➜ Capítulo 2

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Como la curiosidad era más fuerte que ella y siempre estaba dispuesta a descubrir secretos antiguos, revisó la sala de estar de punta a punta hasta que encontró una libreta y una lapicera. En la primera hoja, solo hizo rayas y círculos para soltar su muñeca y poder trazar con más cuidado los símbolos.

En la segunda hoja, empezó a escribir. El texto se redactaba de abajo hacia arriba y de derecha a izquierda. Según le había contado su abuela, ese tipo de escritura provenía del lenguaje secreto que usaban las mujeres en China.

Al terminar de transcribirlo, notó que el texto era más extenso de lo esperado y al final estaba firmado con el nombre de su abuela.

Se hizo una segunda taza de café y se puso a mirar por la ventana. No se veía nada ni a dos metros de la casa. Sabía que eso iba a durar dos o tres días, así que tendría tiempo de sobra para buscar cómo resolver ese código.

Lo que le resultó curioso fue que al lado de cada fotografía había una palabra, pero en las dos fotografías antes de la última no tenían nada escrito. ¿Sería coincidencia o se había borrado con el paso del tiempo?

Para saber si el mensaje estaba completo o no, debía traducirlo. Había llevado a su casa todos los libros con símbolos y estaba a varios cientos de kilómetros de distancia. Tal vez su abuela había conservado alguno de los que usaba para enseñarle. Revisó los libros del estar y la cocina, pero no encontró nada. Solo quedaba bajar al sótano.

Buscó una escoba y una linterna para bajar. Pensó que no iba a tener que volver ahí tan pronto, si no hubiera dejado la luz encendida. Bajó con sumo cuidado poniendo la escoba por delante para que las telarañas quedarán en esta y no de nuevo en su cabello.

Al llegar abajo, encendió la luz e hizo una limpieza superficial de la escalera y la estantería, hasta que sintió que ya no corría riesgo de que se le subiera una araña.

De solo pensar en una araña de patas peludas y ojos grandes, se le erizó la piel. La imaginaba caminando por su piel y dejando a su paso todo un camino de pegajosa telaraña.

Para borrar esas ideas de su cabeza, se puso a buscar el cuaderno de su abuela. Ahí había muchas de las novelas de romance favoritas de su abuela y los libros de historia de su abuelo. Les sacó un poco el polvo mientras seguía buscando.

Después de varios minutos, en una de las baldas cerca del piso, vio el cuaderno de su abuela y lo sacó. En lugar de irse, se quedó mirando la estantería, paralizada por la sensación de no poder salir de ahí.

La sensación de no querer volver ahí se hacía más fuerte. Si iba a estar varios días encerrada en casa por la tormenta, lo mejor sería subir algunos libros. Tomó algunos de su abuelo de la época victoriana y dos novelas de su abuela.

Siguió revisando hasta que detrás de los libros encontró un tomo color café con símbolos y marcas extrañas en la portada. Estaban muy desgastados, pero logró identificar uno que otro. Sintió un fuerte deseo de llevárselo y estudiarlo. Ese libro no debía estar ahí encerrado.

Hizo una pila con los libros y el cuaderno y subió las escaleras dejando la luz del sótano encendida. Al llegar arriba, lo primero que hizo fue terminar de quitarles el polvo con cuidado de no estropearlos.

Se acomodó en el sillón con otra taza de café y, sin saber cómo, ya tenía el libro extraño en las manos. Empezó a ojearlo y no se sorprendió al ver que todo el libro estaba escrito con los símbolos del lenguaje secreto que le había enseñado su abuela. Lo que no se esperaba era el cambio en el tipo de tinta y caligrafía, parecía escrito en distintas épocas o por distintas personas.

Algunos eran con letras chuecas y con una pluma poco precisa que dejaba trazos irregulares; otros eran pulcros y finos. Variaron en tamaño, color y había algunos en los que no se podía entender bien los símbolos.

El libro sería un gran desafío para resolver, pero antes debía empezar con el texto de su abuela. Empezó a reemplazar los símbolos por las letras o símbolos correspondientes. Esto lo hizo en una hoja aparte para poder dejar un renglón entre línea y línea. En ese renglón pondría la traducción final.

Durante ese tiempo, tomó taza tras taza de café sin poder dormir ni pensar en otra cosa. De la misma forma en que la había embargado el miedo de quedar atrapada en el sótano, ahora deseaba con todo su ser descubrir ese misterio.

Cuando miró el reloj, eran las tres de la mañana y la tormenta no había mermado. Sabía que debería ir a dormir, así si al día siguiente la tormenta daba tregua, podría salir a comprar o ayudar a los vecinos en la revisión de casas vecinas, para ayudar al que pudiera haber tenido un problema de goteras, generadores, caídas o falta de comida.

En ese momento, nada de eso importaba. Se detuvo al pensar en su abuela y lo avergonzada que se sentiría si sabía que teniendo la posibilidad de ayudar, Marlene no lo había hecho.

Guardó los libros a un costado y prometió que solo estaría media hora más para intentar descifrar el mensaje que había dejado su abuela en el álbum. Estaba muy cerca de lograrlo.

Porque, además de tener que saber el alfabeto y el silabario, al leer el texto debía averiguar cuáles eran las letras que habían sido unificadas en un solo símbolo, como por ejemplo la B y la V que en lugar de ser dos letras, era una sola.

Al final, el mensaje de su abuela fue descifrado.

Querida Marlene:

No sé quién eres ni de qué época eres, pero siempre sueño contigo y sé que si el libro de comienzo cae en tus manos debes…

Amélie

¿Qué debía haber con el libro? Tal vez no era solo una coincidencia que esas dos fotografías no tuvieran nada escrito, podría ser que se hubieran borrado con el tiempo. ¿Pero porque solo esas dos y no el resto del texto? 

Rumbo desconocido || ONC2024 (#PGP2024)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora