Entre La Espada Y La Pared

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Iba en la parte de atrás del coche de mis padres que los muy cabrones se habían decidido irse a Europa, concretamente a España porque tenían un trabajo que hacer.
¿Y que me tocaba a mí? Pues joderme, como siempre.
No habían tenido una mejor idea que llevarme a la casa de sus mejores amigos, porque según ellos yo estaré tranquila y feliz y que además tenían dos hijos de mi misma edad, o casi, como me dijo mi madre.
-Nicole, estarás bien ya lo verás, hija.
Yo me crucé de brazos y solté un resoplido ante el comentario de mi madre, me importaba un pepino el estar bien, solo quería que se acabara esa pesadilla y volverme a mí casa.
Pero aquí estaba yo, entrando en una de las urbanizaciones más caras de la ciudad de Los Ángeles.
Eran casas coloniales y enormes, y algunas tenían hasta su propio embarcadero.
¡Que nivel, Maribel!
-Hija, ya estás apuntada en el instituto.
Aquello me pilló por sorpresa, ¿cómo?
-¿Que estás diciendo, papá?
-Lo que oyes, hija.
¡Mierda!
-Pero no entiendo, estamos en Junio y el instituto empieza en septiembre.
¿Cuando se supone que volvéis vosotros?
La respuesta de mi madre me dejó petrificada.
-No lo sé, hija, solo sé que según nos vaya yendo en el trabajo pues iremos viendo.
No me lo podía creer, esto no podía estar pasando.
-Pero, mamá...
No pude seguir hablando, pues justo mi padre paró enfrente de una casa enorme.
Cuando bajé del coche dos señores muy elegantes nos esperaban en las escaleras que daban a la casa, ¡genial, unos estirados de lo peor!
La señora era morena de ojos negros, mientras que el señor era rubio de ojos azules.
-¡Bienvenida a nuestra casa, Nicole!
Las sonrisas de esos dos eran muy amables, nada que me indicara: "escapa de aquí"
-Gracias, señora.
-Llámame Julia.
Aquella sonrisa no sabía cómo describirla, no sabía si era porque era muy amable de verdad o porque detrás de esa amabilidad se escondía la bruja de Blancanieves.
El señor si que me pareció que tenía una sonrisa sincera, y cuando me dió dos besos lo sentí muy cercano.
-Bueno, nosotros ya nos tenemos que ir porque sale nuestro vuelo en una hora.
Mientras mi madre se despedía de esos señores yo me acerqué a mí padre y le dije en el oído.
-Papá, para mí que esta gente pertenecen a una secta o algo porque esa amabilidad y esas sonrisas no son normales.
Mi padre se echó a reír y dándome un beso en la frente, me dijo:
-Pórtate bien, y demuéstrales que a pesar de que tengas diecisiete años eres una chica muy madura.
Yo asentí, y después de despedirme de mis padres me llevaron a mi nueva habitación.
Era enorme con vistas al mar, un baño privado, y un armario enorme que estaba segura de que toda mi ropa no bastaría para poder llenarlo.
-¿Te gusta?
Me preguntó Julia:
-Si, la habitación es muy bonita. Gracias.
Julia me sonrió, no entendía cómo a esa señora no le dolia la cara de tanto sonreír.
-De nada, corazón.
Y por cierto, aquí no te vas a aburrir porque tengo dos hijos, se llaman Ivo y Gabriel te van a caer bien.
-Ah, no sabía que tenías dos hijos.
Aunque si que lo hacía, porque mi madre no paraba de repetirmelo una y mil veces.
-Siii, son encantadores.
¿Encantadores? Lo dicho, esta gente pertenecen a una secta porque no puede ser que sean tan felices, eso es imposible.
-Bueno, te dejo tranquila para que te instales y te pongas cómoda.
Y eso hice, me di una ducha y me puse unos pantalones cortos negros, unas Vans del mismo color y una camiseta de tirantes blanca.
El pelo lo dejé que se secara al aire libre y decidí irme a dar un paseo por la casa, y definitivamente esa casa no tenía fin porque era enorme.
Cuando bajé al jardín estaba completamente vacío no había absolutamente nadie, hasta que sin querer me choqué con alguien y se le cayó la pelota que llevaba en las manos al suelo.
-Perdón, no te vi.
El chico al que todavía no le había visto la cara se agachó para coger la pelota.
-Tranquila, que yo a ti tampoco.
Cuando se levantó me miró con esos ojos verdes que me dejaron totalmente trastornada, y me preguntó:
-¿Tú debes ser Nicole, verdad?
-Si. ¿Y tú?
El chico rubio de ojos verdes me miró y sonriéndome mientras me tendía la mano, me contestó:
-Yo soy Ivo, el hijo pequeño de los Guevara Knight.
El chico me gustó desde el primer momento, no solo era guapo si no que también era encantador.
-Dime una cosa, Ivo, ¿sois todos así de simpáticos? Porque esto ya me está dando miedo, parecéis sacados de una secta.
Ivo empezó a reírse, ¡dioos, que sonrisa más bonita tiene!
-No, creeme que no.
Mi hermano Gabriel es un cabrón, así que cuídate porque suele ser un poquito... tocapelotas.
Ese silencio que hizo antes de decir "tocapelotas" me dejó un poco pensativa, pero no creo que sea tan malo ¿verdad?
-No será para tanto.
La sonrisa de Ivo me despistó más de lo que yo quisiera, genial.
-Si, créeme que si será para tanto. Es un gilipollas.
Mi cuerpo se echó a temblar, lo que me faltaba tener que aguantar a un gilipollas arrogante.
-Y a parte de jugar a la pelota, ¿hay algo más interesante que se haga en esta casa un sábado por la tarde?
Ivo asintió, y me dijo:
-¿Te apetece salir conmigo de fiesta?
Mis ojos se abrieron de felicidad, ¡SIIII! Por supuesto que sí.
-Siii, me encantaría.
La cara de Ivo se iluminó, la idea le gustó tanto como a mí.
-Pues estate preparada para las ocho, ¿vale?
Yo asentí con la cabeza, no sabía que me iba a poner pero estaba más que feliz por salir de este zulo llamando mansión.
Ivo:
Dios mío, cuando mis padres nos dijeron a mí hermano y a mí que la hija de unos de sus mejores amigos vendrían a vivir aquí jamás pensé en que ese pivón sería esa chica.
Joder, me había gustado muchísimo.
Era preciosa: ojos azules, pelo castaño tirando a rubio, y un cuerpo de infarto del que yo estaría más que dispuesto a ponerle las manos encima.
El problema era mi hermano, que yo no sabía como reaccionaría al verla.
¿Que hará? Estaba más que seguro de que la molestaría hasta hartarla, ya que ninguna chica se atrevía a gritarle.
Nicole:
Ivo me había parecido un chico tan majo y tan simpático que estaba que me moría de las ganas por irme de fiesta con él, estaba más que segura de que me lo pasaría genial.
Unas horas después yo ya estaba preparada para irme de fiesta, me puse una minifalda de cuero con una camisa transparente donde se dejaba entrever mi sujetador de leopardo, y mi maquillaje fue llamativo pero sutil a la vez, necesitaba que llamara la atención sin parecer una completa payasa.
Así que, le mandé un mensaje a Ivo y le dije que le esperaría en la calle.
Salí a la parte delantera de la casa donde habían varios coches aparcados, y cuando quise darme cuenta me vi en el suelo tirada con un golpe en la cabeza.
Genial, esto simplemente era genial.
Alguien me había pegado con la puerta del coche y yo no me había dado cuenta de que alguien estaba metido en ese Lamborghini negro, estupendo.
-Lo siento.
Y vi como me tendió la mano y yo simplemente la rechacé.
-Tranquilo, que ya puedo yo sola.
Y como pude me levanté del suelo y lo miré: dios mío, ¿en esta casa solamente había gente guapa?
Mi teoría de que eran una secta se iba haciendo cada vez más y más latente, ¿como era posible este suceso?
El chico era moreno, pelo negro y ojos marrones, mientras que su cuerpo... oh dios mío, su cuerpo, era un dios griego.
Y su sonrisa mientras que yo lo miraba embodada me dejaba pegada en el suelo, ¡oh dios mío!
Pero, la rabia se apoderó de mi y le grité:
-¿Es que estás ciego o que?
Vi como el chico endureció sus facciones, su boca que antes estaba formada por una gran sonrisa ahora formaba una especie "o" de sorpresa.
-Lo mismo podría preguntar yo de tí, niña.
¿Niña? ¿Pero este tío de que coño iba?
-Me llamo Nicole, no niña.
El chico se me acercó todavía más a mí, y con su arrogancia de chico malo me soltó:
-Pues cualquiera lo diría, niña.
Y cuando creí que mi coraje no podía ir en aumento me miré el outfit, estaba toda manchada de barro y encima Ivo vendría a por mí en cinco minutos.
-¡Mira lo que me has hecho, idiota!
Me he manchado entera por tu maldita culpa.
El chico simplemente se encogió de hombros, entró en su coche y sacó un vestido negro para después ofrecermelo.
-Toma, con ese cuerpo que tienes estoy seguro de que te quedará divino.
Es de una de mis amigas, ya me entiendes.
Me dijo guiñándome un ojo:
Su sonrisa y su ironía me sacaron completamente de mis casillas, no solo me había jodido el outfit que también quería que me pusiera un vestido de una de sus zorritas.
-¿Pero tú de donde coño has salido, eh?
El chico simplemente se relajó, me miró y con su chulería me soltó.
-¿Yo? Del coño de mi madre.
Mis ojos se abrieron como platos mientras que él empezó a reírse, y antes de meterme de nuevo en la casa, le advertí:
-Me voy a vengar de tí, eso te lo juro.
El chico simplemente se encogió de hombros, y acercándose peligrosamente a mi oído me soltó:
-No espero menos que tu mejor intento.
Su aliento en mi oído me dejó temblando, ¡temblando!
y cuando se separó de mi guiñándome un ojo se metió en la casa dejándome totalmente sola de pie en el pavimento de cemento.
¡Mierda! Ivo no tardaría en venir y yo estaba llena de mierda por culpa de ese gilipollas que todavía no sabía ni quién era, pero se iba a enterar de quién era yo y que conmigo nadie jugaba de esa manera.
Así que, no me lo pensé más veces y cogí una bicicleta que estaba allí aparcada y me monté en ella asegurándome de que nadie veía nada, y embestí contra la puerta del piloto de aquél coche tan caro.
Enseguida la chapa se metió para dentro, ¡menuda mierda de calidades!
¡Jódete, mamón!
Y con todo el disimulo del mundo me bajé de la bici y la dejé donde estaba, para después meterme dentro de la casa y cambiarme de ropa.
Gracias a Dios traje ropa de fiesta suficiente como para poder cambiarme, así que, volví a ponerme otra falda de cuero y otra camisa negra transparente.
Cuando mi móvil empezó a pitar vi que era un WhatsApp de Ivo
"Te espero abajo"
Al parecer nadie se dió cuenta del golpe que llevaba aquél Lamborghini, y menos mal porque prefería que su dueño lo viera cuando yo estuviera fuera de la casa.
Cuando llegamos a aquella fiesta había de todo, cuando digo de todo era de todo.
Alcohol, mujeres, drogas, y muchísima diversión.
-Escúchame, no quiero que te separes de mi ¿vale?
Yo asentí, quería pasármelo bien pero tampoco quería meter a Ivo en problemas.
-Claro, si, no te preocupes.
Ivo me llevó hacia unos reservados donde solo entraban gente famosa o con dinero, él obviamente era las dos cosas por ser hijo de unos de los abogados más importantes del país.
Y cuando entramos mis ojos no podían creerse lo que estaban viendo:
Mujeres bailando en tanga, unas mujeres liándose comiéndose la boca en uno de los sillones, otras con dos hombres metidas en uno de los baños del reservado.
Ivo simplemente me llevó a la barra y pidió dos tequilas, y no pude resistirme a preguntarle por su edad.
-¿Cuantos años tienes?
-Veintiuno
-Buena edad.
Ivo se echó a reír, y cuando me fue a contestar lo llamaron por teléfono.
-Espérame aquí, tengo que hacer una cosa.
Yo asentí y me quedé sentada en la silla, hasta que sentí que alguien se me acercaba.
-¡Hola, preciosa! ¿Quieres tomar algo?
Yo miré a aquél hombre, era moreno de ojos negros y su sonrisa no me decía nada bueno.
-Eh, no, gracias. Ya estoy tomándome algo y no quiero nada más.
Pero el chico siguió insistiendo, y yo no es que fuera una chica miedosa pero es que este hombre me ponía la piel de gallina.
-Tranquila, solo quería invitarte a algo.
Pero una voz nos sorprendió a todos:
-Me parece que te ha dicho que no quiere tomarse nada contigo.
Mis ojos y los de ese hombre se dispararon en aquél chico al que yo le había destrozado el coche, y le dijo:
-Tranquilo, Gabriel, solo estábamos hablando. ¿Verdad?
La mirada de aquél hombre se disparó contra a mí, pero yo no contesté nada.
-Pírate, Lexter, ¡ahora!
El hombre asintió, no sin antes echarme una miradita encima que gritaba "peligro"
Gabriel, el hermano de Ivo se llamaba Gabriel.
Y yo le había destrozado la puerta del coche a su hermano, genial, Nicole.
La mirada de Gabriel buscó la mía y empezó a sonreír, aunque sabia que esa sonrisa venía con una advertencia:
-Me has abollado la puerta de mi Lamborghini.
-Y tú mi outfit.
Su sonrisa se ensanchó:
-¿Estás comparando mi pedazo de coche con tu mierda de ropa?
Mis ojos se achicaron mirándolo mal, y sin abandonar mi altanería le contesté:
-Si, porque a lo mejor mi ropa vale tan cara como tu mierda de coche.
Y la risa de él se escuchó por toda la discoteca, menudo idiota arrogante.
-¿De que te ríes?
-De ti, ¿que no lo ves?
Escucharle decir que se estaba riendo de mí me entró tal rabia que cogí un vaso que había encima de la barra y le tiré su contenido en la cara, después le puse el vaso de tubo en la mano y me fui de allí.
Y lejos de reírme solo estaba más cabreada que nunca, y encima no sabía en donde se había metido Ivo.
Así que, salí a la calle y lo llamé por teléfono pero no me lo cogía.
-¡Mierda!
-¿Te podemos ayudar en algo, preciosa?
Otra vez la voz de aquél hombre irrumpió en mi camino, el tal Lexter era un pesado de lo peor.
-No, gracias.
Pero cuando me fui a ir él me agarró por un brazo y uno de sus amigos intentó meterme mano, pero la voz de Gabriel lo interrumpió:
-Le pones una mano encima y te juro que te mato.
Jamás pensé en decir esto pero escuchar su voz me tranquilizó en lo más profundo, y Gabriel prosiguió:
-Lexter, llévate a tu amiguito fuera de aquí, porque si no te juro que pagas tú por los dos.

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