Cuando le cuento la historia de mi infancia paterna a mi novio, él me propone viajar a visitar a mi padre: así lo hicimos. Para la grata sorpresa de los dos, mi padre se puso muy feliz por esa visita y así empezamos a vernos seguido. Uno viajaba para baires, los otros a Paraguay, país natal de mi papá.
Esto me hacía sentir una gran alegría, cual niña pequeña, teniendo a veces actitudes de esa niña, reclamos de presencia y abrazos con apego.
Así es que, una tarde mi padre estaba en mi dto., yo ya mamá de una niña, y sucedió algo que le puso luz a toda la historia del pánico...
Él armando su bolso para partir, conversábamos; yo sentía cierto malestar, pero lo ignoré. Lo acompañé a la puerta de calle del edificio, nos abrazamos fuerte y cariñosamente, y él empezó a alejarse caminando, cuando de golpe, sentí el impulso en las entrañas de querer correrlo con todas mis fuerzas, de retenerlo y gritarle NO TE VAYAS, NO ME ABANDONES!!! No lo hice, pero me vi pequeña, como a los ocho años despidiéndolo a la fuerza como tantas veces y volviendo a sentir ese agujero en el alma, INSOPORTABLE. La sensación de retroceso en el tiempo fue tan real, física, mental y emocionalmente...
Subí la escalera. Era un piso. Me sentí morir de pena. Estaba sola con mi beba, que dormía. Tuve una fuertísima recaída de dependencia: no me quedé sola por varios días, ni de a ratos, y conversé y lloré muchísimo con mi amor para tratar de aclarar y entender varias cosas. Esto me ayudó enormemente. Sin buscarlo, había conocido el origen de mis ataques de pánico.
Estaba claro que todo esto me había hecho fuerte. Que tal vez, en algunos momentos de mi vida estas sensaciones estarían presentes y había renacido como alguien nuevo. No fuerte desde la dureza, todo lo contrario, la fortaleza real, la de poder doblarse y enderezarse, según los tiempos o la vida lo requirieran. Ahora sabía que tenía esa fortaleza dentro mio. Empezaba, finalmente, a perdonar a mi padre, a entender sus carencias sin culparlo, porque él no había sido querido y no sabía amar, esto era obvio.
Ponerme en su lugar era sumamente importante para perdonarlo. Si uno puede entender mínimamente esto, va por la paz interna. Nadie daña en su sano juicio. Es inconsciente, a veces enfermo, como cuando te lo hacés a vos mismo. De la misma manera le pasa a otros, a veces los más cercanos a nosotros.
En este punto puede haber muy diferentes opiniones respecto a esto, dependerá de cada uno optar por la que quiera. Acá ya es decisión propia: dolor eterno o responsable de mi vida. Víctima o creador de mi mismo. Elegir.
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Los Ataques De Pánico Salvaron Mi Vida
SpiritualBreve historia personal,en donde cuento cómo salir fortalecida de una traumática experiencia que termina siendo una de las mejores cosas que me sucede. La intención al darle orígen a esto,es compartir y ayudar a quienes sientan empatía con esto.