Capítulo 4

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 _____ se levantó sobresaltada y con la respiración agitada

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_____ se levantó sobresaltada y con la respiración agitada. Le dolía la garganta y sentía las mejillas húmedas por sus lágrimas. La luz de la lámpara de la mesita estaba encendida y la mano de Antonio acariciaba suavemente su cabeza para intentar ayudarla a relajarse.

Todavía medio confusa, se intentó incorporar y se sentó recostando su espalda en el cabecero de la cama, ayudada por Antonio, que le acomodó bien la almohada para mayor confort. Tenía el pijama empapado de sudor.

—¿Qué...? —carraspeó _____—. ¿Qué ha pasado? —jadeó aún desorientada.

—Estabas gritando... —respondió preocupado.

—Otra vez... —resopló dejando caer su peso por completo sobre la almohada.

—Sí... —exhaló él—. Cuando he entrado, te estabas retorciendo y llorando —le explicó mientras le acomodaba también las sábanas—. ¿Te duele algo?

—No... No que yo sepa —dijo confusa—. Siento haberte despertado otra vez...

—No te preocupes por eso —contestó. Cuidar a Romano cuando era pequeño le había preparado para estas situaciones—. ¿Recuerdas qué estabas soñando esta vez?

—No... —suspiró.

—Bueno, mientras te encuentres bien... Voy a buscarte algo relajante para que beber, ahora vuelvo. —Y dicho eso, desapareció por la puerta.

_____ exhaló molesta; estaba harta de despertarse así, de despertar al pobre Antonio y de dormir a trompicones. Lo que más le molestaba era que estos sueños parecían darse sin motivo alguno; no había nada de su día a día que pudiera influir en ellos. Podía haber tenido un día horrible y dormir como un bebé o haber tenido un día de fábula y despertarse como si acabara de correr una maratón. Ni Antonio ni ella lograban encontrar el origen de su malestar nocturno.

—Te he traído un zumo de guindas —anunció el español entrando nuevamente—. Dicen que va bien para dormir, así que compré algunas el otro día e hice un zumo. Espero que te guste —dijo tendiéndole el vaso para que bebiera.

—Gracias. —_____ dio un pequeño sorbo para probarlo y al notar que no estaba tan mal, ingirió con gusto la bebida.

Antonio permaneció allí sentado sobre la cama, esperando a que la muchacha terminara. Le preocupaba la frecuencia con la que se daban esas situaciones y temía que pudieran escalar a algo más grave.

—Si necesitas cualquier cosa, estoy aquí al lado, ¿de acuerdo? —Le recordó él.

_____ asintió lentamente. Volvía a sentir cómo el sueño regresaba a su cuerpo y quiso volver a tumbarse, así que Antonio se levantó y tomó el vaso para que la joven pudiera ponerse cómoda.

—¿Qué hora es? —preguntó somnolienta.

—Poco más de las dos —bostezó cubriéndose la boca con la mano libre—. Aún hay tiempo así que duerme tranquila.

Sogni d'oro [APH Italia x Lectora]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora