Parte 1: El impacto

1 0 0
                                    

                                                                                                                                       Buenos Aires, Septiembre 2005

No me siento nervioso. Estoy ansioso. La última vez que estuve en mi país, Argentina, fué hace 5 años. Me fuí cuando tenía 22 años, como se suele decir, con el corazón roto y nunca más volví. Si bien trabajar en el exterior era una de mis metas desde que era pequeño, cuando la conocí, todo eso cambió.

Ahora, me encuentro en el avión, regresando a mi amado país y haciendo que leo un libro, pero mi mente está en otro lado, es imposible no intentar recordar su rostro, ¿habrá cambiado? Cuando comenzó el auge de Facebook, intenté buscarla por su nombre pero no aparecía, y lo sabía, ella no pondría su nombre y apellido simplemente, ella no era así, le encantaba el misterio y la complejidad. Por un lado, me convenía no verla, sino iba a tener que volver desesperadamente.

En ese entonces, me había recibido como psicólogo  en la Universidad de Buenos Aires, y cuando la conocí estaba realizando una especialización en psicoterapia cognitiva-conductual y trabajando en mis primeras pasantías. Cuando la conocí, ella me desestabilizó toda doctrina, todo pensamiento. Ella logró hacerme dudar, ella conmovió mi corazón.

Desde pequeño me interesó analizar las conductas de las personas, y podría llegar a culpar a mis padres, ambos psiquiatras, pero no. Ellos intentaron que busque hacer lo que me haga feliz, me mandaron a teatro, a tocar instrumentos musicales, a talleres de arte recreativos, pero no, yo sólo quería leer y leer y entender porqué somos así y porque hacemos lo que hacemos. Mi madre era fanática del escritor Hermann Hesse, y decidió llamarme Demian, como era de esperarse. Ellos decidieron no tener más hijos, por lo que tenía muchos amigos y amigas en la infancia, los que yo "usaba" para ser parte de la sociedad, como alguien "normal" y pasar desapercibido. Fué duro lo de pertenecer para no estar solo, porque estaba rodeado de gente pero me sentía solo igual. No sé qué era peor.

Afortunadamente, mis dos mundos internos pudieron convivir y coexistir con ese mundo exterior, el cual era demandante, a veces cruel y vertiginoso.

Desde chico sabía que quería ser psicólogo, sobre todo quería coordinar grupos donde compartir pensamientos, sentimientos y lo que pudiera surgir en cuánto a lo emocional, por eso apenas terminé el secundario, me inscribí en la UBA y gracias a mis padres, pude realizar muchas materias por año, por eso terminé bastante rápido la carrera, además de que era un devorador de libros.

Apenas cumplí 22 años me recibí y ya me encontraba realizando pasantías en un colegio secundario como integrador escolar. Me gustaba intervenir en la educación, si bien no había transitado muchas cuestiones adolescentes conflictivas, sabía muy bien lo que era atravesarlo y encima tener que resistir las presiones estudiantiles, pero ese año iba a ser muy distinto. Ese año mi vida iba a cambiar para siempre.

Nunca me voy a olvidar ese día.

Recuerdo más de lo que quisiera ese momento en marzo del año 2000. Yo manejaba una moto porque bueno, odiaba utilizar el transporte público y manejar autos nunca había sido mi pasión, de alguna manera sentía que podía controlar la moto con mi cuerpo y me generaba estar más despierto y activo para con el resto. Vivía solo, en un departamento tipo duplex por el barrio de Belgrano, en mi favor, había heredado de mi abuelo un departamento y bastante dinero para cuando cumpliera 18 años, al ser hijo único, todo eso fue mío. Internamente, hubiese preferido tener hermanos o hermanas.

Nunca me despertaba tarde, no soy una persona de hacer todo a las corridas, me gusta tomarme mi tiempo para todo y siempre desayunar antes de salir, pero ese día, como nunca, me quedé dormido y era mi primer día en un colegio nuevo. Armé mi mochila lo más rápido posible, me puse unos jeans negros, remera negra y una campera de cuerina negra, por supuesto, siempre respetando mis rasgos "góticos" desde la adolescencia y convirtiéndolo en un aspecto más adulto. Tomé mis llaves, el casco y salí.

Soy un conductor respetuoso y prolijo, pero ese día manejé como los infiernos. Cuando estaba manejando mi honda v-men de 125cc, pasé muy cerca de otra moto, no vi bien, sólo sentí que la pasé bastante cerca y fue una imprudencia, pude ver como la persona que manejaba la moto, movió su cabeza de indignación y para mi pesar, aunque ese minuto cambió mi vida, justo me detuvo el semáforo en rojo y la persona me pudo alcanzar. Veo con el rabillo del ojo que se me pone al lado, creo que nunca me voy a olvidar ese tormentoso pero hermoso momento, parecía una película, sentí realmente que el tiempo se frenó, hasta creo que dejé de respirar cuando la ví. Giro mi cabeza completamente y la veo allí, sobre la moto, sin casco (porque en ese momento cualquiera manejaba una moto y sin casco), sonreía plenamente y tenía unos ojos que nunca había visto en mi vida, eran marrones, pero su mirada era tan profunda que te desnudaba el alma. Su cabello era largo y muy negro y lo tenía en una trenza. Entonces me dijo, sonriendo y suspirando:

–¿Qué sorpresa no? Al fin y al cabo, todos terminamos en el mismo lugar– mientras señalaba la línea de detención y con su cabeza miraba el semáforo. 

Claramente hacía una alusión a mi movimiento desprolijo para que finalmente me detenga por el semáforo en rojo, pero no podía dejar de mirarle los ojos aunque me costaba mucho sostener su mirada, era demasiado intensa. Y todo se detuvo, fue un minuto en donde me di cuenta que nada volvería a ser igual, al menos en mi. Conocí un sentimiento que nunca había sentido, ¿era esto enamorarse a primera vista como decían? Yo sabía que eso era imposible, pero ¿Qué estaba sintiendo entonces? El corazón me latía a mil, sentía que no estaba respirando y nunca me quedaba sin habla, estaba paralizado. Me seguía mirando con esos grandes ojos como esperando una respuesta, pero en algún punto sentí que se regocijaba de lo que estaba ocasionando en mi. Tartamudee:

–Lo...lo siento...– (¿Qué me pasaba?)

Sólo río y avanzó. Físicamente parecía una adolescente, pero su mirada ocultaba algo ancestral. Una bocina me rescató y me devolvió a la realidad. Respiré profundo como si hubiese emergido de las profundidades del océano. ¿Qué extraña es esta sensación? Todo el camino hacía el colegio manejé intentando racionalizar ese sentimiento sin éxito alguno.

Es sorprendente la mente, como después de tantos años, puedo recordar ese momento y sintiendo las mismas sensaciones de ese entonces, hasta puedo distinguir olores, un perfume cítrico, un asfalto lleno de aroma a hojas secas, el olor a frío de una mañana otoñal. Tuve que ir al baño a mojarme la cara. Me miré en el espejo. A pesar de tener una buena genética, mis 27 años estaban dejando estragos. Creo que estos 5 años envejecí de alma, la extrañé mucho y extrañé a la persona que era yo, estando con ella. 

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Feb 20 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

SincronicidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora