Capítulo 12: Mi boda

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Al día siguiente, las sirvientas que hacían guardia fuera de mi habitación llegaron a despertarme. Me preparaban para mi boda con Kazama.
Me sentía mal, sin fuerzas, había ya perdido todas las esperanzas de que vinieran a rescatarme. Me sentía como una marioneta siendo controlada.
Las sirvientas me cambiaban, peinaban y maquillaban. El vestido era blanco como de costumbre en cualquier boda, pero este era sumamente corto en cuanto a lo largo y era ajustado, pegado a la piel. El velo sí era largo hasta llegar al piso y más. Tenía zapatillas blancas y mi peinado era media cola planchado.
Una vez terminaron de alistarme me dirigieron a la iglesia. Me abrieron las puertas y allí se encontraban el padre y Kazama en el altar. A parte de ellos la iglesia estaba totalmente vacía a excepción de la que tocaba el piano y las sirvientas que cargaban mi velo. Me dirigí caminando lentamente con la cabeza agachada al altar donde se encontraba Kazama, poniéndome al lado de él para dar inicio la ceremonia.
Había varias veces pensado en mi boda cuando era chica, soñaba con casarme con alguien que verdaderamente me amara, alguien que me hiciera feliz. Mi boda sería el día más feliz de mi vida y rodeada de las personas a las que más quiero. Esto en verdad era todo lo contrario.

- Bien, daremos inicio a la ceremonia. - dijo el padre. - Hoy, estamos aquí reunidos para unir dos almas en sagrado matrimonio. -

Él padre dio la vuelta para agarrar unas copas, al parecer eran de oro. En eso rápidamente Kazama se me acerca al oído:

- Te ves muy tierna, Hitomi. - me susurró al oído mostrando a la luz una sonrisa.

Voltee a verlo, apenada. En eso el padre volteó con dos copas en sus manos, tenían al parecer vino. Nos dio una copa a cada uno y nos puso un listón, uniéndolas. Y dijo que juráramos lo siguiente:

- Kazama, ¿promete usted serle fiel a Hitomi en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad y así amarle y respetarle todos los días de su vida? - preguntó el padre.

- Sí, acepto. - contestó Kazama dirigiéndome la mirada.

- Hitomi, ¿promete usted a serle fiel a Kazama en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad y así amarle y respetarle todos los días de su vida? - preguntó el padre volteándome a ver.

- S-Sí, acepto... - contesté titubeando.

- Entonces, beban de estas copas este vino para cerrar el juramento y así los declararé marido y mujer. - dijo el padre quitando el listón que unía las copas.

- Por una larga vida con la mujer a la quien amo. - dijo Kazama acercando la copa a su boca y bebiendo de ésta.

Si bebía de esta copa, estaría realmente casada con Kazama, ya nadie podía impedir esto... Estaba triste, solo quería estar en mi casa o salir con mis amigas. Qué ironía, mi boda a los 15 años...
Estaba a punto de beber de mi copa, derramando así una lágrimas de tristeza, entonces:

- ¡Alto! - dijo una voz masculina tumbando la puerta de la entrada a la iglesia.

¡Era Okita-san y Saitou-san! Estaba tan feliz de verlos. Se me cayó la copa de lo sorprendida que estaba.

- ¡Okita-san! ¡Saitou-san! - grité de alegría llorando y corriendo hacia ellos.

- ¡Hitomi-chan! - gritó Saitou-san.

En eso, Kazama me tomó del brazo, impidiendo correr hacia los chicos.

- ¡Suéltame! ¡Déjame! - le grité tratando de escaparme.

- ¡Suéltala! - dijo Okita-san desenvainando una katana. Quien sabe de donde la consiguió. Estaba molesto, enojado, estaba dispuesto a matarlo ahí mismo.

Kazama me soltó y desenvainó su katana también. Yo aproveché esto para correr hacia Saitou-san.

- ¿Cómo llegaron aquí? - le pregunté a Saitou-san.

- Los superiores, pude contactarlos. Les explicamos la situación y ubicaron su localización, también fuimos por estas armas. - dijo Saitou-san aceptando mi fuerte abrazo, dándome unas palmadas en la espalda tratando de tranquilizarme. - Ya todo esta bien. Perdónanos por llegar tarde. - dijo susurrándome al oído.

Nos separamos y observaba como Okita-san peleaba contra Kazama. Eran realmente rápidos en cuanto a esquivar... Peleaban por toda la iglesia, ningún lugar era seguro allí. El padre y las sirvientas habían huido del susto.

- Quédate detrás de mí y en todo caso haz lo que te diga. - me dijo Saitou-san viendo los movimientos de Okita-san y Kazama.

- Mmm. - asintí. Esto ya lo había escuchado cientos de veces de parte de Saitou-san que sentía que me sangraban los oídos, pero esta vez, mi confianza y esperanzas las tenía puestas en ellos, por primera vez después de muchos años, sentía como era tener personas que se preocuparan por ti... Una familia.

HitomiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora