Capítulo 4

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Bárbara

Eran las doce del mediodía cuando al fin llegamos al que iba a ser mi apartamento durante mi estancia en Gainesville. El apartamento se encontraba en el centro de la ciudad, la estructura se veía un poco vieja, aunque cuando entré se veía como recién reformado. Todo estaba limpio y perfectamente ordenado. No era un apartamento demasiado grande; la sala de estar solo disponía de un sofá de tres plazas y una televisión plasma de pequeño tamaño anclada a la pared; la cocina estaba junto a la sala de estar, era una cocina abierta que disponía de todo lo indispensable; y por un pasillo bastante estrecho estaba el baño y la que sería mi habitación. La habitación era bastante grande al igual que la cama, cosa que agradecí enormemente, llevaba durmiendo en una cama pequeña demasiado tiempo. Aunque el apartamento estaba amueblado, sentía que estaba diáfano, así que esperaba que me dejaran decorarlo un poco a mi gusto para sentirme como en casa. Como ya había visto todo el apartamento, Celeste me pidió que la escuchara por un momento.

–Deberá de utilizar este teléfono móvil cuando salga de casa, y es preferible que el suyo lo mantenga apagado cuando reciba visitas, los señores no quieren que nadie sospeche de usted. El Honda Civic que hay aparcado en la puerta es el coche que los señores han puesto a tu disposición, las llaves están en la encimera de la cocina.

Asentía todo el rato mientras escuchaba a esta señora que parecía un robot dándome órdenes, pero lo único que quería es que se fuera, porque necesitaba comer algo urgentemente y descansar.

–Por último, deberá asistir de lunes a viernes en horario de ocho de la mañana a una del mediodía al Diario Young que se encuentra a veinte minutos de aquí. Usted se encargará de asuntos informáticos y es donde conocerá a París. Recuerde que debe fingir que no la conoce e intentar hacerse su amiga, poco a poco, pero sin perder el tiempo. Y; por supuesto, sea disimulada, actúe normal. Mañana empezará, así que le recomiendo que dé una vuelta por la ciudad para habituarse, y evidentemente, lease los documentos que le ha proporcionado el señor Miller, les será de gran ayuda para conocer a París de antemano y actuar sobre terreno conocido.

Cuando Celeste terminó de hablar se dirigió a la puerta con intención de marcharse, pero antes de hacerlo me dijo muy seriamente

–Procure hacer bien su trabajo y no tendrá problemas. Si necesita algo o tiene cualquier duda, no dude en llamarme, mi número está registrado en el teléfono que le he dado. 

Y acto seguido se marchó. Me quedé un rato parada mirando la puerta por la que la mujer se acababa de ir, pensativa y con una sensación extraña en el cuerpo. Lo primero que hice cuando desperté de mi breve letargo fue ir hasta el frigorífico, y menos mal que estaba lleno, se había encargado de abastecerlo con algunas cosas básicas como frutas, lácteos, algo de carne y verduras. Me tomé un vaso de agua y me hice una hamburguesa y una ensalada de frutas, me devoré ambas cosas en cuestión de segundos. Finalmente, después de un rato mirando el nuevo móvil que me habían dado y ver un rato la televisión, decidí echarme una breve siesta y me tumbé en el sofá donde rápidamente me dormí como un bebé.

Cuando desperté eran las seis de la tarde, ni siquiera me había puesto el despertador y tenía dos llamadas perdidas de mi padre. Le mande un audio de voz contándole todo y me puse a hojear los documentos que me habían dado. No podía dejar de mirar las fotos de París, era una chica preciosa y su cara me resultaba demasiado familiar, pero al parecer todos tienen un doble por ahí, así que seguro que había visto su doble por las calles de Madrid. Era una chica lista con calificaciones estupendas, nunca se había metido en problemas y su mayor hobbie era pasar tiempo con sus dos mejores amigos a los que consideraba como hermanos. Era hija única y su padre la describía como una chica curiosa, sociable y caprichosa. Esto último me hizo gracia porque esta chica tenía cara de todo menos de caprichosa, pero eso lo confirmaría mañana cuando la conociese. ¡Dios mío, como narices iba a hacerlo mañana!, se me daba fatal fingir, por no decir que soy bastante expresiva, seguro que me pilla o sospecha de mí. Pero no, no podía dejar que mis miedos e inseguridades se apoderasen de mi, "mañana iba a hacerlo estupendamente y esa chica se pegaría a mí como las moscas a la miel, porque yo iba a ser de lo más social y divertida". Me repetí esa frase unas mil veces mientras deshacía la maleta, colocaba las cosas y salía a ver mi coche y a pasear por la ciudad. Decidí que la compra la haría mañana después del trabajo, ¿qué es lo que iba a hacer en un diario? Nunca había hecho algo así, y bueno, si entendía cosas de informática, pero no de periodismo. Esperaba que no me hiciesen hacer cosas difíciles, aunque supongo que los señores Miller ya le habrían hablado de mí y pasado mi CV.

Siempre fue ParísDonde viven las historias. Descúbrelo ahora