Capítulo 7

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——— Diego ———

Dieciocho años

Frente a mí se encuentra el edificio de preparación del CNP. Aquí es donde voy a prepararme al completo para formar parte del cuerpo policial con el objetivo de averiguar el paradero de Ambar. Llevo dos años pensando en ella. Dos años arrepintiéndome de no haberla acompañado al orfanato aquel día. Dos años metiéndome en problemas por saber algo de información acerca de ella. Dos años en los que a ella le ha podido pasar de todo. Tomé la decisión de ser parte del cuerpo policial únicamente por encontrarla y volver a estar con ella.

Entro poco a poco, el edificio es grande e imponente. En el interior, observo que en todas las paredes del pasillo principal hay fotografías de anteriores alumnos junto con los altos cargos. Me paro a mirar mi reflejo en uno de los vidrios del edificio; el uniforme que se ajusta con precisión a mi cuerpo.

—Mira por donde vas, novato— me tropiezo de repente con un chico corpulento con cara de imbécil. Intento controlarme, pero se me hace muy difícil. Mi temperamento últimamente es inestable. Finalmente, logro reprimir mi respuesta hacia él y dejo que siga su camino. No creo que sea bueno que en mi primer día ya de una mala imagen.

Mientras camino por los pasillos esperando a llegar a la zona de los aularios, escucho la conversación de dos sujetos que caminan delante de mí.

—¿Has tenido alguna novedad sobre el caso de las chicas desaparecidas?

—No, hasta ahora no hemos encontrado ninguna pista sólida. Es como si se hubieran esfumado en el aire.

—Es verdaderamente preocupante. Recuerda que estas chicas eran parte de nuestro programa de protección

—Si, lo sé. Hicimos todo lo posible para darles un nuevo comienzo al rescatarlas de la Red Ambrosía. Y ahora esto... Me preocupa lo que les pueda haber pasado.

¿"Red Ambrosia"? Un pálpito me dice que esa red tiene algo que ver con la desaparición de Ambar, a la vez que la de otras chicas. Me parece un poco negligente por parte del cuerpo que unas chicas hayan desaparecido sin dejar rastro. Me hace pensar que igual aquí no llegare a encontrar nunca a Ambar. Aún así, decido seguir con esto, ya que es la forma más legal de seguir con su búsqueda y no meterme en más problemas.

Sigo mi camino hasta que llego a la sala de entrenamiento, donde un grupo de jóvenes vestidos al igual que yo están formando en filas ordenadas. Me uno a ellos intentando pasar desapercibido. Al cabo de unos minutos esperando, el que parece ser el sargento jefe ingresa dentro de la sala. Tiene un aspecto duro y empieza a hablar.

—¡Bienvenidos al primer día de su entrenamiento para formar parte del CNP! Soy el sargento Díaz. Mi equipo y yo seremos vuestros instructores durante los próximos años— mis compañeros y yo asentimos con determinación. En el rostro de algunos se puede observar el nerviosismo que provoca el sargento —. Para empezar, quiero agradecerles la decisión de formar parte del cuerpo. Es una tarea de lo más difícil, las vidas de muchas personas estarán en sus manos una vez acaben su formación. Hoy empezarán con los procedimientos policiales. Recuerden que cada movimiento, cada técnica que aprendan aquí les puede salvar la vida tanto a ustedes como a los ciudadanos.

Nos acompañan hacia una sala con varias mesas y es allí donde empiezan a explicarnos conceptos acerca del cuerpo. Mientras el agente especialista da la charla, la puerta se abre repentinamente y un chico que parece formar parte del cuerpo requiere al agente. Me fijo y su cara me suena mucho.

Tras acabar el primer día vuelvo hacia mi casa, donde mis padres me esperan, seguramente con la comida ya hecha. Cuando estoy a punto de llegar, veo que justo delante de mi casa hay varios coches de policía. De ellos salen agentes y forenses y yo me quedo sin aliento al pensar lo peor. Intento correr hacia el interior, pero los agentes me lo impiden. Por más que trato de decirles que es mi casa, ellos hacen caso omiso a mis gritos de angustia. A mis padres les ha pasado algo horrible y no sé qué es, y tampoco me dejan ayudar.
Logro zafarme del agarre de los agentes y entro desesperado a mi casa. El escenario más horrible que nunca me he podido imaginar está delante de mis ojos. Mis padres yacen en el suelo, con varias heridas de bala en sus cuerpos. De un segundo a otro, me encuentro de rodillas en el suelo mirando fijamente lo que queda de ellos. Escucho murmullos de los policías, pero mi cuerpo está paralizado y mis ojos fijos en la horrible escena. Siento mi cuerpo pesado. El olor ferroso de la sangre inunda la habitación. Sus rostros reflejan terror y desesperación. Ver el rostro de mi madre con los ojos cerrados como si estuviera aferrándose al último suspiro de vida me derrumba. Con un nudo en la garganta, la tristeza y la rabia se apoderan de mi cuerpo. En un último instante, acerco mi mano temblorosa a sus rostros, sabiendo que ya no hay vuelta atrás. Mi realidad ha cambiado desde hoy. Me han arrebatado todo lo que para mí era valioso, primero Ambar y, ahora, mis padres. Estoy solo, enfrentándome a un abismo de la pérdida que de repente se ha vuelto más oscuro y despiadado de lo que jamás había imaginado.

Corazón de aceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora