Capítulo 6: Respuestas.

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Cuando Drey tenía 10 años, se había quedado dormido sobre un árbol en medio de un juego de las escondidas. Nadie había podido encontrarlo, y él no planeaba rendirse así que se quedó ahí, en la rama del árbol hasta que cayó dormido del aburrimiento... y luego cayó literalmente, dándose de lleno al suelo.

La falta de aire que sintió ese día no se comparaba con la que sentía ahora. Le ardían los pulmones por la cantidad de tiempo que estaba pasando sin que recibieran oxigeno, pero estaba tan aturdido que incluso el reflejo de respirar se le había desactivado.

Estaba ahí, de verdad estaba ahí. Los ojos verdes como un avada kadavra, que a veces sentía que lo mataban si lo miraban por demasiado tiempo, el cabello negro alborotado que tantas veces Drey había intentado domar (inutilmente), esa boca de labios finos que ahora estaban abiertos, formando una 'o' en su dirección, y tuvo que detener el tren de pensamiento que estaba llegando con imágenes mentales de lo que quería hacerle a esos labios.

—¿Harry...? —Fue lo primero que dijo cuando le dio a sus pulmones la bocanada de aire que estaban suplicando. Fue una pregunta estúpida, porque claro que era Harry, no lo confundiría en ninguna parte, ni siquiera en una habitación oscura con los oídos tapados y las manos atadas detrás de la espalda.

Harry era Harry.

Antes de que pudiera volver a preguntar y romper el nuevo silencio que se había formado, el chico grande de cabellos oscuros y brazos tatuados ya estaba sobre él, acorralándolo en el suelo en un abrazo que casi lo hizo llorar. Pasó sus brazos temblorosos por la espalda del hombre, apretando la tela de la camiseta, apoyando su rostro en el hueco que quedaba entre el cuello y el hombro de Harry, respirando hondo la colonia cítrica mezclada con café que tanto había extrañado.

—¿Cómo...? 

—Lo siento tanto, esto es mi culpa, todo esto es... —La voz nerviosa de Harry sonó a un lado de su cuello, sintiendo como el agarre sobre él se tensaba y lo apretaba. 

—Calmate, grandote. No te entiendo si hablas así, ya sabes... —Él respiró hondo, intentando ser, como siempre, la persona calmada y competente entre él y Harry. Sabía que los nervios a veces tomaban lo mejor del chico, y era su trabajo estar ahí para evitarlo.

Él se aclaró la garganta antes de agregar; —Además... tenemos público.

—¿Mm? —Harry se sentó de golpe, mirando al par de ojos verdes y grises que se le hacían demasiado conocidos. Volvió a abrir la boca, formando una 'o' mas grande que antes— Oh...

—Hola —El pequeño Harry saludó, probablemente sin saber por qué, demasiado acostumbrado a que le pasaran cosas extrañas, pensaron los dos Dracos.

Pero el Harry adulto ya había perdido parte de esa maravillosa costumbre, por lo que solo pasaba la mirada de un niño al otro, abriendo y cerrando la boca.

—Draco bebé —Dijo luego, tapándose la boca mientras señalaba a Draco, que no sabía como acomodar su cara para verse tan ofendido como estaba en ese momento.

Antes de que el pequeño rubio pudiera contestar, Drey saltó.

—¡Sería mejor si entraramos! Y me contaras... como llegaste aquí.

—Oh, ah sí, claro... —El pelinegro se levantó, tomando las manos de Drey para levantarlo también. Pasaron unos segundos mirándose en silencio antes de volver a abrazarse.

Por su lado, Draco y Harry observaban la escena sin saber como sentirse, viendo a sus versiones mayores dándose un abrazo de esos que solo das a alguien que quieres demasiado, de los que parecen echar chispas, como cuando chocas dos piedras demasiado fuerte, de los que te aprietan tan fuerte que te exprimen el miedo y se siente tan cálido como una chimenea, una manta y un chocolate con malvaviscos.

Harry Potter y ¿Por qué hay dos Malfoy? [Drarry]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora