Capitulo 8

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Seguimos caminando por el parque hasta llegar a la primera atracción. Por primera vez, un parque de atracciones norteamericano había llegado a mi país. Había una gran carpa roja con amarillo colocada en el medio de muchas mini tiendas. No entiendo como hicieron para armar una noria y una montaña rusa. Es algo increíble de ver, los niños correteaban ansiosos hasta los auto chocones. Los padres llevaban las manos ocupadas entre los algodones de azúcar, manzanas caramelizadas o los premios obtenidos. Es un espectáculo digno de relatar, cuando llegase a mi casa lo haría.

Mientras caminábamos en silencio, me tomé un segundo para observar a mi cita. Ender es pelirrojo, tiene pequeñas pecas que rodean sus mejillas... me daban ganas de tocarlas. Es mucho más alto que yo, diría que mide un metro ochenta, lo que deja mi metro sesenta bastante enana en comparación. Observé que sus ojos son azules con pequeñas motas de color verde. Son preciosos, bueno... él es hermoso. Quizás demasiado para mí...

—Y... ¿quién eres, Julieta Rivas? —me dijo, sacándome de mi detallada observación. Sentí cómo poco a poco mis mejillas se sonrojaban.

—Eh... bueno, yo... —me aclaré la garganta, ya que me miraba muy fijamente y eso me ponía nerviosa—. Buena pregunta. Si le preguntas a mis amigas, te dirán que soy una loca linda; pero si le preguntas a mi mamá, te dirá que solo soy una loca —le dije en tono de broma, pero no le causó gracia, parecía... ¿Querías conquistarlo o asustarlo, Julieta? Actué según los nervios, ¡conciencia, al silencio!

— Y tú, ¿quién eres, Ender? —le pregunté para romper el incómodo silencio.

—Soy de Inglaterra, pero mi mamá es argentina —me dijo mientras caminábamos—. Nos vinimos acá porque mi mamá quería tener contacto con sus raíces, pero no sé qué tan buena idea fue eso.

—Entiendo, dejar tu país debe haber sido difícil. Además, somos culturas muy distintas. Pero, Argentina es un gran país; tenemos tantas cosas hermosas. ¿Ya has escuchado el tango? Gardel es nuestra gran estrella, mi sueño es aprender a bailarlo —le dije, pero él negó mientras caminábamos—. ¡Oh! Tienes que escuchar el folclore...

—Ese último sí lo escuché, es un gran álbum de Taylor Swift —me interrumpió contento. ¡Ay, cosita!

Me empecé a reír —No, no, no. El folclore aquí es música regional, hay artistas reconocidos en todo el país como La Sole Pastorutti o el Chaqueño Palavecino. Quédate tranquilo, yo te cuento todo sobre nuestra cultura. Amo mi país —le dije sonriendo.

—En serio, ¿me ayudarías? Estoy muy perdido. Mi mamá no fue muy detallista, ya que se fue cuando era muy pequeña —me dijo acercándose.

—Estás ante la mejor guía cultural y turística. Empecemos por lo básico: nunca insultes al país, solo nosotros podemos hacerlo.

— ¿En serio? —me miró intrigado.

—Sí, somos muy intensos con eso. Nadie más que nosotros y Dios tiene derecho a juzgarnos. Pero tranquilo, somos muy sociables. Demasiado a veces —le dije mientras señalaba la primera atracción. Había que disparar a unos patitos y, si los tirabas, te ganabas una pelota de fútbol.

—Déjame a mí, no quiero que te lastimes —me dice sonriendo. Si tan solo supiera que nos criamos en el campo... disparabamos aires comprimidos desde que teníamos la mitad de su edad... Detalles para contar mucho después, conciencia, en una cuarta o quinta cita.

Se acomoda el arma, ¡uy!... así no le va a dar a ninguno. No puede ver por la mirilla. Tira los tres tiros, acertando solo uno, y le dan un chocolate de regalo. Se ve muy tímido y avergonzado. Le sonrío y me dirijo al encargado de la tienda.

El chico del parqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora