Capítulo 3

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Tres meses después:

— ¡Buenos días, rubia! Sé que he estado desaparecida casi tres meses, te pido una enorme disculpa. Ahora, en el siguiente audio, te mando el podcast de lo que han sido estos meses. Te quiero, cielín —le digo a Vicki mientras camino por el parque—. Bueno, ¿por dónde comienzo? Vamos por el primer mes, ¿sí? Resulta que mi psicóloga me dio un par de indicaciones para poder volver a encontrarme. Hacer cosas que me gustaran y me hicieran sentir bien. Antes de que me reclames, no te he hablado porque era algo que quería resolver sola. Sé que debí decírtelo, pero no quería molestarte; ya tienes suficiente con tus cosas. Bueno, sigo. Empecé a venir al parque todas las semanas, aunque sea un día. Me hace bien y puedo escribir. ¡Sí, volví a escribir! Hace mucho que no lo hacía, pero cuando me relajé y conecté conmigo, ¡Dios, amiga, las palabras salieron solas! ... - Corté el audio porque tenía que cruzar la calle y, si hay algo que reconozco, es que el destino es un hijo de su mamá conmigo, así que prefiero estar atenta. Eso no evita que cruce la calle como alma que lleva el diablo.

Cuando termino de cruzar, voy directo a la fuente que está en medio del parque. Dicen que este parque es el pulmón de mi provincia. Es hermoso como ves todos los árboles rodeando la calle, las palmeras, el rosedal. Además, se ve todo en perfecta sintonía. Lo más bello es cuando llega el otoño y las hojas de a poco van cambiando de color. Yo creo que si Van Gogh estuviera vivo llamaría a este parque una obra de arte viviente. ¡Dios, Amo demasiado este lugar!; aquí se ve la unión de múltiples historias. Es, en serio, increíble.

Cuando llego a la fuente retomo el audio—Bueno, sigo... Me corté el pelo también e hice una locura. ¡Ahora estoy pelirroja! Te mando una foto para que puedas verlo —le mando la foto y sigo grabando—. También empecé a hacer yoga, me ayuda con los ataques de pánico. ¡Dios, gorda, estoy tan feliz! Ya casi no tengo y puedo mirarme al espejo tranquila. Sí, aún me molestan mis piernas y que sean tan anchas, pero trato cada día de encontrar algo que me guste de mí. También estoy manejando más. Eso sí, no sé quién pensó que sería buena idea que yo manejara, soy pésima ¡lo juro! Con la facultad estoy un poco más tranquila, un paso a la vez. No sé, me siento mejor. Bueno, te dejo, espero tu respuesta y recuerda que ¡te amo mucho! Perdón por no hablar tanto este tiempo, ¡Ay!... -¡Me cago en mis muertos! Estoy tirada en el piso, corto el audio rápido y trato de levantarme. ¡No! Rompí mis pantalones en la rodilla... Dios, sé que no soy tu favorita, pero un día te pido serlo, la puta madre que me parió.

Miro hacia donde está el culpable de mi caída. Parece que también se llevó una gran parte porque está tirado boca abajo y no se mueve... ¿Y si lo maté? ¿Iré presa por hacer que alguien se tropiece? Tengo una buena defensa: él me chocó a mí, él iba sobre una patineta... ¿aplicará la ley de los automóviles con eso? Donde el peatón siempre tiene prioridad y así...

— ¡Lo encontré! Ja, qué genio soy —mientras divagaba, el casi muerto revivió. Parece que se le había caído su celular. Fantástico, porque ahora lo mato yo.

— ¡Ey, idiota! ¿Por qué no te fijas por dónde vas? ¿Acaso no ves que esto es un parque? —le digo mientras me acerco tratando de lucir lo más mala posible.

—Disculpa, bonita, tu cuerpo se interpuso en mi camino. Agradece que no te hago pagar mi celular —me dice mientras veo que saca arroz de su mochila. ¿Quién carajos tiene arroz en una mochila?

—El área de patinaje está por allá —se la señalo con cara de obviedad—. Acá las personas queremos tener un rato de paz, imbécil —le digo ya cansada. Mejor me voy antes de que mate a alguien.

—En realidad, se puede patinar por todo el parque y vos estabas distraída. Eso no es mi culpa, mini toy —me dice mientras pone su celular, dividido en partes (batería y carcasa), en el arroz. ¡Alto! ¿Me dijo mini toy?

— ¿Cómo me llamaste? – le digo en serio enfurecida. Ah, ah, ah no. ¡A mí, nadie, pero nadie me va a decir enana!

—Mini toy, ¿no sabes lo que es? Son mini caniches, te pareces a uno de esos perros. Son todos ruidosos y enanos, como vos ahora.

— ¡A mí no me vas a llamar enana, pedazo de cretino con rulitos! —le grité mientras me lanzaba sobre él, subiéndome a su espalda para golpearlo con mi mochila.

— ¡Bájate de mí, loca de mierda! ¿Quién te dejó salir del psiquiátrico? —me gritaba mientras se movía por todos lados. ¡Ja! No me va a tirar; tengo experiencia montando... uy, eso sonó mal. Montando el toro mecánico en los cumpleaños. Ahí sonó mucho mejor.

— ¡Niña! ¡Deja en paz a ese pobre muchachito! — ¿De dónde carajos salió esta viejita? La señora me estaba pegando, y unos policías me obligaron a bajarme de la espalda del cretino. ¡Ay, virgen santísima, que no me arresten porque en mi casa me matan!

— ¡Él me atacó primero, señor oficial! ¡Arréstelo! – le grito para ver si me libro de ir a la comisaria.

— ¡¿Qué?! Pero si esta loca se me tiró encima y me empezó a atacar por decirle enana. – dice el cretino mientras se arregla el pelo y se acomoda la ropa.

— Y el joven no mentía... —dijo la señora, que ya me estaba empezando a caer mal.

— ¿Es tu abuela? —le señalé a la señora mientras me acomodaba. La policía nos miraba expectante.

— ¿Eh? No, no la conozco —me miró confundido mientras recogía sus cosas.

— Entonces, ¡qué se mete, señora! ¡Esto es un problema ajeno a usted! ¡Fuchi, que acá nadie está regalando caderas gratis!

Todos me miraban como si estuviera loca... ahora resulta que a las viejas entrometidas no se les puede gritar. Los dos oficiales me miraban atónitos, la vieja como si le echara humo de la cabeza y el vándalo como si tuviera algo en la frente. ¡Y si me hice un moretón y me sale un chichón! ¿Cómo les voy a explicar eso a mis papás?

— Señor oficial, quiero hacer una denuncia por maltrato y alterar el espacio público —creo que esto va a ser más difícil de explicar... vieja entrometida.

El chico del parqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora