Me supo salado el aire. El sol quemaba la piel descubierta y el humo que salía de mis labios no mejoraba mi calor. Tanto tiempo con el mismo sabor de boca que ya me había irritado. No era un hombre que solía fumar. Ya hasta los ojos me ardían por el sol que el mar me volvía a aventar a la cara. Con mi poca empatía tiraría mi rollo de tabaco para que la imagen reflejada se retiraría por tan solo un segundo, pero seria un desperdicio sin tanto beneficio.
Era aburrido estar en esta absurda carabela. Ni la bandera quería bailar. Sinceramente ni se porque salí de los cuartos. Ver las olas es un dolor y las olas están en todos lados que volteé. El aire me asfixia y mas que todos están fumando. No puedo hacer nada mas que fumar y vivir mientras esté a flote. Bebería pero me mataría con el mareó ya existente junto con el alcohol que me intoxicaría los sentidos.
Hasta cierto punto uno ya se acostumbra a esto. Ya han pasado meses de lo mismo. Y saber que estoy mas cerca de él es lo que me hace fumar mas y mas. No me arrepiento de mi decisión, pero aun asi no me gusta. Lo quiero mucho, a él y a mi tierra, pero ha pasado ya mucho tiempo que las memorias con él tan solo son las mas viejas que llevo en sueño. Pronto el sueño terminará.
. . .
Verde. Verde y marrón y rojo y amarillo y... Blanco. Blanco puro y fino. Aire de color blanco y claveles rojos y rosas con orillas blancas se me daban por las mujeres de la tierra. Gente con sonrisas y palabras de hermanos y hermanas en todos lados. La madre patria en su gloria sin duda. Mi unico amor me daba su bendición de familiaridad y la paz.
Vaya sentimiento que estrañaba ya. Un sentir que no solo era rosa. Al tener sangre de sobra compartida con el país que dio a luz a mi tengo la obligación de devolverle la sangre que perdió al darme la suya. Sangre azul. Sangre de dios. Sangre que manda a los "impuros".
Hablando de impuros, no tardó mas de dos segundos para que se me asignara dos mujeres de tez oscura. Casi me olvidaba de ellas. Bueno, mas bien del concepto. Se nota que ellas son nuevas, son todavía unas jovenes. Sin embargo, no puedo pagar el preció de perder mas tiempo de lo debido. Les dí mis cosas para que se las llevarán. No era mucho. Eran tan solo ropa mía y unos pocos cofres. Pero no mentiré, se sentía raro. Mi padre no me había dado "ayudantes" cuando fui al Nuevo Mundo como castigo por lo que paso en una fiesta y el escandalo que fue. Sin embargo, no me molesto mucho. Digo, ¿que tanto me ayudaría tenerlos si lo unico que llevaba era ropa? Ademas, si quisiera solo le pido de favor a alguien que me ayudé y no mas trabajo para mi.
Se me trajo un carruaje de pertenencia de mi azul. Tan solo los caballos eran del azul mas puro. No importa mucho los colores ahora mismo, solo quiero volver y olvidar lo demas. Me subí al carruaje junto con mis cosas. Saludaba a mi gente ocasionalmente ya estando adentro, pero realmente ya no tenía el animo al verles las caras. Sucias. Caras sucias. Ropa sucia. Todo tipo de colores sucios estaba manchado su piel. Unas peores que otras. Claro. Sonrisas no faltaban. Era alagador... Pero igual estaban sucias. Hasta daba pena. Los colores no eran bonitos.
Mirando las flores en mis manos me dí cuenta de como quedaron mis manos. No tan diferentes a los campesinos... Manos prietas. Maldito sol. Ni parezco a mi mismo. El rey no me reconocerá así. Solo suspire y miré afuera ¿Tan felices están al tener su alteza de color? Que asco se vuelve uno con tan pocas expectativas. La expectativa de que siquiera regresará vivo. Que poca fe.
Al sentir la tela del asiento me recordó a él. Al mas puro de la tierra española. Mi padre... Se siente como si estuviera aqui. Esta tela es su favorita. No es realmente de mi gusto aun siendo carruaje mió, pero él pagó por el carruaje ya que era un regalo para mi. Igualmente cual era el punto si al final ni se sentía como mio. Estaba hecho a su gusto, no el mió. Tampoco lo podía usar a mi antojo.
Y con ese "lindo" recuerdo llegué a casa. "Emocionado" salí del carruaje. Pero para mi "decepción" era la Iglesia. Le pregunté a mi chófer, "¿Por que estamos aqui?"
"Su majestad, su padre ordenó que le bautizarán y bendigán tan pronto toque tierra española. Lamento la inconveniencia."
"No, no... No pasa nada. Gracias igualmente." Sí. Estaba extrañado, pero no era algo malo. Este es uno de mis lugares favoritos.
Al entrar noté las flores blancas decorando la casa de Dios que me llenan los ojos de blanco. Sobre mi alma se extendía su aroma puro e inocente como un manto blanco que me hacen pensar en mis propias manos sucias. Tengo miedo de que esta sucia piel me traicione frente la cara de Dios y sus hijos von halo y alas blancas y finas. En este momento, no me siento un miembro de la clase azul, sino un simple y humilde plebeyo. ¿Cómo podré mirarle en los ojos después de lo que hice? ¿Al haber manchado la sangre de Dios que se me heredó de mi padre? Dejé los pensamientos por un momento y fui con el padre."Buenas padre."
"Buenas, hijo¿Estáis listo?"
"Sí, padre." Me sentía incomodo.
. . .
Salí enfadado del hogar de aquellas flores blancas. Mi enfado no era con Dios o el padre o los angeles o las flores o siquiera conmigo mismo. Lo que quería saber es la razón de aquellas ordenes dadas por mi padre. Volteé a ver donde se encontraban mis cosas. Me enfadé mas al ver que no hacían su trabajo. Ví como el chófer se alteró y fue de inmediato a abrirme la puerta.
"¡Perdoné su majestad! E-ellas so-"
"Nuevas. Lo se. Quien sea que las haya criado debería ser despedida." Se notaba en mi voz que estaba frustrado, y la ignorancia de las negras enfadaba mas. Me subí al carruaje primero que ellas. "Caminarán."
"¿Disculpé su majestad?"
"Ellas. Ellas caminarán hasta el palacio, ¿vale?"
"Sí, por supuesto su majestad."
Hasta sierto punto no pude evitar dejar una pequeña y suave risa salir de mis labios al ver a aquellas criadas. Solo caminaban cabeza baja y con vergüenza pintada en lo negro de sus caras. Que ascó daban. Tenían una sola tarea y ni eso podían hacer.
. . .
Porfin. Un lindo hogar de sangre azul se encontraba frente mía. Sus puertas se abrieron al confirmar mi sangre y el oro perteneciente al halo que algun día reinará sobre mi cabeza.
Para mi sorpresa todo estaba igual. Era idéntico todo. En la entrada del palacio estaba nuestro sirviente mas leal. Me abrió las puertas. En su trono mi padre me esperaba, su carátula era la de siempre, su porte de siempre, tan fría e inmaculada como su aureola de oro blanco.
"Hijo. ¿Por qué has demorada tanto tu regreso? Va-... Tu piel. Ven." Caminé. Inspeccionó mi cara. Como si quisiese asegurarse de que esa piel era de su hijo.
Sin embargo, hago caso omiso a sus palabras, en seguida mi vista se fija en su aureola dorado al."Padre... ¿Podríamos hablar?"
"... Primero bañate."
"¿¡Que?!" Las palabras provenientes de su boca me impactaron. ¿Un baño? ¿¡Yo?! Este no puede ser el hombre quien me dio la vida, ¿no?
"Lo se, lo se... ¿Pero haz mirado tu piel?" Agarró mi brazo como ejemplo. "Esta no es piel de un príncipe, Franquista."
"¡Pero padre!" No creo que debí gritar.
"Sera rapido. Un baño rapido no te hará mal. Yo tuve que bañarme una vez cuando era mas joven. Sigo vivo, ¿no?"
"Oh... Hubiésemos empezado por ahí."
. . .
"Ugh... Que pu-iiiiiinchiii frío digo." No se por que evité la palabra si estaba solo.
Nadé donde estaba mi ropa y una manta para ya poder salir de aquel río. Agarré la manta y me sequé con ella lo mas que puede antes de vestirme. Me había dado sierto alvio bañarme. Ese dolor en mi pecho se pudo ir por un rato. Lamentablemente ahora me toca volver a ponerme esa ropa, ese sombrero, y esos zapatos que volverán a darme el rol de príncipe.
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Mi Destino Es...
Ficção GeralEspaña, la hija menor del Imperio Español porfin se compremetio con su futuro esposo, Italia. Al principio todo era color de rosa, ellos se amaban... O eso pensaba España, sus hermanos al igual que su padre pensaban que su esposo era la mejor opcion...