Hace siglos atrás, existió una historia muy poca conocida, una historia de amor de dos amantes que se enamoraron, sin importar el castigó que podría caer sobre sus cabezas.
Un Rey que no elegía a quien entregar su corazón, se enamoró de su sobrina...
"Nadie puede predecir cual será la última decisión que tomarás y cuánto marcará tu futuro."
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__ 21 de Diciembre 1331 __
(...)
La noche consumía el campamento que se había armado, los faroles de fuego alumbraban las afueras de cada tienda armada, principalmente la casa de campaña del tutor Real del Rey, que había viajado al norte del Reino Sur, para averiguar el paradero de los Rebeldes del Norte.
─Señor. ─Hablaron, por detrás del hombre que se encontraba parado a mitad de la casa, observando el mapa que estaba puesta sobre una enorme mesa, buscando estrategias y caminos que podrían haber tomado los rebeldes para ocultarse.
─Adelante, Hoseok. ─Ordenó, aún manteniendo la postura recta, observando el mapa con concentración. ─¿Algún hallazgo sobre el paradero del líder del Norte?
─Lamento no tener noticias sobre eso. ─Dijo haciendo una leve reverencia. ─Es sobre su Majestad, señor. Ha enviado una carta, se dirige hacia aquí, pide la solicitud para llegar a este campamento.
─¿Su Majestad? ─Preguntó, dejando de lado el mapa, volteandose para mirar al joven que se encontraba en la entrada. Confundido frunció el ceño, sin comprender lo que sucedía. ─¿Estás seguro?.
─El mensaje llegó hace una hora, nos cercioramos primero que fuera una carta directa de su Majestad, antes de informar.
─Entonces no pierdan el tiempo. ─Agregó sin meditar tanto. ─lleva una tropa contigo y recibe a su Majestad. Este lugar está infestado de traidores. ─Dijo lo último con un gruñido. ─Así que es probable que sufran un enfrentamiento.
─Si, señor. ─Hizo una reverencia, saliendo de inmediato.
SihWan, miro la salida de reojo, devolviendo su concentración una vez más hacia el mapa. Perdiéndose en las líneas que separaban y dividían la frontera del Reino Norte y Sur.
─¿A dónde pudieron haber huido~? ─Cuestionó, sofocando su cerebro con miles de preguntas. ─Jung Hyeok, cuando encuentre el paradero de tus hijos, no habrá nadie que los proteja de mis manos. ─Sentenció, fulminando con la mirada el mapa, apretando levemente los puños con furia. ─Maldita seas Hyeok-.
─¿Entonces fuiste tú?. ─Una segunda voz se escuchó detrás de aquel hombre, que levantó la mirada hacia el frente.
─Park Jimin. ─Nombró, dibujando una sonrisa ladina victoriosa. Jimin, vestía un traje rojo vino oscuro, en sus manos sujetaba una espada de hilo fino que apretaba con fuerza. Su rostro se ocultaba bajo una máscara blanca pura, sin ninguna mancha, algunos mechones flojos de su cabello sujetado, caía hacia adelante, convirtiendo su imagen ante la luz tenue de las velas y faroles un tanto aterrador.
