Capítulo 25

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——— Ryan ———


Junto a Ambar, leo el contenido del pequeño sobre. Las palabras escritas sobre el diminuto papel se clavan en el interior de mi cabeza. La posibilidad de que Diego esté herido o incluso algo peor me inquieta. Intento buscar la mirada de Ambar, pero está muy pálida y parece perdida.

—Ambar —la llamo y chasqueo los dedos frente a ella, preocupado, pero tras unos pocos segundos su cuerpo se desploma.

Reacciono rápidamente y justo antes de que toque el suelo, la atrapo entre mis brazos. La sujeto con cuidado; su cuerpo se siente frágil y tembloroso. La incorporo y le doy caricias en la cabeza. Tras unos pocos minutos, empieza a entreabrir los ojos de nuevo.

—Carter... —dice con un hilo de voz.

—Estoy aquí. Te tengo —susurro, tratando de transmitirle calma.

Puedo sentir sus lágrimas empapando mi jersey. Su respiración agitada me hace pensar que está al borde del colapso emocional. Me siento en el suelo, contra la pared, con ella todavía en mis brazos. Intento formar un pequeño refugio mientras ella sigue sollozando sin parar.

Me siento perdido. No sé qué debo hacer. Solo sé que tengo que protegerla. Lo que le haya podido ocurrir a Diego es un aviso de lo que le pueden hacer a ella también, y no estoy dispuesto a que le pase nada. No a Ambar.

—No... no puedo soportar pensar en lo que podrían haberle hecho —dice ella tras unos instantes, todavía entre lágrimas.

—No vamos a descansar hasta dar con él. Te lo prometo —juro, apretando suavemente mis brazos alrededor de ella para tratar de transmitirle seguridad. Ella se encoge sutilmente. No sé cómo ni por qué su actitud hacia mí ha cambiado, pero si me necesita, no pienso dejarla sola—. Estamos juntos en esto.

Su llanto empieza a retraerse y su respiración vuelve a regularizarse. Aunque su cuerpo sigue temblando, su mirada muestra una actitud más calmada. Me separo un poco de ella, pero mantengo mis brazos sobre sus hombros.

—Sé que puede que te resulte difícil, pero vas a tener que confiar en mí. Tenemos un objetivo en común y te aseguro que lo conseguiremos —le digo, tratando de transmitirle toda la seguridad y fuerza de la que soy capaz.

La rubia asiente débilmente mientras se seca el rostro con la manga. Sé que ahí dentro sigue esa Ambar fuerte y valiente y, por un momento, veo esa chispa en sus ojos. Finalmente, me separo por completo de ella y me pongo en pie. Le extiendo una mano, ofreciéndole ayuda para levantarse, y ella la acepta, tomándola y aferrándose con fuerza. Cuando se reincorpora y sus ojos vuelven a conectar con los míos, su expresión cambia y se torna más dura.

—Cuando encontremos a los responsables, no me quedaré quieta en una esquina esperando a que me salves, Carter.

—¿Quieres ponerte en peligro? ¿De verdad tenemos que discutir esto?

—Si debo correr el mismo riesgo que tomáis vosotros todos los días, que así sea. Nadie más va a salir herido por mi culpa.

—Ambar, nada de esto es tu culpa —le rebato, tratando de alejar ese pensamiento intrusivo de su cabeza, pero ella me interrumpe de inmediato.

—¡Deja de intentar convencerme, Carter! El hecho de que Diego no esté aquí es por mi error. Pienso arreglarlo, aunque me salga caro.

El miedo se apodera de mí al escucharla hablar así. Nunca la había visto actuar de esta manera y siento que lo que ha sucedido hoy puede ser el inicio de algo mucho más grave; de un futuro inevitable en el que corro el riesgo de perderla. Aunque por una parte admiro su valentía y determinación, no puedo evitar sentirme angustiado por esa posibilidad.

Corazón de aceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora