Capítulo 29

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——— Ambar ———

meses después


Me preparo tomando una gran bocanada de aire, sintiendo cómo el aire llena mis pulmones y lo retienen en su totalidad. Con el arma firmemente agarrada entre ambas manos y mi vista enfocada en el objetivo, aprieto el gatillo con decisión. Mi cuerpo se ve empujado hacia atrás debido a la inercia del disparo y mis brazos se sacuden mientras el estruendo generado por la salida de la bala resuena en el ambiente. El olor a pólvora quemada se apodera pronto del entorno. El impacto es claro; el proyectil ha golpeado el blanco con una precisión casi perfecta. Escucho al inspector reír suavemente a mi lado.

—No está mal, rubia. Nada mal. Estás mejorando.

—Quiero probar otra vez, pero esta vez con la tuya —señalo la pistolera de su uniforme y dejo el arma que estaba utilizando encima de una mesita que queda a mi lado.

—¿Estás segura? —pregunta él para cerciorarse de que no estoy bromeando.

—Sí —respondo, con firmeza—. Quiero sentir la diferencia.

Ryan simplemente asiente y un atisbo de picardía se asoma en las comisuras de sus labios, a modo de pequeña sonrisa. Sabe que estoy disfrutando de la situación, y él también. Saca la pistola de su funda, me la pasa y empiezo a tantearla entre mis manos. Esta se siente bastante más pesada que la que he estado utilizando hasta ahora. Deslizo su cargador hacia fuera con un movimiento preciso, comprobando que no contiene ninguna bala. Alcanzo la caja de municiones, siendo el contacto del metal frío y sólido. Coloco los proyectiles cuidadosamente en el arma mientras siento los ojos de Ryan directamente sobre mí, que analizan cada uno de mis pasos con una mezcla de concentración y orgullo. Una vez que dejo la pistola preparada, me aseguro por última vez de que todo está encajado en su lugar. En el transcurso de mi comprobación, el rubio se coloca detrás de mí para corregir sutilmente mi posición, poniendo sus manos con cautela en mis caderas.

—Recuerda: mantén firmes tu postura y tu agarre y concéntrate solo en el objetivo —susurra cerca de mi oído.

Mi tensión ante su cercanía aparece de nuevo, pero trato de alejar esa sensación para centrarme en la diana. Respiro profundamente y dejo la mente en blanco. Estoy lista. Sujeto con determinación la pistola y aprieto su gatillo. Esta vez el retroceso es más fuerte, tanto que mi espalda se golpea levemente con el pecho de mi instructor. Me quedo observando unos segundos el resultado de mi disparo y giro ligeramente mi cabeza para encontrarme con la mirada de Ryan, que toma de nuevo su arma de mis manos. Un pequeño escalofrío me recorre al entrar en contacto con él.

—Nada mal para ser tu primera vez con esta —dice suavemente mientras su aliento sigue rozando mi cuello.

La bala ha impactado cerca del centro del objetivo. Aunque no es un tiro perfecto, es lo bastante bueno para reflejar mi mejoría progresiva en el tiempo. Durante estos meses ambos hemos estado siguiendo con los entrenamientos mientras recabábamos información sobre el posible paradero de Diego. Conseguimos confirmar que los autores de la catástrofe en la mansión son miembros de una red enemiga a la Ambrosía, la cual solía liderar Santiago. Intentamos rastrear la procedencia de los mensajes amenazantes que recibí, pero no hubo éxito alguno. Parece que son buenos ocultando sus huellas. Ryan y su equipo siguen investigando cada día la desaparición mientras yo me desespero cada vez más.

—Tenemos que ir terminando por hoy. Los agentes en prácticas tienen clase aquí.

Me limito a asentir y lo ayudo a recoger la munición y el resto de cosas que hemos dejado desperdigadas por la sala. El poco tiempo que practico con Ryan logra despejar mi mente, pero la preocupación que siento por Diego siempre regresa. A cada minuto que pasa me pregunto continuamente dónde y cómo estará. Salimos de la galería de tiro a pasos ligeros y Ryan camina a mi lado.

Corazón de aceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora