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Sentía el estómago revuelto, como si me hubieran tenido de cabeza durante un largo tiempo y luego de repente me hubieran puesto en la posición correcta otra vez

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Sentía el estómago revuelto, como si me hubieran tenido de cabeza durante un largo tiempo y luego de repente me hubieran puesto en la posición correcta otra vez.

¿Qué hacía ahí?

Quién diablos sabía. Había pasado una semana entera con el corazón en la boca por la incertidumbre. Al parecer, Tom tomaba el "piénsatelo" como un "desaparece de mi vida hasta que tomes una decisión".

No supe nada de él hasta esta tarde, cuando casualmente, después de volver del paseo que había tomado con los chicos, había aparecido una caja junto con una carta sobre mi cama. Solo una palabra estaba escrita en aquel papel con olor a menta.

"Encuéntrame".

Reconocí de inmediato su caligrafía, redondeada y pareja. En cuanto a la caja, llevaba puesto lo que había en su interior, un bonito vestido de batista bordada de color verde, y unas sandalias cómodas para caminar.

Todo eso hubiera tenido sentido si me hubiera invitado a cenar, pero ¿cuál era el objetivo de traerme al bosque en medio de la noche? ¿Lo que había descubierto no le había agradado y planeaba matarme? Si eso era lo que planeaba, ¿por qué tanto misterio?

Creía saber a dónde me dirigía, aunque no sabía si su rastro se desviaría de repente del lugar donde creía que me llevaba. Antes de que las dudas me surgieran, velas se encendieron en un sendero que parecía recién trazado.

Podía verlo parado al final del sendero, donde los árboles se abrían para dar paso a la luz de la brillante luna, el agua del lago resplandecía y se podía ver luces iluminando toda la circunferencia del lago y sus costas.

Su mano se alzó hacia mí para recibirme, me jaló contra su cuerpo y besó mis labios.

— Tardaste, pensé que no vendrías —dijo cuando sus labios dejaron los míos.

— Ganas no me faltaron, tal vez así aprenderás a no desaparecer tanto sin decir una palabra —claro que esto era una total mentira.

— Me lo merezco —dijo guiándome hasta una mesa — En recompensa te preparé esta sorpresa.

— Oh, Tom, no hagas como si no te interesara el postre —dije con tono burlón.

— Bueno —dijo encogiéndose de hombros regalándome una sonrisa coqueta — Te preparé una cena —anunció cuando el primer plato apareció delante de mí por arte de magia.

— ¿Tienes cómplices? —le recriminé.

— Los tengo —afirmó — De otro modo no habría podido mantenerte ocupada mientras yo preparaba todo.

— Tendré unas palabras con esos dos más tarde, pero, Belsabed, me siento sinceramente traicionada. Pensé que simplemente estaban siendo atentos conmigo por consideración. Resulta que también hacían sus cosas a mis espaldas —reproché/bromeé.

Los Deseos de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora