Confesiones

501 28 23
                                        


Si bien haber estado en el colegio San Pablo fue una época maravillosa donde conocí personas increíbles también fue ahí donde volví a ser despreciada por mis orígenes, Eliza constantemente hacía saber a todos que era adoptada y que había tenido que trabajar en su casa.

Nunca me había puesto a pensar en que producto de todas esos quehaceres que hice no solo en casa de los Leagan sino durante toda mi vida lograron deteriorar mis manos, no fue hasta que varias compañeras del colegio lo mencionaron para resaltar el hecho de que fui una chica de clase trabajadora y que no pertenecía a ese mundo, que realmente me hice consciente de ello.

- Mira sus manos, mi madre dice que se puede saber quién es una dama por sus manos y ella las tiene maltratadas y con cicatrices.

- Lo que dice Eliza es verdad, trabajó con caballos

No me avergüenza mi pasado ni todo lo que tuve que pasar, siempre he pensado que el trabajo dignifica a la persona.

----------------------------

Un día mientras estaba con Terry descansando en la mecedora que tenemos en el porche de nuestra casa le conté acerca de esta experiencia, con él puedo conversar de todo porque también es mi amigo y mi confidente.

Cuando terminé de hablar, él me abrazó con fuerza mientras me acariciaba las mejillas con sus manos y me dió un beso suave.

- Mi amor, no puedo creer que esas muchachas hayan sido tan tontas, no cabe duda que el dinero no te da la inteligencia ni la empatía hacia otras personas.

- Sé que es una tontería... pero la verdad es que yo no me sentía bonita para ti, me comparaba con todas esas chicas tan delicadas, elegantes y tan bonitas, más aún cuando luego veía a las actrices con las que trabajabas, a veces no me sentía suficiente...Me coloca un dedo para callarme

- Candy por favor no digas todo eso, no es verdad

- Pero Terry, yo... quiero saber si...cuando estábamos en el colegio, tú... también te diste cuenta de lo que te he contado?

- Sí... yo estaba muy enamorado de ti y siempre te observaba y eso incluía tu rostro, tu cuerpo y quería saber todo sobre tu historia. Pero no quiero que pienses que era para juzgarte Candy, en realidad, yo te admiraba y hasta el día de hoy lo hago intensamente. Cuando me contabas acerca de lo que habías tenido que afrontar desde tan pequeña podía confirmar todo al ver tus manos.

Terry me toma ambas manos y las empieza a besar con dulzura, besa mis palmas, mis dedos y el dorso hasta mis muñecas.

- Quizá no te lo decía pero en ese entonces yo siempre comparaba la vida que la aristocracia me había permitido tener con la vida tan complicada que habías tenido que afrontar tú y solo podía sentirme admirado de tu fortaleza, tu perseverancia, tu bondad, tus valores y la forma que tenías de ver la vida, que a pesar de todo siempre le encontrabas lo positivo.

Yo al contrario me sentía hasta avergonzado de que a pesar de todo lo que tenía y gozaba solo vivía en el resentimiento, buscando problemas y haciendo uso de mis privilegios de rico para hacer lo que quisiera, sin pensar en los demás, sin ser consciente de lo que quería para mi vida y mi futuro. Fuiste tú quien siempre me ha inspirado a ser mejor.

Le doy un beso en respuesta.

- Te he visto atender a tus pacientes, con tanta dedicación y con tu personalidad tan hermosa, has ayudado a tanta gente en todos estos años, tus manos son hermosas porque ayudan a dar vida, curar y para mí siempre me recordarán lo orgulloso que estoy de ti por todo lo que has logrado y superado, Candy, siempre... desde tan joven.

Luna de mielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora