Hace tres días que salí con Ender. Es lindo y muy tierno cuando hablamos por mensajes. Sin embargo, a veces lo noto un poco distante. No entiendo qué hice para que se comporte así. Tengo muchas dudas al respecto: ¿Estará bien salir con alguien aunque no me sienta del todo bien? ¿Qué tengo que cambiar para gustarle? ¿Le pareceré fea y por eso no me dio un beso? ¡Agh! Es tan agotador convivir con mi cabeza. Por suerte, hoy voy a ver a Paula.
Mi madre se ofreció a llevarme, ya que tiene que hacer unas compras. No me molesta que me traiga, porque igual no me sentía bien para manejar. Sin embargo, es agotador escuchar sus problemas y que no se dé cuenta de que yo no me siento bien. Cada día es la misma historia: si yo tengo un problema, ella tiene tres veces más. Por suerte, ya estamos cerca del lugar y en menos de un minuto llegamos. Ya no puedo disociar más al respecto.
— ¡Julieta Rivas! ¿Es que no me escuchas? ¡Ves cómo son, tú y tu padre son una mierda! Siempre ignorándome. Quiero ver qué van a hacer si me voy y se las tienen que arreglar solos —me grita para que le preste atención.
—Disculpa, mamá. Hablamos después, ¿sí? Tengo que bajar, ya casi es mi turno —le digo mientras bajo corriendo del auto.
Entro al consultorio y veo un montón de niños. Creo que ya es momento de buscar otra psicóloga. Paula tiene asuntos más importantes que atender que a una chica con crisis existenciales.
—Hola, Juli. Paula te está esperando. Sube —me dice Tati, su secretaria. Ella me conoce desde hace mucho tiempo. Es alta, morena, y tiene un físico increíble. Hemos pasado horas hablando antes, ya que solía venir temprano a ver a Paula para que mis padres no se molestaran. Tati es de Venezuela; vino a Argentina por la gran crisis en su país. Me gusta conocer otras culturas, y ella solía contarme mucho de su país. Siempre me decía que un día, cuando todo mejorara allá, me invitaría a la casa de su madre en Naiguatá. Me relató muchas cosas sobre su pueblo costero, y cuando lo hacía, sentía las olas del mar en su voz. Ojalá Tati pueda volver algún día.
Subo las escaleras de mármol, y Paula me espera en su consultorio. Toco la puerta y espero a que me abra.
—Juli, ¿cómo estás? Pasa, por favor —me dice haciéndose a un lado.
—Hola, Pau. Ahí ando. Un poco mejor que ayer y otro poco peor que mañana, supongo —le digo mientras me siento.
—Bueno, cuéntame, ¿qué te está pasando? ¿Qué sientes? —me dice mientras saca su cuaderno. No voy a mentir, siempre he querido saber qué escribe.
—Estoy conociendo a alguien, pero no se siente correcto. Siento que soy muy poca cosa para alguien así. Pau, él es un chico increíble. Y yo, ¿qué tengo para ofrecer? Soy un desastre que nunca termina. Mírame, tengo 19 años y estoy más perdida que turco en la neblina. No soy tan buena en lo académico, mis padres aún piensan que soy una niña cuando dejé de serlo hace mucho, y tú sabes por qué. Para colmo, soy un asco. ¡Por Dios! ¡Soy horrible y no sé si debo cambiarlo! ¿Por qué no puedo aceptarme y amarme como soy? ¿Por qué me cuesta tanto ser la hija que ellos quieren que yo sea? —se me entrecortan las palabras por el llanto que tenía atorado—. No puedo más, Pau, estoy cansada de luchar batallas que no sé si voy a ganar.
—Mírame, Juli. Primero, deja de tratarte así. ¿Qué hemos hablado sobre los pensamientos intrusivos? Tienes más cosas buenas de las que piensas, te lo digo en serio. Segundo, no pongas a nadie en un pedestal, porque nadie es perfecto. Todos tenemos cosas buenas y malas. Las personas no somos solo una cara de la moneda; somos más complejos de lo que creemos. Y, por último, no tienes que cumplir con las expectativas de nadie más. Tus papás deben respetarte y amarte tal como eres.
Logro calmarme y la miro fijamente.
—Pau, yo sé que ellos me aman, pero es una manera muy retorcida de hacerlo. Mi mamá se enojó ayer porque no lavé los platos por estudiar. Me dijo que por qué no elegí algo más fácil para no complicarle más la vida, que soy una inútil de mierda. Mi papá en la cena me dijo que no comiera otro sándwich porque ya estaba muy gorda. Sé que nunca seré lo que ellos esperan, lo tengo asumido, pero a veces solo me gustaría que me dieran un abrazo o me preguntaran qué tal fue mi día. Estoy un poco agotada, Pau, pero sé que estaré bien. Siempre lo estoy, ¿no?
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El chico del parque
Teen FictionAmar es un verboide de primera conjugación. Pero; ¿qué significa realmente? Lo único que yo conozco del amor es lo que he visto en los libros. Sé que Romeo se mató cuando vio a Julieta muerta, qué Madame Bovary miraba la ventana en la espera de un a...