Capítulo 31

11 4 0
                                    


——— Ryan ———


He perdido la cuenta de las veces que he repasado ya los documentos. Los escaneo de arriba abajo una y otra vez, tratando de encontrar cualquier incongruencia en ellos, pero los detalles escritos en las hojas no son más que simples números y datos fiscales. Decido dejarlos de lado durante un momento para despejarme y me levanto de mi escritorio para tomarme un café.

Hace ya algunas semanas desde que trasladaron a Ambar a un centro preventivo ubicado en las afueras de la ciudad. No quiero ni imaginar lo solitaria e indefensa que ha de sentirse en un lugar tan frío y desamparado como ese. Solo espero encontrar algo pronto para poder sacarla de allí cuanto antes. Dudo que allí esté a salvo de cualquier peligro, y aún menos si cabe sabiendo que existe una red altamente peligrosa que la tiene justo donde la quería y que vigila cada uno de sus pasos.

Mientras pulso las teclas de la máquina de café de la comisaría para prepararme un americano, el abogado hace acto de presencia en la estancia y se aproxima hacia mí con pasos rápidos y decididos. Me indica tan solo con la mirada que vayamos a mi despacho. Con la taza de café todavía ardiente entre mis manos, me apresuro para volver hacia allí.

—Debes de haber descubierto algo. De lo contrario, simplemente me hubieras llamado —le digo mientras dejo el recipiente de cartón encima del escritorio.

—¿Has revisado los documentos? —me pregunta él como respuesta.

—Con lupa, pero sigo sin encontrar ninguna evidencia.

—¿Estás seguro? ¿Has comprobado la fecha en la que se firmaron? —menciona. Lo miro con un semblante de duda, sin saber a qué se refiere exactamente—. Fíjate bien.

Hago lo que me dice y reviso el primer documento del montón de papeles, que data de unos cuantos meses. Paso al siguiente y me percato de que se firmó exactamente en la misma fecha. Examino el resto y me sorprendo al averiguar que absolutamente toda la pila de hojas se remonta al mismo día. Es imposible que Ambar firmara toda esta montaña de papeleo de una vez sin darse cuenta. Hay algo que no encaja.

—¿Por qué la fecha es la misma en tantas hojas?

—Hay algo más. Esa fecha coincide con el momento preciso en el que se formó el revuelo por las especulaciones sobre su pasado.

—Espera... —reviso el día de nuevo para asegurarme de que lo que dice es cierto mientras mi cabeza procesa esta revelación a toda velocidad.

—Sin embargo, no tiene ningún sentido. Ambar estuvo demasiado ocupada ese día como para dedicarse a firmar nuevas oportunidades de negocios.

—Mierda —me paro en seco al escuchar esa última afirmación. Es como si hubiera encajado todas las piezas del puzle que estaban desordenadas en mi mente. No puedo creer que esta sea la verdad. Me paso las manos entre el cabello y resoplo—. Miguel, Ambar sí que firmó unos documentos aquel día.

—¿A qué te refieres? ¿Cuáles?

—Su caso era privado, pero a partir de ese escándalo tuvo que dar su consentimiento en algunas autorizaciones que yo mismo le mandé para que parte de la información fuera pública.

—Pero esto no son esas autorizaciones, Ryan.

—Ambar no solo firmó esos permisos en aquel momento —Miguel me mira con actitud vacilante—. Yo le envié las autorizaciones, pero era Diego quien tenía que entregárselas de mi parte. Joder, confía en él. Por supuesto que los firmaría sin tan siquiera cuestionarse qué eran... —reflexiono en voz alta.

Corazón de aceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora