prólogo

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—Hugo! No puedes hacerme esto! — le suplicaba el menor mientras el nombrado intentaba echarle a empujones.

—Y tanto que puedo, habértelo pensado antes. Siempre lo estás jodiendo todo, aún no te has dado cuenta de eso?! — Sus palabras se sintieron como una puñalada en el corazón.

Martin dejó de hacer fuerza, supo que no merecía la pena pelear por alguien así, dejó que le empujará fuera de su propia casa y tirara sus maletas de golpe.

—No tengo donde ir. — lágrimas se empezaron a acumular en sus ojos, en el fondo esperaba a que, a su ahora ex novio, se le ablandara un poco el corazón y tuviera empatia por el.

No fue así.

—Búscate la vida, como lo llevas haciendo hasta ahora. Eres un puto crío! — alzó la voz, los vecinos estarían escuchando más de la mitad de la conversación.

—Pero... — le cortó de nuevo.

—No quiero escuchar tus miserables palabras, Martin. No vas a cambiar absolutamente nada! Vete ya de aquí y deja de ser un estorbo para mí vida — le gritó antes de cerrar la puerta de un portazo.

Se quedó unos segundos ahí pasmado, mirando la puerta, esperando a que todo fuera una broma y Hugo le abriera la puerta y le rodeara en sus brazos diciendole que era un reto de sus amigos.

Como cada vez que le hacía daño, y lo peor es que el se lo creía todo y siempre volvía a él.

Pero esta vez no sería así, por mucho que le doliera, por mucho que su corazón se estuviera rompiendo en pequeños pedazos, estaba dispuesto a comenzar una nueva vida, hacer borrón y cuenta nueva.

Sin el.

No tardó en romper a llorar mirando la puerta de su piso, el cual suponía que no iba a volver nunca más. Arrastró sus maletas hasta el ascensor, no sabía que hacer. No tenía donde ir, no tenía ningún tejado para cubrirse.

Y para colmo, cuando salió del edificio, estaba lloviendo.

Esto era una especie de broma de mal gusto? No tenía ni pizca de gracia, al menos no para Martin.

Llamó a la única persona a la que podía acudir ahora mismo, la única persona que estuvo para el cuando estaba en su punto más flojo, la única persona que le consoló cuando pensó que ya no podía más con su vida, la única persona que consigue sacarle una sonrisa a pesar de todo. Ruslana.

Su mejor amiga, no sabía que haría sin ella, probablemente estaría perdido, ella, junto a Chiara, siempre ha conseguido hacerle sentir mejor. Y sabía que siempre iba a estar para el, igual que el siempre estaría para ella, y esta vez no sería menos.

Marcó su número, y en menos de tres tonos respondió. En esos momentos Martin agradecía que su amiga fuera una adicta al teléfono y no se despegará de este.

—Hola Martin! — su voz sonaba alegre, suficiente para hacer sentir a Martin que al fin estaba a salvo, aunque ese tono cambió drásticamente cuando la chica escuchó los sollozos del vasco a través de la línea de teléfono. — Qué ha pasado, amor?

—Hugo.

—Qué te ha hecho el gilipollas ese ahora? — había pasado de estar preocupada a estar cabreada.

—Me ha echado, de casa. No tengo donde ir, Ruslana. Estoy aquí, quieto, en medio de la calle, bajo la lluvia y con las lágrimas corriendo por mis mejillas sin parar. Y por si fuera poco, la gente me mira como si fuera una especie de bicho raro. — hizo una pausa, no sabía cómo se había armado de valor para decir todo eso cuando tenía un nudo en la garganta que no le permitía respirar con claridad — No se que hacer.

golden hour - juantinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora