Prólogo

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Hola, ayer pase por la esquina de nuestro café. Fue tan loco no verte ahí riendo. Me acuerdo de ese día... yo me quejaba del sol, y es que siempre lo odie, pero vos decidiste ser perfecto como de costumbre y cambiarme el lugar. Al llegar a tu casa me dijiste que te habías insolado y que te eso te provoco un refrió. Lo único que pude pensar en su momento fue: ¡Wow! él sabía que algo malo podía pasarle, pero igual lo hizo por mí.

La cafetería hoy está vacía ¿sabes? Parece que el otoño no solo se llevó nuestro amor. Los árboles están perdiendo sus hojas, ya su verdor no resplandece y el café no huele a felicidad como esa vez. Me pregunto sí te pasará lo mismo, sí dirás como yo: "Ahí lo vi reír de mis locuras, vi como un pajarito se le apoyaba en el brazo y fue la imagen más tierna que mis ojos hayan visto. Ahí vi cómo me mirabas, como si contemplaras una obra de arte".

Me acuerdo muy bien lo que me dijiste:

Te puedo decir algo – me dice mientras que con una mano tapa el sol que le da en la cara y en la otra tiene el café con leche. Se ve serio, me da un poco de pánico que ya se haya hartado de mí.

— Claro, ¿qué pasa?

— Sos la mujer más increíble que haya conocido en mi vida...

Lástima que no supiste querer a esa mujer tan increíble.

El chico del parqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora