Sus padres antes de irse a América latina se habían asegurado de dejar en la casa una habitación lista para ella y las provisiones necesarias.
Iban a verificar la salud de su abuela materna, ya que les habían informado sobre problemas en uno de sus riñones.
Marlene no podría acompañarlos debido a su temor a los aviones, le pidieron que ayudara a limpiar y acomodar un poco la casa para venderla. La decisión fue difícil, pero quizás la más acertada. La casa requería muchas repeticiones, su padre era hijo único y ya tenía una casa y Marlene a sus casi 21 años y estaba empezando a construir la suya con ayuda de sus padres y su trabajo de medio tiempo en la cafetería.
Esa madrugada, Marlene lavó la taza, acomodó todos los libros en la repisa de la cocina y se aseguró de cerrar bien la ventana cerca de su cama.
Parada en medio de la sala, observaba a su versión 11 años más joven. La pequeña Marlene agarraba con ambas manos el borde de la ventana, viendo cómo los camiones quitanieve hacían su trabajo. Era invierno y la noche anterior había nevado bastante.
La radio informaba que según el centro meteorológico no había riesgo de hielo negro, por lo que los autos podrían circular con normalidad una vez la nieve fuera retirada de la calles.
—¿Qué es el hielo negro? —preguntó la pequeña Marlene, de 9 años, a su abuelo.
—Es cuando el hielo se está descongelando y se vuelve a congelar. Sobre las calles se crea una capa de... pues de hielo muy patinosa y los autos se deslizan sin control —respondió su abuelo sin despegar la vista del libro de historia que estaba leyendo.
—¿Y por qué no pisan el freno?
—Pues... ¿Recuerdas ese verano que fuimos a la piscina y tú te subiste a un flotador y tú padre te empujó? Que pese a todos tus intentos de ir en dirección contraria, el agua solo te llevaba —Levantó la vista lo suficiente para ver cómo la pequeña Marlene asentía frenéticamente—. Los mismo pasa con los autos en el hielo negro, no importa si frenen el auto se va a seguir moviendo y eso genera muchos accidentes.
La Marlene adulta empezó a caminar alrededor de la sala, observando cada detalle. El ambiente se sentía diferente al saber que sus dos abuelos vivían y estaban en casa. Aunque ella ya sabía lo que iba a pasar ese día, cientos de veces había tenido ese sueño, solo que esta vez era la única que podía verlo en tercera persona. Por eso fue la primera en notar cómo su abuela salía de la cocina cargada con una bandeja de masas y tres tazas de chocolate humeante.
—Abuela... yo lo... —balbuceó sin poder evitarlo—. No sé por qué insistí tanto ese día en ir a la librería. Lo siento.
—Nada de eso, mí niña —respondió su abuela mirándola directamente a los ojos, mientras se acercaba y pasaba la mano por su cabello como si fuera a tocarla,pero sin hacerlo por qué ella no estaba ahí.
—¿Me hablabas a abuela? ¿Por qué hiciste ese gesto con la mano? —preguntó la pequeña Marlene.
—Me pareció ver una pequeña polilla viajera —dijo la abuela despreocupadamente mientras acariciaba la cabeza de su nieta.
Marlene recordaba con claridad ese momento cuando su abuela la habló, pero sin hablar con ella. Aunque no dudó en creerle que era una polilla, por qué su abuela era amable con todo tipo de ser vivo, incluso las arañas peludas. Solo las tomaba entre sus manos y las sacaba al jardín mientras les deseaba un buen viaje.
¿Tenía algún significado que su abuela la hubiera visto? ¿Acaso sabía lo que iba a pasar ese día? Eso no tenía ninguna lógica para la Marlene adulta. Porque si su abuela hubiera sabido con antelación lo que iba a pasar, tendría que haberlo evitado.
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Rumbo desconocido || ONC2024 (#PGP2024)
Fantasia"Portada hecha por Grecia Leal ( @GlowSpeech )." ••• Al revisitar la casa de tus abuelos, descubres un misterioso libro de hechicería en el antiguo sótano. A medida que te sumerges en sus páginas, te encuentras atrapado en un torbellino de magia, d...