“Marlene, Marlene, Marlene.”
Cada vez que volvía a la vieja casa de sus abuelos, le parecía escuchar el susurro de su abuela llamándola desde la cocina o la sala de estar.
Después de cerrar la puerta con llave y asegurarse de que así fuera, se adentró en la casa. Sus padres no habían cambiado nada de lugar y sentía como si pudiera correr a buscar el próximo mensaje escondido en alguna parte de la casa.
Hacía años que no se animaba a estar sola allí, porque eso hacía que su mente volara otra vez hasta ese día y se preguntaba: "¿Y si no hubiera insistido en ir justo ese día a la librería?"
Dejó su saco lleno de nieve en una percha, se sacó las botas, pero cuando intentó encender las calderas, estas no funcionaban. Con el clima tan frío y una tormenta de nieve a punto de estallar, nadie vendría a arreglar la caldera. Además, era la única forma de calefaccionar la casa, así que podría ser una noche muy fría.
Así que solo quedaba bajar al sótano y ver si podía hacer algo. No era una experta en el tema, pero en la primera casa que había podido alquilar por su cuenta, había tenido ese problema y el técnico, para cobrarle menos, hacía que ella fuera su asistente.
Puso la cafetera y bajó al sótano; había demasiado olor a polvo y humedad. Trató de encender la luz y no funcionó. Sabía que al pie de la escalera había otro interruptor, así que con una mano apoyada en la pared y mucho cuidado, empezó a bajar. Al menos la escalera era de cemento y no debería soportar el tétrico crujido de la escalera de madera. Pero no se salvó de las telas de arañas que se pegaron a su cara y cabello.
La segunda luz se encendió, así que se acercó a la caldera para examinarla en detalle. Se notaba que estaba demasiado vieja, hasta el punto de que si fuera algo muy grave, no habría posibilidades de conseguir repuestos.
Revisó el suministro de electricidad y estaba todo bien; tuvo que volver a encender la llama piloto con el encendedor que siempre llevaba encima.
Lo siguiente fue ver que no hubiera agua alrededor, pero tampoco era el caso. Al final, vio el manómetro y estaba a 0.5 bar, baja presión. La válvula de llenado estaba apagada.
Mientras esperaba para ver si empezaba a calentar, se puso a mirar alrededor. Había demasiadas cosas sucias y llenas de polvo. Sabía que al morir los abuelos, sus padres habían llevado las cosas al sótano porque no soportaban verlas en la casa, pero tampoco tenían el coraje para tirarlas.
En la primera caja que abrió estaban los tejidos de su abuela, cada uno en una bolsa para proteger de la humedad y, por si acaso, varias bolas de naftalina.
En la segunda caja, encontró los trajes y fotografías de la boda de sus abuelos. El álbum de fotos decidió subirlo para poder mirarlo con más calma; durante muchos años lo había visto sentada al lado de su abuela mientras ella le contaba quiénes eran todas las personas que estaban en esas fotografías.
Al notar que la caldera ya estaba funcionando bien, dio un último vistazo a las cajas, armarios y estantes con libros, después apagó la luz y subió las escaleras.
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Hacía una hora que la tormenta de nieve se había desatado en toda su plenitud; el silbido del viento era demasiado fuerte y molesto. Así que se puso los canceladores de sonido para minimizar un poco la molestia.
Marlene había encendido el generador de luz de la casa y se fue al sillón de la sala a tomar café y ver el álbum de fotografías de la boda de sus abuelos.
Aunque la abuela que ella había conocido ya era una mujer de cabellos canos, lo que no había cambiado en todos esos años fue su sonrisa y el brillo en sus ojos. Una mujer paciente y con un gran cariño maternal que siempre había estado para todo el que lo necesitara.
Había ayudado a más gente de la que su familia podía contar o recordar, así que su velorio fue un evento multitudinario donde asistió todo tipo de personas. Desde vecinos de la edad de sus padres que habían comido de sus galletas caseras, señoras del club de tejido y uno que otro pandillero o drogadicto rehabilitado que había aceptado sus consejos o regaños.
Su abuela tenía una gran habilidad con las palabras y sin importar cómo de mal te sintieras, con una sola caricia lograba calmar todas sus inquietudes.
Marlene siguió mirando las fotografías hasta que se percató de la escritura en los bordes. Tuvo que acercarse un poco más para ver la letra pequeñita y recordó cuando ella y su abuela tenían un alfabeto secreto. Eran una sucesión de símbolos que variaba entre letras sueltas y sílabas.
Intentó leer, pero recordaba muy poco o casi nada. Solo recordaba cómo escribir su nombre y el de su abuela.
Regresó al inicio del álbum de fotos y se detuvo en la primera inscripción, tratando de descifrar las palabras. Sin embargo, no podía leerlo claramente. Fue entonces que notó que la segunda palabra era su nombre. Se notaba que la tinta era vieja, de unos 50 o 60 años atrás, y ella no había nacido aún; sus padres tampoco.
¿Había tenido su abuela a alguien en su familia o amiga con ese nombre?
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"Portada hecha por Grecia Leal ( GlowSpeech )."
Gracias por la hermosa portada, superaste con creces todas mis expectativas.
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Rumbo desconocido || ONC2024 (#PGP2024)
Fantasy"Portada hecha por Grecia Leal ( @GlowSpeech )." ••• Al revisitar la casa de tus abuelos, descubres un misterioso libro de hechicería en el antiguo sótano. A medida que te sumerges en sus páginas, te encuentras atrapado en un torbellino de magia, d...