Capitulo 6

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Estoy en un parque. No, es el patio de mi casa. Ahí está el sauce llorón, el paraíso... pero mi papá los cortó hace años. Sigo caminando; el clima está raro... veo todo como si hubiera neblina. Escucho pasos y pequeñas risas...

—Atrápame, vamos —una niña, morocha y de pelo corto, pasa corriendo al lado mío. Giro para ver si viene con alguien y por qué está en mi casa. Pero no viene nadie. Se gira y me mira extrañada... Dios, se parece tanto a mí...

—Ey, yo corro y vos me atrapás. ¿No te acordás de esto? —me mira esperando que le responda. Miro a todos lados tratando de entender. Me veo y me recuerdo... soy yo. Le calculo unos cinco años, tiene algunos dientes caídos y flequillo. ¡Dios, cómo odiaba el corte de honguito! Tendría que demandar a doña Esther por ese corte.

—Hola, pequeña... ¿dónde estamos? —le pregunto asustada. ¿Qué carajos es esto?

—Estamos en el patio, ¿dónde más vamos a estar, Julieta? ¿Al crecer nos ponemos tan tontas? —me dice como si fuera obvia la respuesta. Ella sabe quién soy... qué cosas raras me pasan a mí.

— ¿Lo logramos? ¿Alcanzamos lo que soñamos? ¿Al fin somos bonitas? – me pregunta entusiasmada.

—Eh... ¿mini yo? No sé qué soñaba a tu edad, pero si es la Universidad, sí, linda, estamos estudiando lo que nos gusta... Ahora, lo otro aún no lo sé. Aprendimos que lo que diga la sociedad sobre nuestra belleza no nos importa —le digo extrañada. Nunca me imaginé estar hablando con una mini yo.

— ¡Sí, somos abogadas! —empieza a saltar contenta. Ay... me había olvidado que a esa edad soñaba con ser abogada para ser presidenta.

Me siento en el pasto. Esto se parece tanto a mi casa... qué locura. Me mira cansada de tanto festejar. Sí... nunca tuvimos suerte en los deportes. Le hago una seña para que se siente al lado mío. Se sienta y me mira expectante. En sus ojos hay tanto brillo... ¿en qué momento se apagó? Me abraza fuerte. Siempre amé los abrazos, pero no eran frecuentes. Le quito un poco el barro del pelo. Pequeña locura, nunca te podías quedar quieta. Me sonríe mientras la limpio y se ríe por las cosquillas. Ay... pequeña, ojalá pudiera ahorrarte tanto dolor. Pero te juro que serás fuerte y valiente. No por decisión, claro, pero al final del día gris serás feliz. Lo prometo.

—Bella, no estamos estudiando abogacía. Estudiamos letras, seremos grandes editoras...

Me interrumpe y me agarra la cara fuerte para decirme: —Entonces... ¿no estamos haciendo orgulloso a papá? Él siempre quiso una abogada y... si no somos hermosas, mamá no estará feliz. ¿Por qué cambiaste de idea... qué nos pasó?

—Linda, mamá y papá nos aman como somos. Sí, capaz hubiera sido mejor una abogada en la familia, pero no están decepcionados. Nos quieren así, toda loca y rara —le digo mientras le paso una mano por el pelo... ¿o me paso una mano por el pelo? Qué cosa rara, Dios. Entiendo su preocupación, a esa edad tenía miedo de no ser perfecta. Entendí muy tarde que la perfección es surrealista. Trato de calmarla. Teníamos muchos ataques de pánico a esa edad. Sé que a pesar de decirle que estamos bien, ella cree que no lo logramos y nos equivocamos.

—Bien... creo que entiendo. No hacemos nada de lo que yo quería hacer. ¿Al menos encontramos el amor o tenemos buenas amigas? Las de la primaria son tontas —me dice mientras se cruza de brazos y me mira esperando una respuesta.

—La primera no, lo siento. —me mira enojada. Le digo que espere con la mano para que me deje terminar de hablar—. Pero, la segunda sí. Tenemos amigas hermosas que nos acompañan día a día... —paro de hablar porque alguien llora. Me giro a ver y no encuentro de dónde viene el sonido. Qué raro, me sonaba tan conocido.

—Bueno, me alegro de que una cosa la tengamos. Supongo que las otras las entenderé cuando crezca —ojalá yo también las entienda, linda. Sigo buscando el sonido y no lo encuentro. Cada vez el llanto es más fuerte. — ¡Ey! Préstame atención. ¿Qué buscas?...

No le preste atención; el llanto cada vez es más fuerte. Lo conozco... pero no distingo de dónde viene. Salgo a buscarlo mientras la mini Juli me grita que me detenga, que no la deje sola. Me vuelvo hacia ella y la veo (¿o me veo?) con los ojos llorosos. Quiero ir con ella, pero ese llanto desconsolado me recuerda mucho algo que no entiendo. Debo encontrarlo primero y después volveré por ella. Sé que tiene miedo de quedarse sola, ya que nunca fuimos fans de la soledad. Sin embargo, sé que lo entenderá. Ese sonido... sé de quién proviene, pero no lo encuentro.

Sigo corriendo y buscando por detrás de mi casa. Veo a lo lejos el viejo columpio de madera. Fue destruido porque papá se lo regaló a Sebastián y este lo rompió. Continúo buscando. ¡Dios! Esa es la planta de mi abuela. Ambas la cuidamos cuando yo era chica, pero cuando ella falleció, no pude mantenerla viva. Esto parece un cementerio de recuerdos. Camino más rápido porque escucho el llanto mucho más fuerte. ¿Dónde carajos está? Me estoy acercando, lo escucho aún más claro...

— ¡Julieta Rivas, ¿no te piensas despertar?! ¡Son las diez, niña vaga! ¿No tienes que irte a la facultad?

Me despierto atolondrada, no entiendo... fue todo un sueño, pero parecía tan real... Miro a mi madre y trato de despertarme por completo. ¡Alto! ¡Dijo que son las 10! ¡Patitas, para qué las quiero! Me levanto rápido de la cama mientras mi madre sigue gritando que soy una irresponsable. No le presto atención y corro a preparar todo. A las doce menos cuarto tengo que pasar a buscar a Kasia. Y si no me apuro, no llego.

Qué raro sueño tuve. Era una mini yo y ese llanto... se me hace conocido. Dios, bueno, ya después me psicoanalizo. Ahora me tengo que bañar, desayunar y preparar todo en menos de una hora y media. "A correr que caballo que más le trote...". Me meto a bañar apurada y en media hora estoy lista. Bien, ahora me queda desayunar y terminar de cambiarme.

A ver... ¿qué me puedo poner hoy? Ya sé, hoy tengo clases con una profesora muy importante, así que toca elegancia a lo Francia. Busco un pantalón de vestir negro y una remera blanca que parece de seda artificial. Me seco un poco el pelo porque por completo no puedo. Tengo mucha cantidad de pelo, así que me lo ato en una trenza rápida. Me termino de vestir y busco mis zapatillas fieles y un saco negro. Perfecto, ni la elegancia le dejé hoy a Francia. Camino a la cocina y están mi madre con Teo y Tomás. Me preparo un café con espuma y canela mientras le hago caras a Tomás para que se ría.

— ¿Me podes explicar por qué no te has despertado más temprano? Tienes que ayudarme en la casa, encima ahora te vas y no has hecho nada —me reprocha mi madre. Tiene razón y no pienso negárselo. Pero no me sonó la alarma y, a pesar de que no debería, podría haberme despertado para que la ayudara.

—Má, no me sonó la alarma. Llego y ordeno lo que vos quieras. Disculpa, ya me tengo que ir. —me despido rápido de ella y de los muchachos. A manejar se ha dicho. Que Diosito tenga piedad de los otros autos porque hoy voy con la mente en las nubes. Manejo escuchando mi playlist favorita de Lali Espósito. Ella es la reina del pop después de Madonna y Britney. Hoy más que nunca necesito su música; he tenido una mañana de lo más rara.

En cinco minutos llego a lo de Kasia y le mando un mensaje para que baje así nos vamos a la facultad.

—¡Tu no lo ves... por tu ego, ego..! —Estoy tan metida cantando que no veo que Kasia se me acerca y me toca fuerte la ventana—. ¡Ay! — ¡Dios, qué tarada que es! Me va a provocar un infarto. Se sube mientras la miro mal.

— ¿Sos tonta, tarada? Casi me da un paro cardíaco —le bajo al estéreo mientras ella se pone el cinturón de seguridad mientras está sentada.

—Tendrías que haber visto tu cara, Lieta. Ay, Dios... que divertido ¿hoy es día de Lali? –me pregunta después de haber acomodado todo.

—Sí, hoy necesito su música. No he tenido el mejor comienzo de día y necesito algo que me dé un poco de estabilidad. Un cable a tierra.

Empiezo a manejar mientras ella me mira entre preocupada y extrañada.

— ¿Quieres que lo charlemos? – me dice suavemente.

Niego suavemente la cabeza y le digo — No tranquila, lo charlamos en la Facultad junto con Nerissa. Así, no lo cuento dos veces. Ahora reza Malena porque no tengo todos lo patitos orientados para manejar – le digo mientras la veo de reojo con una pequeña sonrisa, me mira preocupada y se persigna. Lo que provoca que me salga una risotada, ay por el yisus que sería yo sin esta mujer. 

El chico del parqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora