El vidente adivino

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Jefe Apotecario, lo vi llegar un segundo antes de que el Primarca lo pronunciará. Cuatro años, cuatro años lejos y se atreve a llegar a superarnos a todos en su primer día, extrañaba sus excentricidades. Pero había cambiado, más de lo que admitiría, pese a que estaba pensando en el nombramiento sus pasos eran firmes, al igual que su postura y estaba sustituyendo su típica caminata nerviosa por un firme agarre en su báculo, al parecer todo lo que no pude enseñarle lo aprendió en cuatro años con los Puños Imperiales. No debió ser sencillo, siempre ha desdeñado el orden militar pero no estoy sorprendido por eso, lo que me sorprende es que nos permita ver su verdadero rostro tan pronto, y más, frente a un extranjero.

La estancia mantenía su sobriedad a pesar de la recargada decoración de los pilares que la sostenían, estaba diseñada para eso, su contenido se limitaba a sillas y sillones de color café oscuro del tamaño adecuado para astartes junto con un par de mesas del mismo color, mientras que las paredes color arena solo resaltaban por su densidad que aislaba los sonidos del exterior. Lo más llamativo era la iluminación, colocada o mantenida de tal manera que cada rincón fuera visible, solo permitiendo la existencia de sombras para mantener la naturalidad del espacio.

Un lugar con el único propósito del estudio, ubicado estratégicamente alrededor de la principal biblioteca de la nave, y principal es el término adecuado considerando que había más de una, además de la existencia de espacios que sin considerarse bibliotecas se encontraban repletas de libros. La habitación representaba un refugio de sus pensamientos al recién llegado, después de todo, era el espacio asignado para los altos miembros de su culto donde los practicus no solo podían acceder a ella, sino que también contaban con salas personales.

El nuevo Jefe Apotecario, sorprendentemente, mostraba a sus compañeros su verdadera apariencia. Su rostro relataba el paso del fuego por él, las llamas habían provocado que en algunos puntos de su rostro se formarán pústulas, ahora reducidas a manchones concentrados de pigmentos rojizos, las más llamativas se encontraban en su frente, su barbilla y su nariz, estás zonas eran el epicentro de la piel, parecían jalarla a su alrededor, tensando la, la piel había luchado para no contraerse sobre sí misma, debido a esto podía verse adelgazada, frágil y sobre los huesos, pero solo era una ilusión remarcada por el par de tatuajes bajo sus ojos, la realidad es que su piel era bastante dura, con poca flexibilidad lo que, a su vez, provocaba que sus movimientos se resistieran al estiramiento de cada gesto, dando como resultado una visión extraña.

Verlo significaba estamparse contra la fragilidad real de los astartes y a su vez con la fuerza psíquica de la legión, por ejemplo, la tensión volvía sus gestos difíciles de leer, antinaturales, sin la capacidad de ser claramente marcados, sin embargo, sus dotes compensaban sus carencias, ya que al ser aplicados de manera correcta lograba un, casi perfecto, control muscular, no solo eso, en los últimos años el marine se había estado reparándose él mismo, sustituyendo, por ende, creando nuevo tejido con el cual remplazar el viejo, dejando una mezcla curiosa de colores en su rostro, pero esas eran la menor de sus hazañas, la mayor era la creación de una máscara casi perfecta que lograba tensando aún más el tejido hasta desaparecer las arrugas y las cicatrices, emparejando su tono de piel lo mejor posible, controlando cada una de sus expresiones, hasta era capaz de agregar detalles en su rostro como el resto de sus compañeros de culto.

Contados hermanos suyos eran conscientes de esta proeza pero era uno de los mayores orgullos de sus maestros, claro que no siempre fue así, aún ahora era incapaz de mantenerlo por mucho tiempo o completamente, en específico era incapaz de ocultar una larga cicatriz disforme que recorría una sección de su cuello, era sencillo esconderla en la armadura pero sin ella solía cubrirla con collares o telas y cuando no lograba hacerlo la atribuía a algún alienígena, mintiendo descaradamente sobre su procedencia.

La Serpiente de TizcaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora