Capítulo 4.

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Tali se giró rápidamente siguiendo el sonido de esa voz. Había pasado un tiempo, pero aún así fue capaz de reconocer el timbre, la calidad y la intensidad de ese inconfundible sonido, tan nítido y vívido como la última vez.

Se quedó paralizada, no dando crédito a lo que veían sus ojos.

— ¿Le-xa? -balbuceó sacudiendo con fuerza la cabeza.

Exactamente habían pasado dos años desde que se declarara oficialmente la muerte de la comandante. Tali había sido víctima y testigo al mismo tiempo del catastrófico incidente y, sin embargo, Lexa estaba allí de pie, mirándola con esa misma expresión que tanto había apreciado en el pasado.

¿Estaba soñando, alucinando o acaso solo estaba viendo un fantasma?

— ¡No pienso asumir ningún riesgo con agentes de Cerberus! -exclamó Prazza, consiguiendo que Tali reaccionara cuando éste trató de sobrepasarla para enfrentar a la comandante y a su equipo.

— ¡Abajo esas armas! -exigió Tali sujetándolo del brazo — Estás... ¿estás... viva? Pero ¿cómo? -agregó, llevándole unos segundos más comprender que no estaba soñando ni tampoco alucinando.

Lexa era tan real como el motivo que los arrastraba a Progreso de la Libertad.

Ladeó la cabeza de un lado a otro para mirarla una vez más mientras la castaña bajaba su arma y su cabeza, consciente de que no se encontraba en su mejor momento; tenía algunas cicatrices de más en su cara desde la última vez que se habían visto y quizás estaba algo más delgada y desmejorada, pero seguía siendo ella misma.

Sin embargo, entendía bien su confusión. Por lo que comprendía era cierto que hacía demasiado tiempo que todos la habían dado por muerta.

— ¿Recuerdas cuando te di los datos geth, Tali? Los recuperé de una terminal en su base principal en Solcrum; contenían detalles sobre la evolución de los geth desde su separación de los quarianos. Estaban extremadamente encriptados y dijiste que tardarías años en descifrarlos, pero aún así te mostraste muy feliz y agradecida. ¿Te ayudó a completar tu peregrinaje? -preguntó sabiendo que esa sería la única forma de que Tali supiera que era realmente ella.

Entonces no le dijo a nadie que le había facilitado dichos datos a la quariana, ni siquiera a Clarke, ya que, después de todo, esa información era altamente confidencial, y la Alianza nunca lo habría permitido.

— Sí, me ayudó. Y mucho -sopesó ella —Prazza, baja el arma. Está claro que es la comandante Woods... -agregó, controlando una vez más el impulso de lanzarse a los brazos de la castaña.

Su muerte había sido un golpe muy duro para todos y la habían echado tanto en falta... pero no podía flaquear delante de sus hombres, menos delante de Prazza, quien sentía un fuerte e intenso deseo de ocupar su lugar. Cualquier paso en falso sería motivo para acusarla de traición ante los altos cargos de la Flotilla.

— ¿Y por qué tu antigua comandante trabaja para Cerberus? -refutó Prazza, dándole a Tali la certeza de que contenerse era la mejor opción.

Se enderezó y dio un paso atrás, incapaz de pasar por alto por más tiempo ese "pequeño detalle".

No podía olvidar que Cerberus se había convertido en un enemigo para los quarianos, lo que significaba que cualquier simpatizante de Cerberus también sería su enemigo.

Meditó unos segundos. No tenía mucho sentido, teniendo en cuenta que en el pasado, Lexa había sido testigo de lo que Cerberus era capaz de hacer en pro de la humanidad. ¿Acaso había olvidado que fue la organización quien mató a Kahoku? Quería confiar en ella, pero podría ser que Cerberus le hubiese lavado el cerebro con sus mentiras y patrañas. Dos años eran demasiado tiempo incluso para alguien tan imperturbable como Lexa.

CLEXA AU --MASS EFFECT 2 --Donde viven las historias. Descúbrelo ahora