REENCONTRAR LA FE

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Hacía mucho, muchísimo tiempo que yo no creía en nada ni nadie. Todo lo contrario. Tenía muy claro que si alguien me quería, con seguridad ese no era Dios, sino no me hubiera pasado todo lo que había vivido. Sin embargo, en la terapia estaba muy presente el tema de la fe. Dios como creador, amor, universo; sin imágenes o religiones. Simplemente la fuerza y protección de algo o alguien que te guía.

Así es que recuerdo una anécdota con mi bici, una tarde por el centro. Había costado mucho este logro: la compré con dinero de mi trabajo, y enfrenté la calle. Ganó la sensación de libertad y el amarillo de mi vehículo que me daba mucha alegría.

Con tiempo y confianza, sólo andaba en esa bicicleta; de barracas a Palermo, a la costanera sur...era independiente y feliz por la ciudad.

Una de las tantas tardes pedaleando por congreso, tuve una sensación física muy real. Alguien tomó el manubrio por unos segundos y no eran mis manos. Fue un momento mágico y muy emotivo. Yo sentí que era Dios que me hacía una caricia. Le sonreí y vi caer el sol a través del cemento y las nubes. Algo había cambiado en mi alma para siempre.

Se lo describí a mi terapeuta, que con una sonrisa dulce asentía con la cabeza, "si corazón, es hermoso", me dijo.

Abría de a poco mi alma, me reencontraba con mi misma. Sentía por momentos, que no estaba sola.

¿Y si todo era para algo? Entonces el camino empezaba a tener sentido de alguna manera...

En la época que empecé a sentir "pánico", todavía nadie hablaba abiertamente de eso. No había un diagnóstico claro, sólo un desequilibrio emocional y físico. Al pasar los años, se fueron conociendo cada vez más casos de gente que lo sentía y en los medios de comunicación, los médicos y terapeutas explicaban de qué se trataba esto, lo que era y es buenísimo, ya que las personas se sentían acompañadas y esto ayudaba al proceso de curarse.

Charlando de esto, descubrí que la gente en general quiere que "le solucionen" las cosas rápido, sin demasiadas explicaciones, ir al médico, tomar alguna pastillita y listo, ya se curó, lo cual es y quiero dejar bien en claro esto, ABSOLUTAMENTE FALSO.

La persona con pánico o ansiedad, se hace chequeos, y al ver que no hay nada físico grave, obviamente preocupada y asustada, empieza a tomar ansiolíticos, antidepresivos. Para dormir, para salir, para entrar...esto lo único que genera es una "falsa seguridad"y claro, la dependencia a la medicación. Si, las personas somos todas diferentes, pero tarde o temprano para salir de acá hay que tomar las riendas, como todo en la vida, y la medicación tapa los síntomas que en definitiva son nuestros sentimientos que quieren salir, decirnos acá estoy, escuchame, sentime, mirame. ¿Por qué vamos a esconderlo? ¿Por qué no escucharlos? Cuando lloramos, es algo natural, no? nadie se va a medicar por eso, al contrario: llorás, a lo sumo en soledad. Es cierto que la sensación de llanto y el pánico son distintas, pero si uno aprende a amigarse con uno mismo, perdonar el momento y no sentirse culpable por esto, empieza a escuchar y entender qué está pasando adentro; de hecho, la medicación funciona de a ratos, el síntoma va a volver y con más fuerza, y la confianza "mágicamente ganada" se desmorona rápido. Conclusión: aparece otra vez la opción de buscar ayuda emocional o el médico cambiará la medicación, empeorando también la salud física, de acuerdo a lo que se tome.

En mi caso, el pánico era un pedido de auxilio desesperado, que si bien no fue una decisión consiente, fue rápido y me hizo alejarme de todo lo que me dañaba, con lo cual empezaba a amigarme un poco con esto, a sonreírle a mi amado corazón que estaba tan sano, por eso latía con tanta fuerza, y a escucharlo cuando esto me pasaba, ya sin tanto miedo.

El camino interior con la terapia iba genial. Mi vida era como la de alguien normal; inclusive me desafiaba haciendo cosas que me daban fuerza: tomaba el subte, iba al cine, hacía paseos sola.

En mis sesiones se hablaba cada vez menos de síntomas de pánico y más de proyectos.

El conflicto lo estaba teniendo con mi pareja, ya que queríamos cosas bien diferentes. Y acá es donde pasó lo que a mucha gente le sucede: intenté cambiarlo a él: le regalé ropa, él buscó un trabajo, empezó terapia...esto es normal en los procesos de cambio personales. Uno se siente feliz y quiere que los demás hagan lo mismo, ya lo decía Louise Hay en un maravilloso libro, no hay que intentar cambiar a nadie que no quiera. Es importante detenernos acá, ya que esto puede traer mucha frustración. El cambio es personal, y los que se adapten se quedarán, los que no, seguirán su camino. Dolía, pero estaba claro que no íbamos a seguir mucho más juntos.

Los síntomas de pánico iban quedando atrás. Era feliz: ensayaba teatro, tenía una maravillosa y nueva compañía en mi vida, un morocho bellísimo, actor y músico él, y disfrutaba de comprarme velas y sahumerios.

Mi terapeuta ya estaba cerrando el ciclo, y me propuso pensar si había algo puntual para seguir trabajando, y así ir cerrando ese tratamiento. Ya vivía tranquila, y si aparecían resabios del pánico los llevaba con confianza y valentía. A pesar de que me causaba apego dejar la terapia, era cierto que se terminaba ese capítulo, llegaba su fin. Yo sabía que podía ir si lo necesitaba en algún momento, asique de a poco, los encuentros fueron menos, y sin despedidas, se cerró esta etapa que tan bien me hizo.

Mi relación de pareja nueva crecía, estábamos muy felices juntos en un pequeño departamento. Sin embargo, sentía demasiada angustia por haber dejado la casa materna, la tristeza por momentos era grande. Asique en algunas ocasiones tuve algunos viejos síntomas. Los manejé tranqui y recordé que mi terapeuta me había dicho que no era necesario no volver a sentir nunca más esos miedos, sino que a veces podían aparecer cosas pequeñas, que son de uno y quedan ahí. Era cierto, hay diferentes formas de sentir y crecer, sin embargo, todavía había cosas que limpiar, pero de las que se limpian viviéndolas y con el paso del tiempo.

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Los Ataques De Pánico Salvaron Mi VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora