HACIENDO TERAPIA

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Los ataques de pánico, o de ansiedad, son como una pesadilla que parece no tener fin, pero hay una actitud que habría que no tener, según mi experiencia, que es intentar evitarlo, frenarlo, taparlo, que no venga. Así, en una de mis sesiones, describía los síntomas: taquicardia, mareos, transpiración de manos y la idea de morirme o descomponerme en la calle. Esto era peor si estaba sola. Asique mi terapeuta me preguntó, ¿qué sería lo peor o más grave que podría pasarte? ¿Morirte? si sabés que no tenés nada físico y sólo es una sensación... ¿desmayarte? si estás en la calle, siempre alguien te va a ayudar, y si estás en algún lugar cerrado, pedís permiso y salís a tomar aire.

Lo pensé. Era cierto. Después de todo, la hora y el día de la muerte es inmanejable, pero lo demás sonaba bien. También charlamos sobre ACEPTAR Y AMIGARSE con los síntomas, tratar de dejar que me atravesaran, como si fuera un tubo por el que ellos pasaban y se iban. No era fácil, pero era mejor que querer evitarlos, porque eso me tensionaba y empeoraba todo, ya que una vez que empezaba a sentirlos era imposible frenarlos sólo con la cabeza. Y estaba bien que fuera así, porque algo querían decirme y había que escuchar si o si.

Las herramientas empezaban a funcionar. Sonreía más seguido y me preparaba con mucha antelación y alegría para ir los viernes a la mañana a mis sesiones de terapia. Eran dos horas de viaje, todo un desafío que lo hacía con mareos y sensaciones de ahogo que cada vez eran menos. Siempre escuchando música o radio, a veces leía y seguía estudiando teatro con más ganas. Mi independencia crecía. Y mi confianza también.

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Los Ataques De Pánico Salvaron Mi VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora