- VII -

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Una bola de nieve impactó sobre su nariz, dejando escapar un quejido ante la sensación helada que dejó sobre su piel.

Abrió uno de sus ojos mientras apartaba retiraba el hielo de su rostro. Dina reía a su lado, agachada contra una caja de madera mientras formaba una bola. Los niños chillaban al otro lado, corriendo y escondiéndose. Volvió a compactar la nieve que comenzaba a perder forma en sus manos, y la arrojó.

Era sábado por la tarde, y Fae Davis no tuvo que cubrir ningún turno hoy.
Dedicó su mañana a limpiar y ordenar su casa. Pasado el almuerzo, Dina tocó a su puerta, y antes de que pudiese darse cuenta, el cielo comenzaba a oscurecer a la par de conversaciones y carcajadas.

Se agachó y corrió los rizos que cayeron sobre su cara al esquivar la bola que un niño acababa de lanzarle. Su pecho subía y bajaba mientras miraba a su amiga con una sonrisa que no era capaz de contener.

Mierda. – Soltó como un suspiro, entre respiraciones agitadas. – Son unos demonios.

– Son los peores.

Afirmó Dina, conteniendo una risa al ver el estado de su amiga. Hasta que fue interrumpida por la nieve que golpeó su espalda. Volteó, ahora con una expresión de indignación en su rostro, encontrándose con un niño que se mofaba de ellas.

– ¡Salgan de su escondite! ¡Gallinas! – Chilló, mientras imitaba el aleteo del animal.

– Oh... ¡Estas muerto! – Bromeó, mientras las dos comenzaban a armar una bola de nieve y continuaban la pelea.

Siguieron jugando durante un rato, hasta que el cansancio y el aburrimiento se juntaron y decidieron que era suficiente.
Se liberaron como pudieron de los niños y comenzaron a caminar, paseando por las calles ahora iluminadas por las luces y faroles.

– ¿Vienes a lo de Jesse esta noche?

Fae miró a su amiga, con confusión y sorpresa.

– No sabía que nos reuníamos en lo de Jesse hoy. – Respondió, metiendo su nariz en la bufanda que cubría su cuello.

– Es un idiota. Debió haberlo olvidado. – Afirmó Dina, con una molestia superficial pero una sonrisa curvando sus labios. – El grupo grande viene hoy. ¿Vienes? Por favor. – Le suplicó, apoyándose en ella hombro con hombro.

– Esta bien. – Rió, extrañada de que intentase convencerla. Si tenía tiempo, siempre decía que si a cualquier plan.

Su amiga festejó, lo que le sacó una sonrisa. Entonces recordó que Ellie también estaría allí, y un leve sentimiento de molestia tensó su cuerpo. Aunque rápidamente lo dejó ir. Habría mucha gente, no tenía por qué interactuar con ella.


Cruzaron unas palabras más y decidieron marcharse antes de la reunión. Dina pensó que sería buena idea prepararse juntas, por lo que Fae tomó un poco de ropa al pasar por su casa y siguieron su camino.

El lugar de Dina era casi un reflejo de su alma. Con luces tan cálidas que cubrían la habitación de un acogedor naranja, paredes llenas de cuadros y plantas. Era divertida, pero ordenada y bien puesta, justo como ella.

La invitó a pasar, dejó sus cosas en la sala y siguieron entre risas hasta la cocina. La idea de unos tragos surgió como propuesta, una que ninguna de las dos podía rechazar.

– Casi lo olvido, – Mencionó Dina, yendo de una punta a la otra de la cocina para tomar lo que necesitaba. Fae se apoyó en la encimera, cruzando sus brazos. – ¿Qué pasó ayer? Llevé a Ellie hasta su casa, pero no quiso decirme.

Fae movió una mano hacía su cuello, insegura de que responder. La charla que había tenido el día anterior era algo que todavía no terminaba de digerir.
Era seguro que Ellie había hablado del corazón, pero aún así, el desprecio que sentía hacia ella no parecía desaparecer. Lo que, en cierto punto, le hacía sentir culpable.

Veneno. - Ellie Williams y túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora