dedos y durante unos segundos no dijimos nada. Nos mantuvimos en silencio en aquella posición tan reconfortante.

—Cariño.

-E-ella... Ella rompió mi corazón, mamá.

-¿Ella? —pareció pensarlo durante unos segundos, cuando murmuró—. ¿Te refieres a la chica del parque?

Cuando me tensé entre sus brazos y mi llanto incrementó, ella supo que había dado en el clavo.

-Oh, cariño -susurró con voz dulce y reconfortante-. Pero... Hablabas tan bien de ella... ¿Cómo pudo hacer semejante cosa?

—No lo sé, no lo sé —apreté la tela de su suéter de lana y cerré los ojos con fuerza, como si eso fuese a hacer que el dolor desapareciera-. Solo sé que... Que soy una tonta y que nunca debí confiar en ella.

—Mi amor...

—E-ella me engañó... Yo... Yo creí que era diferente... Creí que de verdad... -sorbí mi nariz y la abracé con tanta fuerza que temí hacerle daño. Pero ella no dijo nada, solo me escuchaba en silencio y se dedicaba a acariciar mi espalda—. Creí que de verdad podía confiar en ella... Pero me equivoqué... -finalicé, con la voz completamente rota. Eso indicaba que la charla había finalizado para mí. No hablaría más.

Mamá plantó un beso en mi cabeza y nos quedamos abrazadas en el sofá durante el resto de la tarde. No insistió en que debía separarme, mantener una charla caminar un poco o comer, ella me entendía, y lo agradecia infinitamente. Como todo el día, solo estaba allí dejando que llorara y la abrazara, dándome caricias y besos en la cabeza. Y eso era justo lo que yo necesitaba.

Al finalizar el día me dio un baño para tratar de eliminar el rastro que las lágrimas habían dejado en mi rostro, me puso un pijama y me llevó a la cama.

Cuando estuve posicionada para dormir, ella empezó a acariciar mi cabello y a tararear una canción de cuna, justo como solía hacer cuando era pequeña y le pedía que se quedara conmigo hasta que los monstruos desaparecieran.

Cerré mis ojos con fuerza, a sabiendas de que no se diferenciaba nada a cuando los tenía abiertos, pero hacer eso me daba seguridad.

Los minutos pasaron y cada vez me sentía más relajada, aunque el dolor seguía ahí.
Mamá dejó de tararear en cuanto sintió que me estaba quedando dormida, y sentí que retiraba su mano.

No tengo idea de si era producto del sueño, o del dolor de mi corazón, pero lancé una pregunta a mi madre que no le hacía desde que tenía ocho años.

—Mamá... ¿Por qué nadie me quiere?

A pesar de que susurré con una voz demasiado débil y rota, ella pareció escucharme, porque después de ello me plantó un beso en la frente.

—Yo te quiero.

Iba a decir que era distinto, pero quise agradecer que al menos me haya intentado animar.

Después de se momento salió de la habitación y me dejó intentando dormir en la oscuridad.

Nuevamente sola y con el dolor que empezaba a crecer.

Eyes / ChaesooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora