Llegando a mi casa, voy preparando la excusa que le voy a dar a mi madre. Tiene que ser creíble, algo como: "La señora me quiso robar y yo me defendí"... no, ¿qué señora de 60 o más querría robarme? Tiene que ser otra. ¡Ya lo sé! Le diré que iba caminando y que me tropecé sin querer con ella, que se enojó mucho y me denunció injustamente. Ni eso me va a salvar de la chancleta voladora de doña Esther.
Me bajo del auto de Teo con el alma en vilo, sé que se viene el regaño del año.
—Julieta Rivas, te lo voy a preguntar una vez. ¡Una sola vez! ¡¿Cuántas veces te he dicho que no te metas en problemas?! ¡Eh! ¡¿Te parece justo hacerle pasar este mal trago a tu madre?! Es que un día me vas a matar, niña de Dios —me dice mientras me apunta con la cuchara de madera. Ni siquiera hice el testamento, pero sé que hoy soy pollito hervido. Me gustaría corregirla y decirle que no es una pregunta, pero si me pongo lista hoy, termino con el 38 de su zapatilla marcada en la frente.
—Yo te juro, mamita linda, hermosa, de mi vida... —le digo mientras me acerco despacio— que yo no tuve nada que ver. Esa señora estaba loca y se la tomó conmigo.
Cuando llego cerca de ella, la abrazo. No es que con eso se calme, pero con este abrazo no me da con la cuchara. Se llama pensamiento lateral.
—Claro, siempre es el otro. ¡Vas a causar que me dé un infarto, pendeja endemoniada! ¡Te vas a tu habitación y no te quiero ver por lo que resta del día!
Simón dijo y Julieta obedeció. La saqué bastante barata. ¡Bendito sea Teo por traerle a Tomás! Mi madre, cuando está cerca de Tomi, se vuelve un angelito; ese niño es un encantador de demonios. Al cerrar la puerta de mi habitación, aún la puedo escuchar refunfuñando.
Me tiro en la cama y observo el desorden de mi habitación. Tendría que ordenar, porque si no, a mi madre le va a dar un patatús. Bueno, esa actividad se la dejo a la Julieta del futuro. Miro al techo de mi habitación y me doy cinco minutos para conectar con todo lo que ha pasado hoy. Es algo que hago desde que empecé con Paula. Conectar con mi hoy, con mis sentimientos y emociones. Me recuerda que estoy viva y me permite vivir el día a día. Así no caigo en una ansiedad constante.
Me gusta hacer listas, por ejemplo: fui al parque, me sentí feliz y cómoda. Es un lugar que me hace sentir bien. Me encantó ver cómo las hojas ya cambiaron por completo su color y cómo el invierno está llegando. Después, pude charlar con mi rubia. ¡Dios, cuánto la extraño! Y qué mala amiga he sido. Me he perdido tres malditos meses. No puedo volver a dejarla sola tanto tiempo. Y para concluir el día... fui a la comisaría. Esa última va al anecdotario.
Me levanto y busco mi agenda, donde anoto todas las anécdotas importantes. Porque si el día de mañana me da alzhéimer, podré recordar todo. La encuentro metida entre un montón de ropa. Sí... tengo que ordenar pronto. Es violeta y tiene dibujada una galaxia en la tapa. La abro y voy a las últimas hojas, donde empiezo a anotar.
Anécdota N°84: Choqué con un skater en el parque. Era un idiota y pensé que estaba muerto, pero, para mi suerte, no lo estaba. Después, él me llamó enana y yo defendí mi honor. Una señora que parecía su abuela, pero que no lo era, se metió a defenderlo. Me dijo enana y yo "gentilmente" le pedí que no se entrometiera. Me denunció a la policía y terminé en la comisaría con el idiota y una falsa monja. Eso fue lo mejor... Me pasé de estúpida y quise armar una revolución. Pero, el señor se había metido a robar a un monasterio. Sí, me pasé de mamona. En fin, un día normal en la vida de Julieta Rivas.
Al terminar, observo si no tengo ningún error de ortografía y guardo la agenda. Busco mi celular hasta que lo encuentro entre los acolchados. Llamo a Kasia y a Nerissa. Son dos personitas del bien que conocí en la facultad hace dos años. Kasia es tres años mayor que yo y Nerissa tiene mi edad. Ambas comparten el mismo signo y yo les digo que se parecen a los gemelos de *Alicia en el país de las maravillas*. Son morochas, Nerissa es un poco más alta que Kasia y yo. Tienen un humor ácido que te hace amarlas; me han hecho la facultad más amena. Definitivamente, sin ellas no podría haber aguantado tanto.
—Buenas, mis amores, ¿cómo andan? —les digo apenas me responden la llamada.
—Hola, Lieta —me responden las dos al unísono; a veces siento que comparten neurona.
—No saben lo que me pasó hoy —les digo mientras acomodo la ropa de mi cuarto.
—Algo seguro, siempre te pasa algo a vos.
—Cuando tienen razón, debo reconocérselo —les digo mientras veo una remera rosada. Esto no es mío...— Bueno, a lo que iba... ¡Fui presa!
Siento cómo Nerissa se ahoga y empieza a toser, mientras que Kasia me mira sin saber si gritarme o no. Les doy la mejor de mis sonrisas y les digo — ¿Qué? Fue por la anécdota. Ya me libraron.
—No, si eso veo, boluda, pero ¿cómo? Desarrolla —me dice Nerissa recomponiéndose.
Les conté todo a detalle y se empezaron a reír a carcajadas.
—Na, es imposible, Lieta. A vos te ha meado un perro; si no, no se explica —me dice Nerissa.
—Yo solo voy a decir lo siguiente: "Y de repente un día de suerte se me hizo conocerte..."
— ¡Qué mierda estás hablando, Kasia! Te lo pido por Dios...
—Exclamó la atea... —dijo Kasia.
—Es una expresión, cálmense, par de locas. No, Kasia, era un imbécil con todas las letras. Me chocó y encima me trató de enana. No, no, no flashees —les digo mirándolas seria.
—Así empiezan las historias de amor, Lieta, yo solo digo... —dijo Kasia.
— ¡Qué historia de amor ni ocho cuartos! Bueno, cambiemos de tema...
—No te pongas nerviosa ni quieras pegar un volantazo, detalles, mamita. ¿Cómo era él? —dijo Nerissa mirándome seria.
Kasia me mira y la apunta con un dedo, pero en vez de apuntar a la cuadrícula de la video-llamada de Nerissa, me apunta a mí. —Concuerdo con la loca, detalles importantes.
—Era morocho, alto... muy alto. Creo que tenía el pelo ondulado y tenía tatuajes. No vi más, estaba ocupada golpeándolo —les digo para que ya dejen de preguntar.
— ¡Upa! ¿Golpeándolo o montándote encima de él? —dijo Kasia burlona, a lo que la miro con los ojos entrecerrados. Me van a joder un buen rato con el tema.
—Lieta, te lo pido por favor, la próxima vez le das tu celular a alguien y que te grabe. Estas cosas no pueden quedar así, indocumentadas —me dice Nerissa, quien, calculo, tiene más de 100 fotos mías en su galería.
—Son un par de idiotas las dos. Primero, no tenía opciones para que me grabaran, mi celular voló con el golpe. Y segundo, ¡Kasia! Por el amor de Jesús muerto, por supuesto que solo lo golpeé. Bueno, ya, ¿cómo van ustedes? —les digo mientras me siento en la cama.
Estuvimos charlando del día de ellas un rato más hasta que se me empezaron a apagar las luces.
—Amores de mi vida, yo las dejo. Nos vemos mañana, me voy a dormir. Kasia, te paso a buscar por tu casa a las 11:00, ¿sabes? —me hace un ok con la mano y me voy despidiendo mientras me saludan.
—Anda y soñá con tu skater —me dice Nerissa burlona, a lo que Kasia se une con un asentimiento.
—Qué tontas que son, adiós, descansen —les corto y me escabullo a la cocina en busca de algo de comer.
A mí, tranquilamente, me podrían contratar para el FBI. Si hay algo que se aprende de vivir en la casa Rivas, es a caminar despacio para no despertar a los demás. Todas las habitaciones dan al resto de la casa: la de mi hermano con su esposa y la de Tomi están al comienzo y dan al living. La del medio es la de doña Esther y Salvador, que da justo a la cocina. La mía da a la lavandería. Pero las áreas no están separadas y se escucha todo. A mi papá no lo levanta ni el paso del tren, pero a mi madre... a la mínima te escucha.
El tema es que si te oye, no piensa que tienes hambre o vas a tomar agua, no... ella piensa que te pasa algo malo. Y, después, se enoja porque la despertaste. Llego a la heladera y la abro con sumo cuidado. Termino de sacar un sándwich de paleta y queso y me voy a comerlo a mi cuarto. Cuando lo termino y ordeno un poco mi cama —es decir, tiro la ropa a una silla y estiro un poco las colchas— me acuesto a dormir y, entre sueños, me repito sin querer y ya presa del inconsciente: "No era lindo... y no hay historia de amor".
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El chico del parque
Teen FictionAmar es un verboide de primera conjugación. Pero; ¿qué significa realmente? Lo único que yo conozco del amor es lo que he visto en los libros. Sé que Romeo se mató cuando vio a Julieta muerta, qué Madame Bovary miraba la ventana en la espera de un a...