El beso que Scott estaba dejando sobre mí, era de esos. . . Esos que conllevan tanta pasión, que son imposibles de terminar.
Porque cuando nos separamos, sus ojos seguían besando los míos.
Él notó primero la presencia de alguien más en la sala, luego yo, que observé hacia donde él lo hacía.
Derek estaba allí, tenía el picaporte de la puerta de la entrada en su mano y una mirada oscura en sus ojos claros.
—Quédate ahí, Miel.
Scott me dejo detrás de él, pasando un brazo por mi costado.
Se lanzó hacia Scott en un segundo, este mismo me empujó hacia atrás o recibiría el impacto en mayor medida.
Ignoré el dolor en mi espalda al caer en el suelo, reincorporándome con rapidez. Al hacerlo noté que Scott también estaba ya convertido. E intentaba esquivar los golpes del mayor. Ni siquiera sentí el dolor de las palmas de mis manos, las había lastimado con los vidrios de las copas rotas, donde antes, Scott y yo bebíamos.
Derek nos había visto, había sentido lo que yo sentía cuando Scott me tocaba y besaba. Acababa de enterarse de que Scott y yo teníamos algo. Es decir, aunque la atracción prevalecía, Derek no estaba enterado totalmente de ello.
Aunque Derek era fuerte, Scott pudo sostenerlo contra el suelo.
—¡Derek! Es la luna llena, ¡VUELVE en ti!
Las largas uñas del pelinegro estaban lastimando los brazos de Scott.
—Derek –pronuncié en un susurro casi inaudible.
Pero él me oyó. Dejó de moverse, me busco con la mirada y al encontrarme, empujó a Scott lejos de él. Observó mis manos con pequeñas gotas de sangre y cuando quiso darse cuenta, su rostro ya era humano.
—Lo siento —susurró, aunque la furia ya no estaba en sus ojos, si estaba la tristeza.
Se volvió hacia Scott.
—¿En serio estaba con la madre de mi hijo? ¿Con mi hijo en su cuarto?
Scott apretó los puños y se acercó a mí, tomando mis manos heridas.
—¿Y tú, Miel? ¿No dirás nada?
Advertí de la tristeza en sus ojos, el desespero de su voz.
Abrí mi boca, seca de palabras claras.
—Yo. . . Derek-
Me detuve en un instante y aparte las manos de Scott con delicadeza.
—Vete Scott, por favor. Debo hablar con Derek a solas.
Antes de ver su mirada, me alejé de ambos y me dispuse a ver a mi hijo. Los ruidos habían cesado y esperaba encontrarme con lo peor.
Al abrir la puerta, Benjamín estaba acurrucado contra la esquina de su cuarto, con el rostro enterrado en sus rodillas.
—¿Benjamín? —cuestioné, acercándome con cautela.
Levantó su cabeza y en movimientos demasiados rápidos para mi vista, se movió hasta llegar a mí, abrazando mis piernas enterrando su rostro en el vientre.
Me agaché a su altura, tomándolo en mis brazos.
—¿Cómo te sientes?
–Me duele.
Acaricié sus cabellos lentamente, dejando besos suaves en su cabeza. Al dejarlo en su cama, cerré las ventanas, desaté las cadenas de sus pies y las guardé bajo la cama. No tenía heridas o algo por el estilo. Con un tarareo suave, le quité la ropa para cambiarlo a su pijama.
Benjamín estaba mucho más calmado.
No quería que notara mis manos heridas, así que reprimí el dolor que sentía al hacer movimientos.
—Huelo sangre mami.
—Es qué. . . Scott se cortó un vidrio roto, cariño.
Lo arropé en silencio.
—Duerme cariño. Todo estará bien, ¿sí?
Espere unos minutos hasta que note su pecho subiendo y bajando tranquilo.
Sabía todo lo que ahora iba a pasar, la charla que tendría con Derek y su reacción. Pero, lo que no sabía era que sentir.
A quién ama mi corazón?
Salí del cuarto con el botiquín de primeros auxilios en mis manos. Scott ya yo estaba allí, pero Derek sí.
Me coloqué en el sofá en silencio, con el botiquín en mi regazo, Derek se acercó con un pequeño recipiente de vidrio. No dijo nada, sostuvo mis manos, tomo una pequeña pinza del botiquín y procedió a sacar cada pequeña astilla de vidrio de mis manos.
—No quería que te enterase así —murmuré, mirándolo a los ojos.
Derek solo miraba las heridas.
—¿Están juntos?
Negué lentamente.
—Pero creo que quiero estar con él –dije finalmente, relamiendo mis labios al final.
Alzó la vista y por fin me miró a los ojos, claro que vi la tristeza, claro que sentí deseos de besarlo para ya no ver esa desesperación, pero, no. Volvió a bajar la cabeza y no volvió a mirarme hasta que mis manos estuvieron desinfectadas y con vendas.
Dejo el botiquín en la mesa de café y volvió a mirarme.
—Nunca fui bueno con las palabras, Miel. Pero. . . Te amo y lo he hecho desde que éramos niños, aunque paso mucho tiempo.
Tomé sus manos, intentando que se Callase.
—Miel. . . No soportaría verte con Scott.
—Derek tiene que-
Me interrumpió intensamente, con un beso rudo, uno que revolvió mis cabellos, que llego con una adrenalina indescriptible. Nada suave, nada lento. Duro y firme. Cuando quise separarme, me tumbó en el sofá, sosteniendo mis muñecas por encima de mi cabeza.
Cualquier mujer amaría un beso así. Y yo amaba como me estaba besando, él sabía que aquello me recordaría a las mil travesuras que tuvimos en el pasado. Y aunque quise detenerme, detenerlo, me fue imposible.
—Derek — jadeé, cuando su otra mano, buscó desesperadamente mi coño, a través de mis shorts y bragas.
—Déjame al menos probarte por última vez —susurró.
—Derek no. . . Detente, por favor.
Ante mi pedido y por la forma en la que hablé, él se detuvo, se alejó de mí y espero a que acomodase mi ropa.
—Tu cuerpo no me rechaza, Miel. . . Pero tus ojos si–dijo, viéndome a los ojos— no comprendo.
Extendí mi mano, tomando su mejilla. Cerró sus ojos, disfrutando de mi caricia por unos leves segundos.
—Ya no te amo, Derek —confesé con la suavidad que él necesitaba.
Noté como sus hombros se tensaban y la amargura inundaba su mirada. Pero ya no podía seguir alimentando este sentimiento que ya no existía.
—Benjamín es tu hijo y nada va a cambiar eso. Yo siempre seré tu amiga, siempre seré la miel que conociste. Esa Miel, siempre será tuya.
NOTA
Miel finalmente eligió.
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MIEL ||| Teen Wolf ||| Short Story
Fiksi PenggemarMiel se marchó de Beacon Hills hace mucho tiempo. Ahora volvió, con un niño y para sorpresa de Derek Hale, es su hijo. El corazón de Miel ahora se verá disputado por su primer amor, Derek Hale y su nuevo amor, Scott Mccall.