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𝐏𝐎𝐕. 𝐎𝐌𝐍𝐈𝐒𝐂𝐈𝐄𝐍𝐓
⠀ EN EL CARRUAJE, la menor de la familia yacía adormecida, escuchaba a su dama de compañía leer un libro sobre la historia de la Nación del Fuego, aunque su voz se perdía entre la nublada mente de la niña. Su cabello rojizo cae en suaves ondas sobre sus hombros, dejando su cabeza descansar hacia abajo.
─── Y fue entonces, cuando el Señor del Fuego Ozai, comenzó a expandir a los Maestros Fuego por todo el continente. Gracias a nuestro señor, la población de la Nación del Fuego aumentó el doble de lo que era hace 100 años. ───concluyó la lectura, alzando la mirada del libro de historia─── ¿Comprendes lo sucedido, Kinvara? ───no respondió, causando una leve confusión en la peli-negra─── ¿Kinvara? ───al nuevamente no recibir respuesta de su parte, se levantó y caminó hacia ella. Cuando la vió dormida, cerró el libro y lo lanzó sobre las manos contrarias
Kinvara era una joven de entonces 11 años, tenía el cabello rojo como el fuego que caía en leves ondas debido a unas recientes trenzas. A su destacable cabellera la complementaban unos ojos azul profundo los cuales destilan una mirada dulce y soñadora.
─── Lo siento. ───murmuró y cubrió su rostro con sus manos al sentir que iba a bostezar─── ¿Ya llegamos?
─── ¿Por qué no lo averiguas? ───el castaño señaló la ventana que era cubierta por una cortina, dándole a entender que la abriera
Yves era el hermano mayor de Kinvara, contaba con 15 años y una extraña personalidad. Su cabello era castaño oscuro, casi negro y sus ojos eran azul oscuro. Tenía labios finos y mentón cuadrado. Sus cejas eran espesas y rectas. Era muy parecido a la familia de su padre.
─── ¡No! ───dijo rápidamente la dama de compañía de Kinvara─── Su padre dijo específicamente que no debe asomarse.
─── No seas aburrida, Naima.
Naima era una mujer de casi 19 años, llevaba alrededor de 3 años sirviéndole a Kinvara de manera fiel y honrada. La consideraba su hermana menor. Ella era del Reino Tierra, y al no nacer con habilidades de Maestros Tierra al igual que toda su familia, fue la única que sobrevivió de ellos. Su cabello era negro, ondulado en delgados tirabuzones. Tenía ojos pequeños, de irises marrones.
La mayor rodó los ojos y se sentó junto a Kinvara, viendo a Yves morder la uña de su dedo pulgar. Movía su pierna de arriba hacia abajo. Por otro lado, la pelirroja estaba nuevamente dormida, pero esta vez con la cabeza apoyada en la pared de la carroza.
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Ante el hombre de cabellos negros sentado en el trono, el padre de Kinvara, un hombre alto, castaño, se dirige con orgullo, sosteniendo con cariño la mano de su hija menor.
