El sol estaba alto cuando él salió del vestíbulo y caminó con paso firme hacia ellos, Serena había estado esperando ese momento, lo mismo que sus compañeros, y se había dedicado a repasar sus motivos de aflicción: que jamás volvería a ver a sus padres, que ahora nunca tendría marido, o hijos, o incluso ni siquiera vería el día siguiente. Había decidido que no moriría cobardemente, pero en realidad no deseaba en absoluto morir.
Dos de los guardias se acercaron a Seiya para hablarle, y después continuaron caminando con él. El pequeño sajón Richard había sido relevado en mitad de la noche, pero había regresado temprano en la mañana para continuar molestándolos con descripciones de las torturas que podían esperar.
Se acercó a Zafiro, y golpeó el pie desnudo del prisionero con el costado liso de la espada que había desenvainado.
- Vikingo, mi señor Seiya quiere hablarte – anunció Richard con gesto pomposo.
Serena pellizcó a Zafiro para inducirlo a ponerse de pie, pero él le apartó la mano, en un gesto de rechazo. Estaba agazapado, como los demás, dispuesto a atacar a los sajones si intentaban separarlos para llevarlos a la tortura. Como había solamente tres hombres frente a ellos, no era probable que se tratase de eso; pero no deseaba correr riesgos.
Los ojos azules del jefe de los sajones recorrían lentamente el grupo, como si lo viese por primera vez a diferencia de la víspera, su expresión era inescrutable. Por supuesto, la condición deplorable de los vencidos era más evidente a la luz del mediodía, y sin duda el sajón no creía que representaran una amenaza para él, pues si hubiese pensado tal cosa no se habría acercado tanto, su despreocupación era casi un desafío.
Este sajón no tiene miedo, pensó Serena cuando sus ojos se posaron sobre ella un instante y después retornaron bruscamente. Ella bajó rápidamente la mirada, y sintió un ingrato sobresalto en el corazón al advertir la mirada de esos ojos oscuros. Temía que su disfraz no engañase a ese hombre, no volvió a levantar la mirada hasta que lo oyó hablar, pero entonces su inquietud se acentuó. No había advertido que como estaba encadenada a Zafiro, que era el único que podía hablar con ellos, estaba demasiado cerca del objeto de la atención de los sajones. Se arrastró rápidamente para quedar detrás de Zafiro y se agazapó, de modo que las anchas espaldas de su amigo la ocultaran.
El sajón estaba mirando a Zafiro.
- Me dijeron que hablas nuestra lengua.
- Un poco – reconoció Zafiro.
- ¿Quién es tu jefe?
- Está muerto.
- ¿El barco era suyo?
- De su padre.
- ¿Tu nombre?
- Zafiro Osaka.
- Entonces, Zafiro, dime quién es tu nuevo jefe, porque sé que habréis elegido uno.
Zafiro no respondió, y al fin pidió: - Habla más lentamente.
Seiya frunció impaciente el ceño.
- Tu nuevo jefe. ¿Quién es?
Zafiro sonrió ahora y gritó: - Andrew, ponte de pie y preséntate al sajón.
Serena vio que su primo se incorporaba inseguro, pues no había entendido nada de la conversación hasta el momento en que Zafiro lo llamó.
Estaba sobre el extremo opuesto del grupo, pero se había acercado a ella durante la noche, y para lograrlo había arrastrado consigo a tres hombres.
Sus dos hermanos estaban muertos, pero él no expresaba su dolor; en eso, sdoptaba la misma actitud que Serena. Como era el mayor de todos los hombres, y también el primo de Yaten, ahora se lo consideraba lógicamente el líder.
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Corazones En Llamas
RomanceSerena Tsukino afrontó desafiante la furia helada que transmitian los ojos zafiro del hombre que la había capturado. Era prisionera de Seiya Kou pero jamás aceptaría ser su esclava. En esa belleza vikinga el poderoso señor sajón había encontrado, al...